“4 Veces Jai”, reencuentro de generaciones.

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Antes de empezar esta reseña haré una confesión. No recuerdo si fue en febrero o marzo de este año cuando Rosy Behar -integrante del Comité “4 Veces Jai”-, me comunicó la noticia de que recién habían iniciado el proyecto para celebrar los 72 años del Colegio Sefaradí. Por alguna razón que hasta la fecha desconozco, fui elegida representante única de mi generación para colaborar con ellos. Sorprendida, mi mente generó vertiginosamente todo tipo de excusas creíbles que me eximieran del compromiso. Antes de contestar, recapacité unos instantes y me dije: con mi rechazo pecaré de grosera y poco solidaria, así que, sin más, acepté.

Con desgano acudí a la junta de representantes. En cuanto entré, Vicky Mitrani, Directora del Comité, me entregó un elegante folder membretado con la leyenda “Generación 1970” (la mía), la cual incluía la lista de alumnos y el instructivo con las formas de pago. Escuchar los generales del evento y sus pormenores, corroboraron lo que suponía: el magno evento requería del esfuerzo titánico de organizadores y representantes (68 generaciones en total). Congregar a mis 55 o 60 compañeros de clase exigiría invertir horas de trabajo y dedicación.
Días después, saqué la lista y leí por primera vez los nombres de amigos que por años había dejado de ver. La caducidad de la lista se hizo patente apenas marqué los cinco primeros números: la información provenía de la fiesta celebrada hacía 20 años. De 60 candidatos, sólo tenía acceso fácil a dos o tres de ellos. Decidí, con su ayuda, armar una cadena a través de whatsapp en donde se sumara la información de los que cada uno frecuentaba. Empecé por contactar telefónicamente a algunos y de ahí, creció hasta lograr interactuar por ese medio con 55 amigos a la vez.

Entusiasmados con el reencuentro, todos aportaban fotografías, memorias y comentarios alegres sobre nuestra historia en común. En la primera reunión, 47 años después de concluir la prepa, la retroalimentación fue tan grata que a ese convivio le siguieron tres más. Departir con ellos transformó por completo mi actitud inicial.
El 3 de Diciembre se acercaba, era momento de definir quiénes realmente estarían presentes en el gran acontecimiento. Escuché comentarios, no sólo de mis compañeros, sino también de otras generaciones, expresando su deseo de seguir reuniéndose en petit comité puesto que la amenaza de un evento que contemplaba la congregación de 1500 personas, terminaría por tener las características de una boda donde difícilmente se podría dialogar.
La ardua tarea de convencerlos sobre de las bondades de la fiesta, me llevó a ignorar los pretextos de unos y a disfrutar de la disposición de los entusiastas como yo.


Nuevamente fuimos convocados para la entrega de talonarios y el cierre de venta de boletos. La entrega incondicional de los organizadores era encomiable. El tiempo se venía encima y había que concluir las listas de asistentes y ultimar detalles. Verlos trabajar sin descanso contagiaba su pasión y auténtico amor por la escuela. Ni las críticas ni las quejas mermaban su ilusión de ver reunidos de nuevo, después de tantos años, a todos los miembros de las filas del Colegio Sefaradí.

La fecha llegó, todo estaba listo para recibirnos. Con la seguridad de haber vuelto al hogar, los asistentes iban dejando tras ellos, en cada paso, aquello que estorbaría esa noche. La vanidad, la arrogancia y la presunción no estaban invitadas. El ego y sus secuaces, la opulencia y sus banalidades debían permanecer en casa. Una atmósfera liviana e ingrávida flotaba en el ambiente. La algarabía llenaba los pasillos; caras risueñas, abrazos, bromas, y gritos de sorpresa inundaban el espacio. El orden y la logística era perfecta, todo fluía sin tropiezo porque quienes llegaban, muchos de ellos desde países lejanos, volvían a ser aquellos niños ingenuos, divertidos y sin pretensiones, deseosos de revivir los años dorados de sus vidas mostrando la mejor versión de sí mismos. ¿Cómo describir el sentimiento amoroso guardado en no sé qué rincón del alma, cuya vigencia permaneció intacta a través del tiempo, como si éste no hubiese transcurrido?

La misteriosa magia de la amistad genuina impregnada de energía y buen humor, de memorias y anécdotas compartidas, hicieron del salón de fiestas una gran aula que nos contenía a todos, un inmenso útero atemporal que hermanaba a grandes y chicos, a viejos y jóvenes sin edad, amigos entrañables, unidos por elección.
Sigilosamente, dentro de este maremágnum de emociones desbordadas, sin alardear, deambulaban los organizadores, supervisando y saboreando la consumación de un sueño.

“Faltó un video”, escuché por ahí; “qué raro que no hubiesen discursos”, comentó alguien más, “faltó el desfile de representantes”, agregó otro. Imposible darle gusto a todos, pensé, nada de eso hizo falta, ¿existe algo más grato y conmovedor que presenciar la exaltación de más de mil personas vibrando en una misma sintonía?
La fiesta terminó, quedan los recuerdos y los incontables chats que alimentan día con día nuestros teléfonos, encargados de custodiar un universo de ideas y expresiones afectivas que mantienen vivos los vínculos y acortan las distancias.

Mi agradecimiento al Comité “4 Veces Jai” es triple: por refrendar el cariño y el orgullo de pertenecer al Colegio Sefaradí, institución que me formó; por las vivencias de una noche inolvidable, y por su labor invaluable, incondicional y ejemplar.

Para ver las galerías de fotos sobre este evento visite:

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