El prestigiado violinista Gil Shaham participará como solista invitado en el concierto del 85 aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional

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Para celebrar los 85 años de su creación, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) interpretará Bolero de Maurice Ravel, la suite Iberia de Claude Debussy, el Concierto para violín y orquesta, op. 14 de Samuel Barber, y el poema sinfónico Don Juan, op. 20 de Richard Strauss, bajo la batuta de su director artístico, Carlos Miguel Prieto.

Gil Shaham participará como solista invitado. Nacido en Illinois en 1971, Shaham se mudó con su familia a Israel, donde estudió violín con Samuel Bernstein. En 1981, mientras estudiaba con Haim Taub en Jerusalén, debutó con la sinfónica de esa ciudad y también con la Filarmónica de Israel. Ese mismo año inició sus estudios con Dorothy DeLay y Jens Elleman en Aspen. Al año siguiente ganó el Concurso Claremont en Israel y fue becado en la Escuela Juilliard.

En la temporada 2012-2013, continuó su proyecto de explorar los conciertos para violín de los años treinta del siglo pasado, iniciado en 2010, que incluye obras de Barber, Berg, Stravinski, Britten, Bartók y Prokofiev, interpretados con las orquestas de Baltimore, Boston, Nueva York, Chicago, Montreal, San Francisco, Kansas City, París y Tokio.


Su repertorio para la temporada incluye, asimismo, conciertos de Brahms, Beethoven y Mozart con las orquestas de Los Ángeles, Filadelfia, Cincinnati, Boston, Pittsburgh, Toronto y Seattle. Como recitalista, Shaham ha explorado repertorios nuevos, con obras de compositores como William Bolcom, Avner Dorman y Julian Milone. También ha trabajado las sonatas y las partitas de Bach, con miras a una grabación integral de estas obras fundamentales del repertorio del violín. Esta grabación se unirá a las más de veinte que ya ha realizado, en las que explora una amplia gama de repertorio.

Las grabaciones de Shaham han obtenido premios Grammy, el Grand Prix du Disque, el Diapason d’Or y el premio de la revista Gramophone. Muchos de sus álbumes han sido producidos en el sello Canary, fundado por el propio Shaham en 2004. En la actualidad, toca un violín Stradivarius de 1699, conocido como Princesa Polignac.

A través del tiempo, el siempre fascinante Bolero de Maurice Ravel ha aparecido en diversas obras de la cultura popular, desde la coreografía de Maurice Béjart –un solo bailado magistralmente por Jorge Donn– hasta en la película 10, la mujer perfecta de Blake Edwards. Su ubicuidad también se debe a su profusa inclusión en los programas de música de concierto de todo el mundo.

El Bolero le fue encargado a Ravel por Ida Rubinstein, quien había fundado y dirigía su propia compañía de danza. Como respuesta al encargo, Ravel diseñó lo que en sus propias palabras era un experimento y nada más.

El primer gran éxito de este sugestivo Bolero ocurrió la noche misma de su estreno, el 22 de noviembre de 1928, en la Ópera de París. En enero de 1930, el propio Ravel dirigió la primera interpretación en concierto de su Bolero al frente de la famosa Orquesta Lamoureux. Quien no pareció comprender del todo a Ravel fue el gran director Arturo Toscanini, quien llevó a la Filarmónica de Nueva York de gira a París y, en presencia de Ravel, tocó el Bolero a una velocidad endemoniada, como solía hacerlo con muchas partituras. Y claro, Ravel le reclamó a Toscanini, pero el enjundioso italiano no se dejó convencer, argumentando que un bolero no es una marcha fúnebre.

¿A qué velocidad debe tocarse, entonces, esta hipnótica pieza de Ravel? El gran director mexicano Eduardo Mata comentó esto al respecto en el curso de una entrevista: “El Bolero debe tocarse no tan lento como para volverlo insoportablemente pesado, ni tan rápido como para que pierda su sensualidad y sus tintes eróticos”.

Por otra parte, Imágenes, una de las cumbres sonoras del impresionismo, escrita por Claude Debussy, está formada por tres piezas: Gigas, Iberia y Rondas de primavera. La primera sección de la obra en ser creada fue Iberia, y viene a complementar la larga lista de obras de corte español escritas por compositores franceses. En este caso particular, no está de más señalar que el “españolismo” de Debussy era totalmente intuitivo, ya que durante su vida realizó una sola, brevísima visita a España, que consistió en cruzar la frontera y llegar hasta San Sebastián.

La composición de Iberia fue iniciada en 1906 y Debussy concluyó la pieza el 25 de diciembre de 1908. Como obra independiente, Iberia fue estrenada en febrero de 1910. De inmediato, Debussy se dio a la tarea de crear las Rondas de primavera, que fueron estrenadas en marzo de ese mismo año, 1910. Así como en Iberia la intención de Debussy es una aproximación intuitiva al sonido español, en las Rondas de primavera la alusión nacional es más directa, ya que el compositor emplea como materia prima las melodías de canciones folklóricas francesas.

En la pieza titulada Gigas, el compositor francés alude a un tipo de danza rústica muy antigua, popular en Inglaterra, Irlanda y Escocia En este sentido, es posible decir que Imágenes es un tríptico folklórico, dedicado en cada una de sus partes a Escocia, España y Francia; además, se trata de un tríptico cuya parte central es otro tríptico, ya que Iberia, a su vez, está dividida en tres partes. Y es precisamente Iberia la pieza que interpretará la OSN en su concierto de aniversario.

Dicho concierto dará inicio con Don Juan, de Richard Strauss. Hacia fines de 1889, Strauss acababa de ser nombrado director asistente de la Gran Orquesta Ducal de la Corte de Weimar. En el segundo de los conciertos dirigidos por él, Strauss dio a conocer su Don Juan, y la partitura tuvo un éxito inmediato. La noche del estreno el compositor tuvo que salir cinco veces a agradecer las ovaciones del público.

Para comprender mejor el final pausado, casi lánguido, del poema sinfónico de Strauss, es necesario recordar que Don Juan, al final de su vida, está aburrido y decepcionado, y se deja matar en un duelo por su enemigo. En el momento de su fin, según el poema de Nikolaus Lenau, las últimas palabras del gran libertino son estas: “Mi enemigo mortal está en mi poder, y esto, igual que la vida misma, me aburre”.

Así, con la música de Strauss en ese mismo tono, termina la vida de Don Juan, después de una larga e inútil lista de mujeres a las que ha conquistado y a las que ya no recuerda, y con un inmenso deseo de morir. Strauss dedicó la partitura de su Don Juan a su amigo Ludwig Thuille, y al paso del tiempo habría de añadir otros héroes notables a un catálogo de poemas sinfónicos que había iniciado de forma tan brillante con su Don Juan. Entre figuras como Don Quijote, Macbeth, Zaratustra y Till Eulenspiegel, Strauss habría de colocar su propia imagen musical, en el autobiográfico poema sinfónico Una vida de héroe, compuesto en 1898, rodeándose de muy ilustre compañía y reafirmando así la vanidad, uno de sus rasgos más sobresalientes.

Después de Don Juan, la OSN interpretará el Concierto para violín y orquesta de Barber. La obra le fue encargada al compositor por un rico hombre de negocios de Estados Unidos, quien quería el concierto para un joven violinista que era su protegido. Barber inició la composición del concierto en Suiza, la continuó en Francia y, al estallar la Segunda Guerra Mundial, tuvo que irse a Estados Unidos a terminar la obra.

Cuando estuvieron listos los dos primeros movimientos, Barber los mostró al joven violinista, quien declaró que eran demasiado fáciles y poco brillantes para su lucimiento. Ante esta reacción, Barber le aseguró al violinista que el último movimiento del concierto tendría suficiente material para el despliegue virtuosístico del joven músico. Sin embargo, cuando el último movimiento quedó listo, el caprichoso violinista declaró que era demasiado difícil para él.

¿En qué terminó, entonces, este embrollo musical? El rico patrocinador exigió que Barber le devolviera su dinero, pero el compositor ya se lo había gastado en Europa. Finalmente, cuando Barber demostró a través de otro violinista, Oscar Shumsky, que su Concierto para violín sí se podía tocar, el asunto llegó a un arreglo más o menos salomónico: Barber devolvió la mitad de los honorarios que le había pagado el veleidoso mecenas, y el joven y voluble violinista cedió al compositor los derechos de estreno de la obra. El Concierto para violín y orquesta de Barber fue estrenado el 7 de febrero de 1941 por el violinista Albert Spalding, acompañado por la Orquesta de Filadelfia, dirigida por Eugene Ormandy.

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