Boris Rosen, Compilador del liberalismo mexicano

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Judíos destacados en México

País de enormes contrastes, México encandila a menudo a los extranjeros sensibles, quienes en ocasiones le entregan su vida para asimilarlo y para asimilarse. Es el caso de Boris Rosen, con una particularidad: Este inmigrante judío ucraniano de filiación izquierdista dedicó buena parte de su trabajo a que los mexicanos se conocieran a sí mismos.

Fue el mayor y más tenaz investigador del pensamiento liberal del siglo XIX mexicano. Pero Boris Rosen Jélomer -quien falleció el 23 de enero de 2005, a los 89 años de edad – es recordado también como un luchador social, activo en la izquierda judía y mexicana desde su adolescencia, y un promotor de la cultura yiddish.

Boris Rosen nació en Ucrania en 1917, llegó a México en 1928 con una generación de judíos, y en 1957 contrajo matrimonio con la crítica de arte Raquel Tibol, teniendo como testigos a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y a nuestro querido amigo el Arq. Manuel Rosen.


Tibol cuenta que Rosen llegó de Ucrania con sus padres, su hermana mayor y su hermano menor, el único sobreviviente. Otra hermana se quedó en la entonces Unión Soviética:

“Vivieron en un pueblo típicamente judío, Kutel, donde no había desaparecido cierto sentimiento antisemita en sectores de la población rusa y ucraniana en general.”

Boris representa o representaba el último personaje de una generación de inmigrantes judíos de izquierda en este país.

Fue secretario de redacción del importante periódico yiddish Fraiwelt (Libertad), editado en México. A finales de los años treinta, principios de los cuarenta, este periódico en yiddish lo dirigió durante una temporada Leo Katz, papá de Friedrich Katz.

A Boris se le conoce sobre todo, recalcó, por el rescate del liberalismo mexicano, “a lo cual le dedicó los últimos treinta años de su vida, pero cincuenta años antes, la primera mitad de su vida, hizo también otras cosas, en ese sentido empieza a haber interés por rescatar esa historia de una comunidad judía que no parece muy interesada en recordar que había un ala de izquierda, preocupada por otras cosas aparte de comprar casas y marchar. Toda la dimensión cultural de esta comunidad, según él, se fue perdiendo.

Otro aspecto que consideró importante destacar es “la gran biblioteca en yiddish” de Rosen, pues no sólo tenía una biblioteca en español.

El 4 de junio de 2003 Rosen recibió un homenaje por su labor como investigador y compilador de la obra del liberalismo mexicano del siglo XIX, en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Participaron en aquella ocasión además de Giron, José Luis Martínez, Enrique Semo, Rafael Barajas El Fisgón y Marcos Tonatiuh Águila, y se leyó un texto de Carlos Monsiváis (Proceso, 1388).

Amigo por más de cuarenta años tanto de Rosen como de Tibol, el historiador Enrique Semo lo evoca como un hombre “extraordinariamente honesto y firme en sus convicciones”, no sólo por esa amistad sino por ser “un hombre de gran cultura mexicana y también yiddish”.

Recordó igual su actividad en la izquierda judía desde los primeros años de su vida, así como a todos los movimientos progresistas en México.

Semo se sintió afortunado por haber sido quizá uno de los últimos en hablar con él:

“Aunque ya era muy grande de edad nunca hubiera pensado que sería la última vez que yo le oyera. Hace cosa de dos meses también estuvimos en una mesa redonda sobre un libro dedicado a la izquierda judía en México en la cual él hizo gala de lucidez y nos dejó a todos un recuerdo muy emotivo.”

Según el historiador la obra sobre temas judíos y de la cultura yiddish abordados por Rosen cubren un gran espectro. Y mencionó también cuando el especialista en el XIX se asoció con la revista Historia y Sociedad (ligada al Partido Comunista de México), de la cual Semo fue director, donde “jugó un papel muy importante, fue un hombre verdaderamente erudito en la historia del movimiento obrero internacional”.

Y desde luego destacó su papel de editor de los grandes pensadores del liberalismo decimonónico mexicano para formar la colección de obras completas de Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Guillermo Prieto… que nos han cambiado a todos la visión que tenemos sobre el pensamiento liberal.

“Yo lo conocí a través de Raquel Tibol, con la cual compartí muchas mesas redondas, ella me lo presentó, pero entonces ya había oído hablar de él en el medio judío, en el cual él tiene el respeto de toda esa generación, aun de aquellos que estaban en desacuerdo con sus ideas.”

Investigadora también del siglo XIX y especialista en Ignacio Manuel Altamirano, Nicole Giron habló de Rosen como “una personalidad excepcional” de la cual aprendió mucho.

Girón relató en ese homenaje cómo había nacido en Rosen la intención de compilar la obra de los liberales:

“Me acuerdo de una conversación telefónica que tuvimos hace más de 20 años, en la cual después de haber preparado la publicación de las obras del yerno de Juárez, de Pedro Santacilia, Boris estaba dudando hacia dónde seguía y en esa conversación telefónica hicimos una especie de programa, un menú de trabajo por varios años.

“(…) Pero ese menú que elaboramos de una manera un poco fácil… se tradujo en una larga fila de libros que podemos, ahora, incluir en nuestra biblioteca todos los que tratamos de estudiar el siglo XIX.”

Nos dice Margo Glantz:
“Recuerdo con gran cariño a Boris, es un recuerdo familiar y forma parte de mi entorno de infancia y adolescencia. Fue amigo de mi padre y ambos nacieron en Ucrania -mi padre en 1902 y Rosen en 1916- en pequeños guetos judíos, esos pequeños shtetls que tan famosos se volvieron gracias a la pintura de Marc Chagall; durante algún tiempo compartieron las mismas ideas de izquierda y, toda su vida, su amor por el yiddish, lengua que hablaron y escribieron los judíos de la Europa oriental, cultura y lengua asesinadas por los nazis, lengua en la que fueron escritas muchas obras maestras, por ejemplo, para sólo mencionar unas cuantas, las de los narradores Peretz, Shalom Aleijem, Iud Iud Singer, Isaac Bashevis Singer (hermano del anterior y premio Nobel), Opatoshu, y los poetas Leivik, Itzjak Zuskever y, mi padre, Jacobo Glantz. Ambos colaboraron también en las más destacadas instituciones de la comunidad judía y en los periódicos en yiddish que se mantuvieron vivos durante muchísimos años de manera heroica, a medida que ese idioma se iba perdiendo y sus hablantes morían, entre ellos Boris.”

“Cada vez que nos veíamos con él, o cuando me hablaba por teléfono antes de que enfermara, y muchas veces, gracias a su amable generosidad, en mi casa, para conversar sobre la obra de Prieto o la de Payno, me preguntaba invariablemente: Oye Margo, ¿no sabes dónde habrá quedado un libro de poesías en yiddish que le presté a tu padre en 1936? Invariablemente también, su pregunta me daba risa y mucha ternura, y sigue dándomelas ahora que vuelvo a recordarlo con gran cariño y emoción. Admiro y admiré sobremanera esa múltiple vertiente suya tan curiosa y entrañable, conjuntaba el amor por la literatura de su juventud, un amor nunca disminuido -como reitero- por su lengua materna, el yiddish, y su constante e inequívoca adhesión a los ideales del comunismo que le hacían conservar en su amplia biblioteca las obras de Marx, Lenin, Stalin (sí, Stalin) y tener encuadernadas revistas sobre la China de Mao y la Unión Soviética y al mismo tiempo su intensa y generosa curiosidad, su interés y perseverancia por conservar y heredarnos la obra de nuestros más grandes liberales. ”

Su obra

El legado de Rosen es imprescindible para el conocimiento de las letras mexicanas, toda vez que concentró gran parte de su vida en profundizar y recopilar exhaustivamente la obra de escritores referentes del siglo XIX. De esa invaluable labor se ha desprendido la publicación de las obras completas de Manuel Payno, Guillermo Prieto, Francisco Zarco e Ignacio Ramírez, los tres volúmenes de México y la paz, y los dos de México y Cuba, dos pueblos unidos en la historia, entre otros.

Al momento de su muerte Rosen dejó por publicar algunos tomos de la obra completa de Prieto y de Payno, así como un trabajo en proceso sobre Benito Juárez y sus opositores, en el Centro de Estudios de la Revolución Mexicana, que constará de un solo volumen. También quedará inédita una serie de investigaciones que había ya emprendido.

El investigador era consciente de que el trabajo de rescatar y revalorar a los escritores mexicanos del siglo XIX no es algo nuevo; sin embargo, su quehacer lo apasionaba por estar seguro de que se trata de un vasto universo cuya importancia testimonial y estética aún falta explorar a fondo.

A su juicio, este tipo de tareas “sólo son posibles si los responsables de los archivos y bibliotecas públicos y privados, así como los investigadores independientes comprenden la importancia de rescatar para las nuevas generaciones los tesoros ideológicos, políticos y culturales del siglo XIX”.

Además de su labor como investigador, Rosen se desempeñó como jefe de la desaparecida revista Política, en el último año de existencia de ésta, y formó parte de la delegación mexicana que asistió a los congresos de la Paz en Varsovia y en China.

A partir de 1964 comienza a publicar los documentos, discursos y correspondencia de Benito Juárez, trabajo minucioso al que dedicó casi diez años y que editó en quince volúmenes. Su perseverancia y ardua labor en la investigación lo condujeron a realizar la compilación de la obra del escritor y político Pedro Santacilia, yerno de Juárez, bajo el título Pedro Santacilia, el hombre y su obra (dos tomos, 1983).

Raquel Tibol lo dijo así: que el trabajo de Rosen ha sido “como un gran árbol que está dando frutos por acá y por allá, lo cual era una gran satisfacción para Boris, que no fueran textos muertos sino que provocaran otras investigaciones, otras revaloraciones. Eso le daba enorme alegría. Que su trabajo hubiera sido útil.”

Adaptación de un artículo de Judith Amador Tello.
Publicado en la revista Proceso Enero, 2005

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