El Camino judío. Antonio Escudero Ríos dialoga con Soledad Chávez Fajardo, académica chilena.

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A Doña Isabel Escudero Ríos, en el recuerdo amoroso e imborrable.

Ama el silencio, por encima de todo. Porque te permite dar fruto. La lengua es incapaz de explicarse. Esforcémonos ante todo en callar. A través del silencio nacerá en nosotros lo que nos conduzca a ello. Si obras así, no sabría decirte cuánta luz se derramará sobre ti.
Isaac de Nínive. Discursos ásceticos

El lenguaje que más oye Dios solo es el callado Amor.
San Juan de la Cruz


Los días de soledad, silencio y ayuno, con el único alimento de la Palabra de Dios, permiten al hombre cimentar su vida sobre lo esencial.
Robert Sarah. La fuerza del silencio

1 – ¿Le parece contradictorio que un pueblo tan definido como el judío se haya constituido sobre unos caminos hechos al andar?

De alguna manera, habría que delimitar mejor qué se entiende por “pueblo” en este caso: ¿Lo que conlleva a la formación de un Estado? ¿O, si nos atenemos a su etimología más estricta, a la “comunidad humana”, se conforme como se conforme? (lo interesante es que la etimología de pueblo, si la suponemos de un derivado indoeuropeo o, posiblemente, del etrusco, aún no se la tiene con certeza). Como sea, si resolvemos lo de la problemática de la definición, no habría contradicción alguna, porque pueblo, defínase como se defina, es contradicción y, como toda entidad contradictoria, solo puede definirse haciendo camino al andar: en derroteros, en curso, no en estabilidad, sin lugar a dudas. 

2 – Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya constituido sobre las Escrituras como ley y mandato divino, ¿serían los profetas los primeros constructores de la historia –tal como la entendemos–no solo empujada desde atrás, sino reclamada desde delante, desde el futuro?

Es interesante este punto entre escritura y divinidad. Hay escritos remotos donde se asoma la divinidad, pero en canto; piénsese, por ejemplo, en los himnos sumerios, estructurados como conjuros, misma cosa en los Textos de las Pirámides (base de lo que será, posteriormente,  el Libro de los muertos); o piénsese en los vedas,  sobre todo en el Rgveda, cuya función hímnica, transmitida del saber divino a la escritura, está compuesto de mandalas. En la Torá, aún ateniéndose a la materialidad de la escritura y, por lo mismo, a su musicalidad, la escritura se transforma en una base identitaria, algo que me hace recordar a estos teóricos de la estandarización social, como Anthony Giddens, por ejemplo, en donde la escritura implica, justamente, hacerse de una identidad propia armando (inventándoselo, las más veces) un pasado para que esta se proyecte a un futuro, justamente, de esa comunidad. Mi duda va por otra línea: si acaso en esos himnos sumerios, en esos textos egipcios o en esos vedas encontramos lo mismo: una suerte de textualización de la divinidad, ora en ley, ora en modo de ser, ora en cómo obrar.

3– Parece que el pueblo judío, más que la reivindicación de un espacio, ha estado siempre buscando el tiempo, su Tiempo, su Historia. ¿Es también ese su parecer?

Todo pueblo está asociado a un espacio, incluso nómades y trashumantes delimitan su accionar por algún accidente geográfico o por un hito estacional y, justamente en este punto, en el estacional, quiero detenerme, puesto que desde que se tiene conocimiento estas nociones abstractas de la temporalidad han sido determinantes para las comunidades. Por ejemplo, los mismos sumerios ya, con su sistema numérico, establecieron una temporalidad con segundos, minutos, horas. Que el medir de la temporalidad forma parte inherente de cada comunidad es, como se ve, una realidad. Misma cosa con el propio tiempo y la propia historia: una comunidad que se estructura como Estado, después de lograr su identidad (“soy lo que no son los otros: somos estos y nos oponemos a los otros”), delimita, entre otros aspectos, el de su historia, venga de un mito o venga de un grupo primigenio.

4- —¿No cree que la historia, en el caso de los judíos, más que una historia basada en el progreso es una historia sagrada, es una historia ucrónica de la divinidad en los hombres, de la palabra de Dios hecha escritura, una y otra vez?

Pero ¿Por qué entender a la historia como la basada en el progreso? Yo no reduciría el concepto de historia al de progreso, más bien, me iría por su propia etimología, que es el “buscar, averiguar”, derivado de ese  “yo sé” que insta al sujeto a indagar su entorno. Allí, como se ve, no hay progreso alguno, más bien está el interés del hombre en saber lo que es, lo que ha sido, lo que está siendo. En ello, por esa necesidad intrínseca de identificarse, sin lugar a dudas, la divinidad no puede faltar, sea la divinidad que sea: la de un animismo remoto, la de un dios o dioses o la de divinizar ciertos aspectos, como el dinero o la ciencia misma (y allí, por ejemplo, cabe esa noción de historia como progreso, por ejemplo)

5 -—¿Cómo se combina según usted la depurada individualidad judía con el sentimiento de colectividad de este pueblo?

Es interesante cómo esa dicotomía universal, creo, en las comunidades, pueda ser más ejemplar o paradigmática o clara en algunos pueblos por sobre otros. Por ejemplo ¿No es un enigma la individualidad de un coreano del norte? ¿No suele impactarnos positiva o  negativamente el orgullo colectivo de un norteamericano? ¿Cómo podríamos imaginarnos a los sentilenenses? ¿Qué habrá en su sentimiento de colectividad que rechazan todo contacto con un otro? Como sea, ese vaivén, las más veces crítico, ese de la individualidad-colectividad, genera fases, donde se puede ver, por ejemplo, las contradicciones de esa colectividad en tanto Estado (¿Acaso no lo vemos en el ocaso de ciertas ideologías que lograron estatalizarse? Pienso, por ejemplo, en el marxismo), o bien, cuando prima una colectividad que está por sobre una organización estatal (pensemos en los kurdos). O, bien, la individualidad que proyecta una colectividad, como sucede, por ejemplo, con los mismos judíos.

6 -—Hay una ambivalencia contradictoria entre las gentes respecto al judío. Por una parte es un pueblo respetado y temido, por otra parte hay una actitud de rechazo hacia él, que se manifiesta en expresiones populares y despectivas, por ejemplo «perro judío», «hacer una judiada», «ser un fariseo», etcétera. ¿Qué opina de ello?

Siempre, entre las comunidades, el otro será un enemigo o tendrá ciertas características más repulsivas, irrisorias o más defectos, entre otros aspectos (pensemos, por ejemplo, en los remoquetes, por lo general, creados en esta dinámica). En el caso del pueblo judío, por razones históricas, esta dinámica ha sido la usual: el exilio en Babilonia, las persecuciones por parte de los seléucidas o la destrucción del segundo Templo, por solo dar algunos remotos ejemplos. Respecto a la inclusión-exclusión judía, hay varios puntos que pueden alimentarla y, de seguro, uno de los más determinantes es el surgimiento del cristianismo y el énfasis histórico, dejando de lado, las más veces, eso de que Cristo fue judío, de que él mismo fue condenado por su propio pueblo. Sin lugar a dudas esta tensión es la que ha determinado, en gran medida, esa ambivalencia. Piénsese, por ejemplo, en el pogromo de 1391 iniciado en Sevilla.

7 -Existe una penetración de lo judío en lo sagrado –incluso en el pensamiento de sus prohombres más modernos y racionalistas– como temor de Dios, como acatamiento del mandato divino, como escritura sagrada. Es curiosa, ¿no cree? Esa mezcla entre racionalismo científico y acatamiento de la divinidad.

Con esta pregunta se me viene a la mente un caso en particular: Baruch Spinoza quien, aun educado en la ortodoxia judía en Amsterdam (asistió, se sabe, a las lecciones que impartía Saúl Levi Morteira, ni más ni menos) fue crítico al momento de profundizar sus conocimientos, por lo que amplió su formación leyendo a Descartes, Hobbes, Giordano Bruno y al mismísimo Lucrecio, entre otros, lo que muestra su amplitud de miras al momento de organizar su complejo constructo teológico, algo que lo marginó de los círculos judíos hasta su temprana muerte. Tanto su Tractatus theologico-politicus, anónima en vida, como su póstumo Ethica ordine geometrico demonstrata, se resumen en una aguda lectura de la religiosidad lo que, a mi juicio, es uno de los hitos de la Modernidad. En estas reflexiones, Spinoza insiste en la idea de una sustancia divina infinita, la cual se identifica o en Dios o en la naturaleza (de allí a su entrañable y clásica Deus sive Natura). En el elogio que hace de la razón insiste en un punto fundamental: con la razón se pueden ver las cosas como realmente son y, como Dios y la naturaleza en la óptica spinoziana son indistinguibles, el conocer mejor las cosas es conocer mejor a Dios. En esto, creo, se puede resumir esta pregunta, la cual, por lo que se ve, uniría lo divino y lo científico.

*Soledad Chávez Fajardo (Santiago de Chile, 1977) es profesora de la Universidad de Chile. Allí enseña Historia de la Lengua Española, Lingüística Románica y Judeoespañol, entre otros cursos.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

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