El miedo es una respuesta natural ante el peligro. Una sensación desagradable que atraviesa el cuerpo, la mente y el alma. Puede ser por algo que sucedió, que está sucediendo o que podría pasar. Tememos aquello que nos puede destruir y nos limita. No siempre está sujeto a la realidad. Puede ser una fantasía imaginada individual, familiar o grupal. Forma parte del carácter de la persona en un contexto social determinado. Por otro lado, se puede convertir en un arma de dominación social, política y familiar. Muchas veces está sujeto al poder, quien lo tiene ejerce presión sobre quien no lo tiene. El fuerte no puede evitar la confrontación. El menos fuerte no puede eludirla.
El miedo forma parte de las emociones humanas. ¿Quién no los tiene? Muchas veces nos protegen otras nos bloquean. ¿Cómo saber la diferencia? Cuesta trabajo distinguir unos de otros, en los que imaginamos, el sufrimiento es real. Lo que me imagino que puede suceder, lo convierto en una realidad que me atenaza la garganta, produce cambios físicos corporales y mentales. De noche el miedo se contagia. A oscuras, la imaginación y los terrores se hacen colectivos.
El poder de la mente es tan fuerte que puede convertir nuestra vida en un infierno o en un paraíso. Nos imaginamos cosas y les ponemos toda la energía de que somos capaces sin distinguir que es una fantasía o pesadilla. Es importante aprender a ver la diferencia entre lo que nos imaginamos que puede suceder y lo que sucede. Podernos decirnos: esto está en tu cabeza, no en el afuera. Entiendo que es más fácil decirlo que hacerlo, es un ejercicio que hay que repetir y repetir hasta que se convierta en una regla.
Entramos en el área de los miedos lógicos, racionales que nos protegen y los irracionales, neuróticos que nos paralizan. Podemos imaginar el peor escenario, y vivirlo intensamente, con el dolor y la ansiedad que conlleva, sin darnos cuenta que ha sido creado por nuestra imaginación. Cuando pienso que me persiguen lo vivo como una verdad.
Raquel, 14 años, regresaba a su casa y traía una cartulina enrollada; No había nadie en el callejón, ni una sombra, ni un ruido. No se dio cuenta que se desenrollo, hacía un ruido que ella percibió como una persona que la perseguía, cuando aumentaba el ritmo de sus pasos el ruido lo hacía. Caminaba con prisa, con un paso elástico y determinado propio de quien no está acostumbrado a perder el tiempo. “Me encontré de pronto perdida y un estremecimiento me recorrió la piel. “Tenía los dedos entrelazados para hacer acopio de fuerzas; tuve que imponer a mi cuerpo un esfuerzo inmenso para poder seguir en movimiento” Ese sentimiento la hizo correr cada vez más rápido hasta que cayó al suelo. En ese momento descubrió que la cartulina estaba rota y sucia junto a ella. Era su perseguidor. El terror que vivió fue tan real como si alguien hubiera corrido tras ella
Rosaura nos comenta que cuando está contenta, con un sentimiento de plenitud, le pueden surgir ideas que oscurecen su alegría. Agrega que en su sistema familiar, la alegría era menos permitida que el sufrimiento. Así, cumple con la lealtad familiar. Le sucede también cuando ha hecho cosas que le dan gusto y eran prohibidas en su familia. En el mejor momento surgen negritos en el arroz. ¿Cómo aprender a cambiarlos por los buenos pensamientos y sentimientos? Es difícil, mucha gente lo logra. Hay gran variedad de ejercicios mentales y físicos que ayudan.
Una manera de neutralizar el placer son los pensamientos negros, surgen en forma intempestiva para malograr los buenos momentos. Una idea puede dar vueltas y vueltas en nuestra cabeza al grado de no poder distinguir que sólo es una idea, que no es real. Hay miedos profundos que dirigen nuestras vidas, acompañantes constantes que se mezclan con culpas y remordimientos. Parece que se sigue pagando por no haber estado en ciertos momentos de tensión del grupo al cual se pertenece.
El pensamiento es promovido por cada individuo, aunque sea en forma automática, somos responsables de lo que pensamos; cuando estos son negativos nos hacen daño; fabricamos nuestros pensamientos y muchas veces nos hacen ver realidades dramáticas donde no existen.
¿De dónde vienen? Cada quién tiene un lugar propio y tenemos que aprender a espantar esas ideas. Es una manera de dar cabida lógica a temores infantiles, propios y otros heredados generacionalmente. No podemos dejar de sentirlos pero si podemos darnos cuenta de que están dentro de nosotros, y no coinciden con la realidad externa.
Somos producto de la historia que está llena de guerras, dictaduras, revoluciones, muertes violentas, asesinatos, suicidios que a través de vivencias propias o ancestrales están en nuestro interior sumergidos en lo psíquico inconsciente”. Miedos irracionales que nos muerden internamente. Casi todos tenemos familias que han estado en alguna guerra o revolución, en situaciones difíciles. Hay en nuestro inconsciente conexiones con la familia de nuestra generación y con nuestros ancestros.
Todos sabemos de situaciones en las cuales se justifica cualquier tipo agresividad en defensa de “principios liberadores de la humanidad” La violencia ha sido usada y lo es en el presente en contra del otro que no coincide con nuestro marco de pensamiento. “El azar convierte la vida del hombre en un juguete” Pensamos, que gobernamos el pensamiento pero en las noches o madrugadas es este el que nos gobierna. Qué difícil escapar al poder de la mente.
La historia nos muestra una y otra vez que el ser humano es capaz de cualquier cosa; puede entrar en una espiral envolvente, enfermiza, diabólica. Ángeles y demonios conviven en nuestra mente. El hombre está conformado por el mal y el bien mezclados; llevamos el horror y el infierno dentro. Sin embargo, hay momentos en que ese monstruo que nos amenaza, sólo está en nuestra cabeza. ¡Qué importante distinguir entre la imaginado y la realidad!
. Un trabajo personal y grupal es desviar los pensamientos negativos, no son reales y producen sentimientos de tristeza, dolor y miedos. En forma exagerada estos se convierten en emociones y llegan al organismo en forma de enfermedades. No aparecen en las radiografías ni en los análisis médicos. .
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