La educación en valores es un concepto muy amplio y extenso que trasciende las aulas, involucrando no solo a los docentes, sino también a los padres y a toda la comunidad. Se trata de un esfuerzo colectivo donde cada miembro de la sociedad juega un papel crucial en la formación de individuos con principios sólidos. No obstante, no se le presta la debida atención que merece. En lugar de eso, se prioriza la acumulación de conocimientos y el avance en las materias.
Existe un valor que trasciende la búsqueda del 10 en un examen o el simple hecho de aprobar al final de cada curso. Hablamos de inculcar valores de respeto y responsabilidad, de cultivar una convivencia armoniosa y de despertar la conciencia social en cada uno de nosotros. Lamentablemente, son contados quienes se atreven a ver en la educación en valores una poderosa herramienta para transformar nuestra sociedad.
Sin duda la formación en valores es esencial. ¿Por qué proliferan los casos de acoso escolar en las aulas? ¿En qué instante se quiebra la relación de respeto entre padres e hijos? ¿Qué ocurre en las mentes de los jóvenes que, después de una celebración, abandonan el lugar como un campo de batalla dejado por un huracán de basura? La respuesta es simple: la educación en valores ha sido relegada, y su significado no se toma en cuenta de la manera que debería.
Tal vez la razón resida en que ofrecer este tipo de enseñanza y comunicarla de manera efectiva requiere un considerable esfuerzo. Sin duda, lo que más necesita es tiempo. Un regalo que muchos padres y educadores se resisten a brindar a las nuevas generaciones. Quizás hemos caído en una espiral de egocentrismo. Tal vez no nos importe en absoluto el destino que les espera a nuestros hijos.
En ocasiones, pensamos que estamos sembrando semillas de valores en la mente de los más pequeños. ¿Acaso no les indicamos qué caminos pueden o no transitar? ¿Acaso no establecemos fronteras en su viaje? Es probable que así sea, y estamos absolutamente seguros de ello. Pero, ¿realmente practicamos lo que decimos? No tiene sentido aconsejar a un niño que “debe tirar los papeles a la basura” si luego nosotros mismos arrojamos algo al suelo y lo dejamos ahí. No resulta muy motivador aconsejarle a nuestro hijo que “resuelva sus diferencias con su hermano” si nosotros mismos llevamos el peso del rencor hacia el nuestro o hacia nuestra pareja.
El mejor maestro es aquel que predica con su propio ejemplo. Los principios más significativos encuentran su voz en nuestras acciones y en lo que expresamos. Por lo tanto, cultivar una educación basada en valores es esencial. No se trata únicamente de los jóvenes; también es una oportunidad para nosotros. Nos brinda la oportunidad de redescubrir y dominar esos conocimientos que quizás no asimilamos de la forma más efectiva.
No basta con contar con una asignatura dedicada exclusivamente a la educación en valores; es fundamental que estos principios se integren de manera transversal en todas las materias del currículo. Sería fundamental que esta forma de educación se integrara en cada hogar y se difundiera por toda la sociedad. ¿En qué aspectos pone su atención la educación en valores?
- Promueve una mirada reflexiva hacia las tradiciones y rutinas de consumo, entre otras cosas.
- Resalta la equidad de oportunidades, sin importar la raza, la cultura, el género, la nacionalidad o la fe.
- Proporciona claves para interactuar con el entorno de manera respetuosa, protegiéndolo de posibles daños mientras se aprende a disfrutar de su belleza y diversidad.
- Fomenta una actitud de respeto y apertura hacia la diversidad de orientaciones sexuales que nos rodean.
- Promueve una cultura de consumo consciente equipando a las personas con herramientas que les faciliten tomar decisiones informadas.
Estos son algunos de los aspectos que se intentan transmitir con la educación en valores y que nos dan una idea sobre cuál es su objetivo. ” La interrogante que resuena es: ¿por qué los valores no tienen cabida en las aulas ni en los hogares? Tal vez se deba a que, en el entorno escolar, la entrega de contenido y el cumplimiento de los programas minimizan la importancia de formar el carácter y la conciencia. Y en nuestro hogar, nos encontramos limitados a transmitir solo lo que hemos recibido; es difícil ofrecer aquello que nunca nos enseñaron.
Explorar y asumir el papel de expertos en educación en valores nos brinda un mundo de oportunidades para investigar a fondo este fascinante asunto y comenzar a compartirlo con las nuevas generaciones.
Constantemente lamentamos la falta de respeto hacia nuestro entorno, viendo cómo, en plena ola de calor, enormes porciones de tierras fértiles y verdes son consumidas por las llamas. A menudo alzamos la voz contra el racismo y la intolerancia hacia la diversidad que existe en nuestra sociedad. Sin embargo, lamentarnos no conduce a un cambio real.
Para enfrentar este desafío, es fundamental poner la educación en valores en el centro de nuestras prioridades. Porque, por encima de todo, nuestra misión es cultivar y potenciar el desarrollo de personas únicas. No se trata únicamente de cuán brillantes sean o de cuánto conocimiento acumulan. Es fundamental que aprendan a cultivar la bondad en sus corazones. Es fundamental reconocer que la educación en este sentido es una responsabilidad compartida por todos nosotros.
Si requieres apoyo, comunicate a Maayán Hajaim al 5552925131
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