Carta abierta a la Comunidad Maguén David y a la Kehilá Ashkenazí

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La boda de Raquel, nuestra hija, quien se casó con Jonathan Schatz, el pasado 27 de febrero en el Centro Comunitario Maguén David fue insólita.

Sucedió algo que a ojos de extraños pudiera sonar común, pero que resultó un hito en la comunidad judía mexicana: por vez primera hubo una boda ortodoxa ashkenazí en un templo de Maguén David.

Han pasado dos semanas y siguen las llamadas de gente deseando transmitirnos su sorpresa y su gozo, cuestionan cómo se permitió que el canto de Moshe Mendelsson, acompañado de violines y una flauta interpretando melodías kletzmer, pudiera inundar los pasillos de un templo con sabor sirio, o que el rabino Slomiansky fuera quien guiara con su tradición la ceremonia idish en un templo halebi.


Las explicaciones sobran. Ya antes ha habido ceremonias halebíes en Ramat Shalom, templo ashkenazí ortodoxo, y sólo faltaba que sucediera lo inverso.

Damos nuestro agradecimiento público a ambas comunidades. En primer término, a la Kehilá que permitió que su novio saliera de sus instalaciones para casarse en otro templo del yishuv. Asimismo a Maguén David por favorecer que la ceremonia siguiera el rito del joven jatán, generando así la armonía que resulta necesaria cuando dos familias, de entornos aparentemente distintos, tejen un destino común.

El Rabino Tawil, rabino principal de Maguén David, quien fungió como testigo, verbalizó públicamente su sorpresa y mencionó que esa unión fue tan insólita como cuando se abrió el Mar Rojo. Apelamos a que este inicio no sea un hito sin continuidad. Somos una sola comunidad judía en México y las bodas de hijos, con ancestros de distintos orígenes, son una realidad indiscutible y cada vez más frecuente.

Nuestros hijos son tercera o cuarta generación nacida en México. La separación, es decir el chovinismo comunitario, nos merma, reduce y condena. Es bueno saber que damos pasos para entender que sólo el respeto, la unión y la armonía entre todas las facciones y comunidades del yishuv nos permitirán florecer en el México en que nos toca sembrar raíces. Gracias de corazón a quienes abonan ese camino.

Con gratitud y afecto,

Moises Shabot Zonana y Silvia Cherem de Shabot

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