En un rincón de Latinoamérica donde las necesidades son apremiantes y donde la desigualdad ancestral y la dispersión poblacional ha provocado que miles de indígenas carezcan de servicios básicos y atención médica de calidad, manos israelíes han devuelto la luz a los más necesitados.
En Chiapas, el único de los tres estados de la república mexicana que aún no alcanzan el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y que ha elevado a rango constitucional esta obligatoriedad, fue el escenario donde un ejército de mujeres y hombres de buena voluntad llegó a devolver la vista a gente en las comunidades más marginadas.
Con un trabajo humanitario, silencioso, solidario, por medio de una campaña quirúrgica de oftalmología con la participación de Médicos del Centro Médico Assaf Harofe de Israel, en el 2009, recuperaron la vista más de 140 chiapanecos.
En esa ocasión se desarrollaron 145 procedimientos quirúrgicos en beneficio de pobladores de Tuxtla Gutiérrez, Jitotol, Acala, Cintalapa, Villaflores, Berriozabal, Mazapa de Madero, Chiapa de Corzo, San Cristóbal Las Casas, Frontera Comalapa, Pijijiapan, Montecristo de Guerrero, Ángel Albino Corzo, Ocozocoautla, Pantepec, Copainalá, Tonalá, San Fernando, Libertad, Arriaga, Amatán, Escuintla, Soyaló, Ixhuatán, Villacorzo y Ostuacán.
Han pasado poco más de dos años desde esa acción humanitaria. Pero a la distancia de los meses, la luz que llegó para cambiar la vida a esas mujeres y hombres, no se ha desvanecido.
Nunca creí que iba a poder ver de nuevo: Pedro, indígena tzotzil
Vive en una comunidad del municipio de San Cristóbal de las Casas. Se llama Pedro. Su lengua materna es el tzotzil. No entiende con claridad el español. Sobrevive, con el apoyo de su familia, con la plantación de maíz de autoconsumo.
El maestro Diego Ruiz –traductor- originario de otra comunidad tzotzil, me acompaña, para realizar la entrevista. La vivienda de Pedro es un claro reflejo de la realidad de las comunidades indígenas de Chiapas.
Con una cortesía única, nos invita a pasar al interior. Extrañamente en el hogar de Pedro no se percibe el común olor a leña quemada. Utilizada para el fogón tradicional de los Altos de Chiapas, dentro de la vivienda y a ras de suelo.
Un foco de 100 watts ilumina el interior de la vivienda. Se escucha a lo lejos el sonido de una radio. Aunque carentes de cualquier lujo, su esposa Elena, nos ofrece un café de olla para contrarrestar el intenso frío que, a las siete de la tarde, ya se deja sentir con toda su intensidad a 8 grados.
Comenzamos a platicar. El maestro Diego realiza la traducción. Nos relata Pedro todas las dificultades que tenía para poder continuar con sus actividades ante la enfermedad oftalmológica que lo aquejaba.
No entiendo ninguna de sus palabras por ser el tzotzil una lengua compleja. Sin embargo, tan sólo cinco minutos después, una palabra se repite de manera reiterada, Israel. Esa la pronuncia con toda claridad.
Pedro no olvidará jamás el nombre del pueblo de Israel. De esas manos amigas y solidarias que llegaron desde otro continente hasta Chiapas para devolverle lo más preciado, la vista.
yo te felicito Jacobo por este articulo, y por supuesto se de esta clase de trabajo beneficiario que hacen los israelis en muchos lugares necesitados, pero no se hasta cuanto lo saben otras personas o prefieren no saberlo. Estamos siempre o la mayoria de las veces, mejor dicho, a la defensiva, ya que la prensa internacional y muchos grandes y famosos personajes nos tratan de malvados. Toda raba y shalom desde Israel, Esther kershenovich