Discurso pronunciado por el Diputado Heriberto Galindo, en San Lázaro en homenaje al diplomático: Don Gilberto Bosques

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Diputado Ricardo Anaya, Presidente de la mesa directiva, de la Honorable Cámara de Diputados.
Señoras y Señores Legisladores.
Invitados especiales.
Amigas y amigos.

Rendir Homenaje a Don Gilberto Bosques, auténtico mexicano de excepción, cuyo prestigio trascendió nuestras fronteras, es una definición de honor, es una toma de partido acerca de la naturaleza de nuestro servicio exterior y de nuestra diplomacia, y es, también, una demarcación de lo que postulamos como finalidad del trabajo legislativo y de la diplomacia parlamentaria que ejercemos y más aún, de la responsabilidad moral que implica el ejercicio de la vocación como políticos profesionales y servidores públicos comprometidos con las mejores causas de la humanidad. ¡La 62 Legislatura del Honorable Congreso de la Unión se honra al rendir este homenaje a tan distinguido mexicano universal! Don Gilberto fue un hombre de ideas y de acción que encarnó todos los valores, acciones y sentimientos opuestos a la banalidad y al mal. En la construcción de nuestra mejor tradición patriótica destaca una corriente de los liberales del siglo XIX, la que integraron mediante combates políticos e intelectuales Vicente Riva Palacio, Juan A. Mateos, Rafael Martínez de la Torre, y Manuel Payno; en la continuidad tardía de esa corriente se formó el joven Gilberto Bosques Saldívar, a quien viviendo su presente le correspondió disentir activamente del porfirismo, combatirlo desde el liderazgo estudiantil y conspirar activamente con los revolucionarios.

Gilberto Bosques, fue un militante de la edificación del bien con memoria y con raíces. Se hizo un hombre de la Revolución Mexicana y fue protagonista directo de su diseño como estrategia y plataforma de justicia social en el campo educativo. Autor del proyecto “educación socialista” que se ejecutó desde el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas, como destacado legislador logró que se garantizara la educación pública a los obreros, a los campesinos y a sus hijos. Así nació una institución sustantiva del México revolucionario: El sistema de escuelas públicas y la educación para el trabajo, asimismo, se convirtió en construcción real y actuante la definición constitucional que mediante el artículo tercero garantiza el derecho a la educación pública, gratuita, y laica. Gilberto Bosques antes de abrazar la diplomacia, entendió el bien como edificación social, con protagonistas ciudadanos. Fue periodista, Director de EL NACIONAL, el principal diario revolucionario, y ahí dejó testimonio no solo de su capacidad crítica y analítica, sino que postuló como imperativo el estar informado del acontecer nacional y del mundo inserto ya en la dramática situación que desembocaría en la Guerra Civil española, el ascenso del Nazismo y la segunda guerra mundial. Don Gilberto Bosques entendió exactamente que el bien se construye con interés y con trabajo sostenido, con información sistemática y pertinente, con medios y con oficio comprometidos. Desde EL Nacional pensó y documentó la situación internacional de México. Ahí nació su compromiso moral con los militantes en combate por la Republica Española, ahí debió gestarse la decisión histórica de integrarse al servicio exterior mexicano y de defender a los republicanos con los instrumentos legales de la diplomacia. En épocas de gran oscuridad, de maldad humana reconcentrada, se debe responder con grandes acciones morales, con grandes ejemplos de afirmación del bien, de la justicia, de la solidaridad y del derecho, con las acciones de la buena Política, aquella que se sustenta en el bien, la rectitud, la libertad y la justicia.


Gilberto Bosques en su desempeño como Cónsul general de México en Francia primero, y luego como Embajador en Portugal, nos legó una lección fundacional que forma parte del código genético de la diplomacia y del servicio exterior mexicanos de la cual nos sentimos orgullosos. Su decisión de instalar la legación en Marsella, el uso de las visas para proteger a los refugiados españoles y sus familias de la persecución nazi una vez invadida Francia por las tropas hitlerianas, su brillante gestión diplomática ante el Gobierno de Vichy, la instalación de los castillos de Reynarde y Montgrand para refugiados y asilados temporales, y sobre todo la operación de una flota de transporte marítimo rentada para sacar de Francia a los perseguidos; todas esas acciones que hoy se perciben como inusitadas, fueron actos muy inteligentes y congruentes de un diplomático valiente y digno, que nos dejó como legado un modelo de actuación comprometida que sigue siendo vigente para nuestro servicio exterior. ¡Queremos que existan muchos diplomáticos mexicanos como Gilberto Bosques! En la edificación del bien cada hombre debe decidir, y debe hacerlo de manera sostenida, perseverante y eficaz. Bosques Saldívar nos enseñó que el bien no se construye con acciones sueltas y gestos aislados. El mismo Gilberto Bosques tampoco existió cómo un hecho aislado, pues tuvo tras de sí a un gobierno humanista y revolucionario como lo fue el del General Lázaro Cárdenas, una tradición de asilo y refugio latinoamericana que acogió próceres y luchadores desde la ola de las guerras por la independencia de España; tuvo un equipo de trabajo consular excepcionalmente valiente y entregado y una familia sencillamente heróica. Pero la tradición Bolivariana, la representación del gobierno del Presidente Cárdenas, no agotaron la explicación de los actos de un hombre inmenso, incansable en su congruencia, que redactó, tramitó y firmó 40 mil visados, que todos los días de la gestión diplomática de guerra planificó, ordenó, ejecutó y verificó.

El componente de voluntad personal que lo llevó de su compromiso para construir un puente de salida a los republicanos españoles en huida, lo colocó en condición de proteger de modo especial a los judíos que se concentraron en Marsella como último puerto de posible escape, y luego decidió extenderlo a los Libaneses, a los comunistas italianos, y así a personas de 30 nacionalidades, que encontraron en la representación diplomática mexicana el salvoconducto para evadir el campo de concentración nazi, o para viajar fuera de Europa. Gilberto Bosques construyó el bien, en su densa realidad, tomando decisiones, haciéndolas congruentes, salvando todas las vidas a su alcance poniendo en alto el nombre de México en el mundo sin pensar en vanidades. Imaginemos la escena auténtica de un Cónsul en funciones, que invitaba a gritos a tomar el asilo mexicano, junto a la cerca de un campo de concentración francés de posibles deportados, he allí retrato de un hombre que se atrevió a tomar un megáfono para repetir cientos de veces: “¡Hagan una lista, México los espera, México los recibe, México los protege!, ¡Vengan! ¡Pasen!, ¡queremos apoyarlos!”, esa instantánea es un símbolo de cómo el bien se puede encarnar, transformar en acción, ser realidad decidida de modo autoconsciente y combatir al mal. El bien en su difícil concreción supone valor y audacia personales. Estas fueron pruebas fehacientes y contundentes que Bosques mostró siempre. Hay un componente personal, intransferible, único, en el legado de Don Gilberto Bosques que se condensa en una nuez: Para ser un buen diplomático mexicano se debe ser valiente, inteligente, honrado, congruente, visionario y humanista. Si no se es así, no tiene caso asumir la diplomacia como profesión.

Gilberto Bosques no inventó el derecho de asilo, no descubrió el uso de las visas diplomáticas como instrumento de protección a la vida de los perseguidos por motivos étnicos, religiosos, políticos o ideológicos. No, su mérito inmenso es que hizo reales los principios y los instrumentos, los convirtió en mundo y en vida, en pasaporte al “paraíso” (como ha llamado la extraordinaria documentalista Lillian Liberman a “La visa Bosques”) cuando por viajar al “paraíso” se entendía viajar a México. Fue la única opción que los salvó de la muerte segura. A Don Gilberto Bosques se le ha llamado el “Shindler Mexicano”, para dar una referencia a la voluntad sostenida de protección a los perseguidos, pero con todo respeto él fue muy superior al respetable señor Shindler. La analogía requiere algunos matices: Shindler actuó con inmenso valor y generosidad desde las contradicciones del sistema de explotación del trabajo esclavo de los campos de concentración, con buena fe pero no carente de intereses, Gilberto Bosques, en cambio, encabezó la representación del gobierno humanista y revolucionario de un país, decididamente antifascista. El matiz es importante, pues no solamente hablamos de actos personales, de conductas individuales ó de la moral de un sujeto. Estamos hablando de cómo el hombre y la época coinciden, el humanista de avanzada, el diplomático comprometido y visionario y su gobierno que miraba hacia la historia. Hablamos de uno de los momentos más luminosos de nuestra historia diplomática y de nuestra historia política reciente.

El legado de la gestión diplomática mexicana que dejó Don Gilberto Bosques en la Francia de la ocupación Nazi, es una marca de moral política y social que, inevitablemente, opera como parámetro y referente del actuar mexicano, pasado, presente y futuro, en el ámbito de las relaciones internacionales, de la estrategia diplomática, y del desempeño general de nuestro servicio exterior. Así se reconoce en el mundo, y para cincelar y darle continuidad a esta prestigiosa diplomacia histórica se esfuerza el Estado mexicano que encabeza el presidente Enrique Peña Nieto. El bien cuando se condensa como paradigma, marca a las instituciones y permite que éstas exijan los hombres y mujeres adecuados para su estructura y funcionamiento. El México moderno no se explica sin las aportaciones que en distintos campos hicieron y hacen destacados miembros de las comunidades judías, libanesa y española, entre otras.

Es oportuno recordar que, entre quienes salvaron la vida directamente en aquella honrosa gestión de la diplomacia mexicana se encuentra el Dr. Friedrich Katz, quien fue un pionero en las nuevas maneras de investigar, entender y narrar la historia mexicana, quien llegó a México con sus padres siendo un niño y partió a los Estados Unidos a edad adulta. Me permito destacar a este sobreviviente de entre miles, porque su vida contribuyó sustantivamente a que abandonáramos la vieja tradición historiográfica que veía las guerras exclusivamente como eventos militares, las revoluciones sociales como guerras, y la narración histórica como desfiles de tropas, artillería y fechas sin significado pertinente y transformador.

Hoy la historia mexicana se cuenta de modos distintos. Por ejemplo, Villa y la Revolución Mexicana son entendidas de una nueva manera gracias al trabajo lúcido, invaluable, de Friedrich Katz, el gran historiador al que la Universidad de Chicago y la UNAM tanto respaldaron y amaron. Al pensar en los maestros Bosques y Katz, me emociona recordar mis tiempos en Chicago y en Cuba como Cónsul General y Embajador de México. Recordar el esfuerzo y el sacrificio de nuestros compatriotas y traer las experiencias del inolvidable Dr. Friedrich Katz. Ambos estuvieron en Cuba uno como académico y el otro como Embajador. Volviendo al egregio Gilberto Bosques: Estamos en deuda con el prócer Gilberto Bosques. Le debemos la elaboración de su historia y de su obra antológica, junto a ello, también, nos debemos una historia de la contribución mexicana a la lucha antifascista del mundo. Como puede verse la vida da vuelta y el bien realizado regresa a nosotros. Hace falta, además, conocer y divulgar el trascendental trabajo de Don Gilberto Bosques como Embajador de México en Cuba al triunfo de la revolución cubana.

Su desempeño fue de la mayor importancia. En todas esas historias por escribirse este hombre tiene un lugar de honor. Las siguientes generaciones podrán conocer su vida y obra con mayor rigor y profundidad que nosotros. La definición más entrañable que se ha dado de la obra diplomática de Gilberto Bosques es la que ha hecho la Comunidad Judía Mexicana como “Defensor de los Justos”. Pero hay mucho más que decir de él. Estoy seguro que en los años por venir los componentes del bien que Gilberto Bosques supo oponer a la “Banalidad del Mal”, es decir al fascismo convertido en poder y vida cotidiana, serán narrados en toda su riqueza.

Gilberto Bosques no murió a los 103 años, pues vive como ejemplo de quienes aspiramos a ser políticos, legisladores y diplomáticos de excelencia. El bien se hereda, el mal también. Maldiciones y bendiciones se heredan por generaciones. Los valores del bien, la justicia y la libertad, tienen que ser realizados y heredados hoy con fuerza y con valor. ¡Tenemos que hacerlo por las nuevas generaciones! Ante el mundo que nos corresponde vivir hoy, donde privan actos impunes de genocidio, hambrunas provocadas, el asesinato y abuso de los migrantes, la trata de blancas, el espionaje imperial, el abuso del más fuerte frente al débil y la indiferencia interesada ante el cambio climático y los derechos humanos; el bien tiene muchas tareas pendientes por lograr. ¡El mal tiene que ser vencido!

A Don Gilberto Bosques Saldívar, nuestro gran homenajeado de hoy, hombre de bien, le quedaremos a deber que su nombre se inscriba en letras de oro en el muro de nuestra sede legislativa. ¡Lo merece! Este homenaje es apenas el comienzo del reconocimiento que los Diputados federales integrantes de la 62 legislatura le hacemos. ¡Quedamos pendientes! Finalmente señoras y señores. No puedo concluir sin dejar testimonio de mi reconocimiento y gratitud a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Honorable Cámara de Diputados dela cual honrosamente formo parte. Muy sentidamente al Presidente Diputado Eloy Cantú Segovia, quien ha asumido con pasión, entereza y seriedad la trascendencia de la diplomacia parlamentaria que hoy tiene una sesión de gloria con este homenaje. A la Diputada Adriana González Carrillo, quien con singular responsabilidad y generosidad realizó la destacada labor de editar el magnífico libro “Gilberto Bosques Saldívar, Mexicano Universal” dedicado al gran maestro que es orgullo de México. Al presidente Ricardo Anaya por su respaldo. Muchas Gracias por escucharme.

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