A mi amigo Pedro Sánchez Rico, librero y bondadoso.
El silencio y la soledad son el supremo lujo de la vida.
Thomas Merton. Diarios.
Mas nada atrae tanto a la gente como los ermitaños y monasterios encerrados en sus muros.
Cuenta la leyenda que Pedro de Alcántara en su búsqueda afanosa de una mayor perfección se retiró lejos de la – para él – perturbadora compañía de sus semejantes. Llegóse al monte Pinajarro en la comarca que, rumoroso, regaba el río Ambroz, de cristalinas y frías aguas. Allí, y en la entrada de una profunda cueva pasaba las horas del día y muchas de la noche entregado a las oraciones y a mortificaciones llenas de rigor.
Como San Antonio y otros Padres del Desierto, nuestro paisano Pedro sufría las envestidas que el Espíritu del Mal le ofrecía en imágenes sugestivas de hermosísimas mujeres con provocadores y lascivos bailes. Un día de verano, con el sol meridiano, el Maligno intensificó el cerco tentador sobre la atribulada alma del hirsuto extremeño. Y éste, acosado por los deseos irresistibles de la carne, se arrojó desnudo sobre una mata de espinos, primero, y después se flageló con las irritantes ortigas.
Pero el Malo seguía, implacable, acosando con pecadoras visiones la ya débil y enloquecida mente de Pedro. Y no pudiendo aguantar más, con las fuerzas que aún le quedaban, cogió dos pesadas piedras con las manos y los brazos- que se asemejaban a ramas de sarmiento- y se golpeó los testículos quedándose la piel, pelos y carne adheridas a aquellas en masa tumefacta y sanguinolenta. Al mismo tiempo vociferó: ” ¡San Blas, San Ciro!… ¡Santa Polonia! ¡Jesús, Madre Santa… ayúdame! No soy digno ni siquiera de ser lamido por cerdos, animales inmundos como yo.” Y cayó desfallecido en tierra. Los gritos y aullidos del anacoreta fueron oídos por Gabriel Muriel, vecino de Hervás y dueño de un rebaño de ovejas que apacentaba en las proximidades, y que le bastaba para el sustento de la familia.
Muriel era de estirpe judía y practicaba ocultamente la fe de sus antepasados. Vivía discreto y retirado, lejos de las pesquisas de la inquisición y de las calumnias de la plebe. Acercándose al maltrecho Pedro, con inteligente e imperiosa mirada, le dijo: ” Hombre ignorante, deja esas invocaciones y penitencias insensatas que son propias de idólatras y de paganos y no de seres razonables.” Haciendo una breve pausa, Gabriel Muriel prosiguió: “Los impulsos sexuales y los espirituales son las dos caras de una misma Composición. Y Dios es el Compositor de esa pieza.
En la carne del ser humano existe una pulsión biológica y afectiva que lo hace salir de sí mismo, de su enclaustramiento, para descubrir al Otro, que es Dios. Al igual que un hombre puede estar obsesionado por el rostro de una mujer, y el de una mujer por el de un hombre, Dios es el gran Enamorador que encandila el alma de los mortales. Sin estas dos pulsiones que se atraen entre sí, la vida centrada en sí misma, sería vacía, insulsa, sin contenido.”
El hebreo de Hervás se acercó al ermitaño, y poniéndole cariñosamente la mano en el hombro, terminó con estas palabras: ” Pedro, te repito, deja de infligir un innecesario castigo a tu cuerpo que con tanto desprecio tratas. Come, bebe y goza de los placeres legítimos. Estudia y vuelve a la antigua creencia de nuestros padres. No obedezcas en adelante a los predicadores de la muerte, a los sepultureros de la vida, y retorna al Dios que no tiene par.” ¡Escucha, Israel, el Eterno, nuestro Dios, es Uno! La soledad y el silencio del monte Pinajarro acogieron, agradecidos, en su seno la oración que los dos hombres ofrecieron al Solitario del Sinaí, el Creador de todas las cosas.
Hervás, primavera de 1999/ año5759 ‘de la Creación del Mundo.
Anno Templi DCCCXCVII.
Cuando la Razón se nubila a impulsos de palabras paganas.: se es esclavo de “UNA INSENSATA LOCURA” para dejar de ser una cara criatura…capaz de interpretar LA VOLUNTAD DE DIOS..
mirta s. kweksilber