Una brutal cruzada dispuesta a exterminar a todo infiel

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Mientras siguen apoderándose de vastas regiones a ambos lados de la frontera entre Siria e Irak, dejando a su paso terror y devastación, los jihadistas del Estado Islámico (EI) obsesionados con su guerra santa, han lanzado la mayor persecución religiosa de los últimos 50 años en Medio Oriente.

Cristianos, yazidis, shabaks, turcomanos, chiitas e incluso sunnitas que se niegan a hacer acto de sumisión al autoproclamado califa, Abu Bakr al-Baghdadi, son acosados, despojados, desterrados, torturados o fríamente asesinados. Esa limpieza religiosa de otra era continuó esta semana cuando el EI se apoderó de las ciudades de Karakoch (Bajdida en español), la urbe cristiana más importante de Irak, y Sinjar, ambas en el noroeste de Irak. Sinjar es la cuna de por lo menos 200.000 de los 700.000 yazidis que existen en el mundo, comunidad kurda no musulmana, monoteísta y de orígenes zoroastrianos.

El odio del EI por los yazidis nunca fue un misterio. Una y otra vez la organización ha hecho circular videos en las redes sociales mostrando a miembros de esa minoría detenidos en minúsculas celdas custodiadas por sus carceleros. En sus campañas de propaganda, esos fanáticos islamistas siempre dejaron en claro su intención de ejecutar o esclavizar a los adeptos de esa antiquísima religión, a quienes califican de “adoradores de satanás”.


Aterrorizados, muchos yazidis de Sinjar huyeron esta semana hacia los campos de refugiados del Kurdistán iraquí. Otras 30.000 familias se dirigieron hacia las montañas donde, aisladas y rodeadas por los jihadistas, duermen en cuevas, soportan temperaturas de 50° centígrados, y carecen de agua y de alimentos.

Anteanoche, el EI se apoderó de Karakoch sin encontrar resistencia: los peshmergas kurdos que la defendían la habían abandonado. El EI ocupó iglesias, destruyó cruces y manuscritos y provocó un nuevo éxodo de 100.000 personas, en su mayoría cristianos, que deambulan por los caminos sin saber adónde ir.

Sinjar y Karakoch son la prueba más reciente de la brutalidad del Estado Islámico, una organización que viola los más elementales derechos humanos y que, durante los últimos dos meses, no sólo ejecutó en forma sumaria a un sinnúmero de chiitas, mayoritarios en Irak, sino a centenares de sunnitas que -aunque de la misma confesión que el EI- rechazaban su fanatismo religioso.

Ayer, llegaron a París los primeros cristianos iraquíes que recibieron las llamadas “visas de asilo”, otorgadas por el gobierno francés. Libradas con cuentagotas, esas autorizaciones “excepcionales” de residencia fueron decididas por el presidente François Hollande después de que los jihadistas tomaron la ciudad de Mosul, donde también vivían miles de cristianos.

Francia también anunció que ayudará a las autoridades de la región kurda de Irak a detener el avance islamista. Mientras tanto, Estados Unidos analiza bombardear posiciones del EI en el norte iraquí (ver aparte).
Como en casos anteriores, el EI emplazó a los cristianos de Mosul a convertirse, abandonar pertenencias y casas, y partir o pagar el impuesto aplicado a cada una de las religiones consideradas “idólatras”. Quienes desobedecieran serían ejecutados.

Los cristianos de Irak representan la minoría religiosa más castigada por el fanatismo del EI. Pero todas las comunidades religiosas que conforman el fecundo mosaico de creencias en Irak están amenazadas.

Ése es el caso de los shabaks, un grupo de unos 300.000 miembros que practican un antiguo culto preislámico, emparentado con el chiismo. O de los turcomanos, tercer grupo étnico en importancia en el país y mayoritariamente sunnita. El EI los acusa de perjuros, por mantener una actitud fundamentalmente secular.

Desde que comenzó su siniestra aventura “redentora”, el EI ha actuado con total impunidad. Sin que la comunidad internacional reaccione, se ha apoderado de un territorio más grande que Gran Bretaña, de centenares de millones de dólares en armamento fabricado por Estados Unidos, y ha subyugado a cerca de seis millones de personas.

Anoche, tras las decisiones de Francia y Estados Unidos, la situación parecía haber comenzado a cambiar.

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