Durante años he escuchado la frase “los tiempos de antes fueron mejores”. No sé que tenga esto de cierto. Creo que cada época posee lo suyo, y comparar entre el ayer y el hoy, de poco sirve para entender, a carta cabal, la vida. Sin embargo, así como pienso que todo se ilumina con la luz del pasado, “futurear” y jugar a pensar cómo será el mañana, me atrapa el pensamiento con frecuencia. Ni mi abuelo, ni mi padre en sus últimos años, estuvieron familiarizados con palabras como: Internet, ciberespacio, espacio virtual, WWW o Web. Mi abuelo se comunicaba por escrito con caligrafías bellísimas que parecían bordados en tinta china, aquellas de los años porfirianos, cuando el amor secreto era escondido en los pañuelos y las misivas se enviaban en sobres aromáticos. Mi padre, escribía sus cartas y documentos a mano, con la letra que aún se enseña en las escuelas, o a través de una máquina de escribir, ni siquiera eléctrica, sino aquellas de la marca Remington u Ollivetti. Y en mi caso, pasé por la escritura a mano, la máquina de escribir mecánica, la eléctrica y la computadora que aún me tiene sorprendida, azorada, estupefacta, atónita.