Mensaje de Yom HaAtzmaút – Independencia de Israel – Depto. de Educación – UMM

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Queridos amigos:

¿Cómo se construye un país de entre las ruinas de la masacre, del despojo, de la catástrofe? ¿Cómo se recupera la esperanza, la alegría, la fe, el deseo de un futuro mejor?

Y también… ¿Cómo aspirar a poner en práctica los ideales judíos proféticos de paz, de armonía, de una era de concordia… cuando se vive en un mar de hostilidad? Cuando se recibe, desde el entorno geográfico, el deseo, expreso, público, de acabar con cualquier posibilidad de independencia y soberanía nacional; de repetir el genocidio, otra vez, desde otras latitudes…


Éstos fueron algunos de los interrogantes que los Padres de la Patria, los fundadores del Tercer Estado Judío[1] en la ancestral Tierra de Israel (el primer Estado Moderno Judío) se preguntaron al idear el futuro nacional de los Hijos de Israel, exiliados desde el año 135[2] e.c. de su Tierra, de su milenaria Heredad. Esos Padres debían transmitir el mensaje de un futuro cierto, posible, viable para ese Estado Judío que debía renacer a un pueblo judío absolutamente desamparado, desolado, diezmado en cientos, en miles y en millones; la afirmación de una fortaleza que asegurase que el Nuevo Israel, que surgía de las cenizas de la Shoá, sería capaz de absorber, ayudar y acoger a los cientos de miles de sobrevivientes del Holocausto, a todos los que desearan sumarse a ese trascendente desafío histórico – reparando la tragedia histórica de 18 siglos – y, a lo que se anticipaba como un éxodo masivo judío de los países árabes – lo que terminó siendo la expulsión de los 850.000 judíos que vivían en el Medio Oriente y que serían desterrados de sus países, transformándose en refugiados. Los Padres de la Patria eran conscientes de que, a pesar del tremendo, amenazante desafío de su coyuntura, y con el peligro inminente de la guerra asesina, debían cuidar, respetar y mantener la milenaria tradición ética del pueblo judío, que demandaba la paz, y que exigía elegir todos los caminos posibles antes de embarcarse en el derramamiento de sangre que trae consigo cada guerra – con la experiencia histórica de 1800 años de sufrimiento extremo, de los escarnios más impensables e inhumanos.

Y lo lograron. Cuando el 5 de Yar del 5708 (14 de Mayo de 1948) David Ben-Gurión y los miembros del Primer Gobierno Provisional finalizaron el Documento Fundacional – La Declaración de Independencia del Estado de Israel – transmitieron con claridad los principios de un pueblo que no renunciaba a sus ideales aun cuando la realidad en la que nacía – el desastre de la Shoá; la declarada guerra del mundo árabe contra apenas 600.000 habitantes – desafiaba la fidelidad a esa ética milenaria. El texto de la Declaración reza lo siguiente:

“ …EL ESTADO DE ISRAEL permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas; promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los Profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas…

EXHORTAMOS – aun en medio de la agresión sangrienta que es lanzada en contra nuestra desde hace meses – a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes. EXTENDEMOS nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente.

HACEMOS un llamado a todo el pueblo judío en la Diáspora para que se congregue en torno de los judíos de Eretz Israel y los secunde en las tareas de inmigración y construcción, y estén juntos en la gran lucha por la materialización del sueño milenario – la redención de Israel”.

Los Padres Fundacionales pusieron en “fuego negro” (como la tinta con la que Moshé rabeinu escribió la primer Torá) los ideales milenarios del judaísmo a pesar de su colosal coyuntura. Frente a la tragedia irreparable, inconmensurable de la Shoá, los Padres de la Patria ofrecieron “libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los Profetas de Israel”; igualdad; respeto a todas las fes y religiones; paz y aspiración de confraternidad con aquellos que amenazaron – y cumplieron – con la guerra; progreso… y un futuro nacional, redentor, para todas las Diásporas judías, invitadas a sumarse a la Gran Reconstrucción de la Patria.

¿Cómo es nuestra realidad como Nación, a 71 años de la visión de Ben-Gurión y los Fundadores de Israel? Es innegable que Israel cumplió su objetivo de devolverle la esperanza al Pueblo Judío, y, mucho más, a restaurar la otrora fortaleza de una nación que parecía condenada para siempre. Israel cuidó y cuida, con abnegación, cada uno de los lugares sagrados de todas las fes que la habitan. Israel, a fuerza de tremendos sacrificios, logró convencer a los dos países con mayores fronteras comunes, Egipto y Jordania, a establecer una paz sustentada en el interés común del progreso de sus pueblos. Israel consiguió un lugar entre las naciones más destacadas del mundo, con extraordinarios logros en los campos de las ciencias, las artes, la medicina, el pensamiento y la innovación.

¿Cumplió entonces el pueblo judío con la visión de los Padres Fundacionales? En muchas áreas, lo logró y con creces, creando un país cuyo presente es excepcionalmente bueno y desarrollado. En otras, Israel sigue enfrentando de la mejor forma que puede sus desafíos en dos frentes: el externo– la acción de grupos BDS y de organizaciones y países terroristas destinada a destruir al Estado Judío –, y el interno – con los males propios de los países de Occidente, albergando en sus líneas, mayormente democráticas y moderadas, a grupos de derechas e izquierdas radicales que predican la intolerancia, el desconocimiento del prójimo, el odio y el auto-odio… Israel, el Israel real, a sus 71 años, levantada con esfuerzos titánicos, y siendo el experimento más singular de restablecimiento nacional en la historia de la humanidad, goza hoy de maravillosos logros y sufre de algunas miserias, manteniendo un espíritu crítico que señala, a veces con innecesaria devoción, cada asunto que merece ser corregido. Israel es un pequeño milagro para algunos, y un milagro absoluto, mayor, y definitivo para el mismo Pueblo Judío que conmemoró su casi muerte final hace apenas unos días, en Yom HaShoá. El Israel de hoy cumplió con los ideales de los Padres de la Patria, encabezados por Ben-Gurión… y nosotros, el pueblo judío dentro y fuera de Israel, en todas las latitudes, celebramos sus 71 años de vida – esa vida que garantiza la nuestra.

Quiera Dios bendecir al Estado de Israel,
que marca el inicio de nuestro renacimiento nacional,
de nuestro orgullo recuperado,
de nuestro futuro cierto como pueblo.

¡Jag HaAtsmaút Saméaj!
¡Felices 71 años, Israel!
¡Jazak ve’ematz!

Rabino Carlos A. Tapiero
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi


[1] El Primer Estado Judío se inicia en la Conquista de la Tierra de Israel (época de los Jueces, siglo XIII a.e.c.) y cae al final de la era de los reinados (iniciados por el Rey Saúl), con la destrucción del Primer Templo por parte de Nabucodonosor y las fuerzas babilónicas (586 a.e.c.). El Segundo Estado se refunda con el retorno de los judíos del Exilio Babilónico en el 537 a.e.c. por decisión del nuevo conquistador de la región, Ciro, Rey de Persia, y es destruido en el año 70 e.c. por el General Romano Tito, como consecuencia de la Gran Revuelta contra Roma iniciada 3 años atrás.
[2] Con la caída de Bar-Kojvá y su fuerzas libertadoras, último bastión de lucha contra el gran Imperio Romano, que se ensaña contra el pueblo judío y lo asesina masivamente en la Tierra de Israel y en todas las colonias judías en la diáspora romana.

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