El teatro yiddish en Monterrey nació de la necesidad de preservar la cultura y la identidad judía en una tierra lejana. Con la llegada de nuevos miembros desde Europa, entre ellos la hermana de Moisés, Wenger de nombre Rujl, surgió la inquietud de formar un Grupo de Drama que representaría en el escenario la riqueza del teatro judío. Sin embargo, pronto se comprendió que no bastaba con tener un grupo de entusiastas; se requería un salón, un escenario y recursos para materializar esos sueños artísticos.
Se inció la construcción del escenario en el patio del club, bajo un techo improvisado y en mayo de 1930, finalmente se llevó a cabo la noche inaugural, una velada de literatura y canto. Jóvenes como Rojl Wenger, Sam Gary y Leibl Holzman presentaron pequeñas obras humorísticas y la señora Berta Sazlav recitó en hebreo el poema “HaMatmid” del poeta Bialik. La respuesta del público fue efusiva, y desde ese momento, el teatro yiddish se convirtió en un elemento esencial de la comunidad.
El siguiente paso fue más ambicioso: la representación de “El divorcio” de Sholem Aleijem. Con dedicación y esfuerzo, los actores se sumergieron en la obra, conscientes de que no solo representaban una comedia, sino también una parte de su propia historia y cultura.
La noche del estreno, el salón del club estaba repleto. Los aplausos acompañaban cada escena bien lograda, y cuando la obra alcanzó su punto culminante, el cielo pareció unirse al espectáculo con truenos y una fuerte tormenta. Lejos de desanimarse, el público se refugió en el salón, donde la alegría continuó con música y baile hasta que la lluvia cesó. La obra fue un éxito rotundo y, con las ganancias obtenidas, se cubrieron los gastos y aún quedó dinero en la caja del club.
El teatro yiddish no era solo entretenimiento; era un puente entre la diáspora y las raíces culturales. A través de las representaciones, los inmigrantes judíos podían revivir su antiguo hogar, transmitir sus valores y fortalecer su identidad en un nuevo país.
La elección de obras como las de Sholem Aleijem no era casual. Este célebre escritor yiddish logró captar con maestría la esencia de la vida en los shtetls judíos de Europa del Este, combinando humor y melancolía para retratar las vicisitudes de su pueblo.
El poema “HaMatmid” de Jaim Najman Bialik, recitado en aquella primera noche, encapsula el espíritu de la perseverancia. Bialik describía la vida del estudiante del Talmud, entregado en cuerpo y alma al conocimiento, simbolizando la constancia y el esfuerzo. Esta misma actitud se reflejaba en los inmigrantes, quienes, con trabajo incansable, lograron construir un espacio, un club y memoria en la lejana Monterrey.
Así, el teatro yiddish, no solo fue un escenario de actuación, sino también un testimonio de la resiliencia y el amor por la cultura de una comunidad que, lejos de su tierra natal, encontró en el arte una forma de mantenerse unida y orgullosa de su legado.
100 Años de Historia, Tradición y Comunidad.
La Comunidad Judía de Monterrey invita a conmemorar un siglo de presencia, legado y unión.
Todos aquellos que han formado parte de nuestra comunidad, que han vivido en Monterrey y que, de una u otra manera, siguen siendo parte de esta historia, les pedimos que nos ayuden a enriquecer este festejo.
Compartamos recuerdos, fotos, anécdotas y todo aquello que da vida a nuestra historia.
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