Mensaje del Departamento de Educación de la UMM para los Yamim Noraím 5777

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Queridos amigos:
Era una noche del frío invierno de Europa Central. La nieve se agolpaba en caminos, árboles y viviendas, haciendo aún más pronunciada la sensación gélida sobre los hombres. En Luntzitz, la pequeña ciudad en donde iluminaba la sabiduría del Rabi Jaím Auerbach, ya hacía horas que todos estaban resguardados en el calor de sus hogares. El rabino había concluido el “Shemá Israel” en su lecho, cuando oyó unos suaves golpes que provenían de la puerta de su casa. Vistiéndose rápidamente, Rabi Jaím acudió presuroso al llamado. Se encontró en el umbral de su hogar con un hombre pálido, de manos congeladas. Le costó reconocerlo por lo descompuesto de su expresión. Se trataba del pobre zapatero del área: un hombre simple y bueno. El rabino introdujo al visitante sin mediar espera alguna al calor de los leños de su chimenea, y escuchó sus palabras – que denotaban desesperación.
 
“Rabi Jaím: necesito urgentemente su ayuda. Mi esposa acaba de dar a luz, bendito sea Dios”… La angustia dejó al zapatero sin posibilidad de continuar. El rabino secó las lágrimas del rostro del sencillo hombre, y lo instó a proseguir. “Lo que ocurre, Rabino, es que desde hace dos meses no he tenido prácticamente nada de trabajo. Nuestra situación es tan extrema, tan desesperante, que carecemos del dinero necesario para comprar unos leños con qué calentarnos. Tememos por la vida de nuestro hijo”.
 
El rabino, casi sin mediar palabra con el zapatero, lo tomó de la mano, vistió su abrigo, y salió al congelado paisaje en busca de la tzedaká de un acaudalado vecino. No importándole lo entrada de la noche, Rabi Jaím golpeó directamente la ventana del cuarto del poderoso hombre. Al asomarse, sorprendido, a ver qué ocurría, y distinguiendo al famoso rabino, el señor los invitó resueltamente a ingresar al confort de su casa. El rabino, de manera inusual, se negó. Más aún, le solicitó al vecino a que saliera a la calle para hablar con él. Algo molesto, el rico hombre se puso lo más abrigado que encontró a la mano, y salió a la intemperie. El frío se había acentuado, y el magnate sintió en su rostro su punzante presencia. Nuevamente el acaudalado hombre insistió – rogando siempre – que el rabino ingresara a su hogar… y recibió la misma respuesta. El hombre, desconcertado, le inquirió a Rabi Jaím por qué prefería quedarse bajo las inclemencias de la gélida noche en lugar de entrar en su cálida sala. El rabino, con firmeza, le respondió: “Este pobre hombre, su esposa y el bebé recién nacido que el Kadosh Baruj Hu les ha concedido, están sufriendo del implacable frío de esta noche porque no tienen dinero para comprar unos pocos leños. ¿Me preguntas la razón de contarte esto aquí, fuera del calor de tu amplia casa? Es evidente. Tú mismo estás experimentando el tremendo frío de esta noche. Ahora que sufres del mismo mal que aqueja a este zapatero y a su familia, podrás entender el peligro por el que están atravesando. Habiéndolo sentido en tu propia carne… ¿Lo ayudarás a solucionar su angustiante situación?”.
 
El acaudalado hombre comprendió claramente el mensaje del rabino. Entró a su hogar, tomó una gran cantidad de leños y una buena suma de dinero, y entregó todo al desafortunado zapatero, quien, como era de suponerse, retornó a su casita con sus esperanzas renovadas.
En estos días del mes de Elul – días de reflexión, de introspección, de evaluación -, cuando nuestros corazones se preparan al gran encuentro con Dios y Su Luz, necesitamos también nosotros de esperanzas renovadas, de leños para calentar nuestras almas, de apoyos incondicionales en el frío de los desafíos y las angustias de la vida.
El inicio de un nuevo año nos confronta con el vertiginoso transcurrir del tiempo, y lo precario de nuestros planes y programas. Reconocemos nuestra fragilidad, y, en un verdadero espíritu de teshuvá, de arrepentimiento, de introspección y de evaluación, hurgamos en el devenir individual y colectivo de nuestras vidas. Agradecidos con todo aquello que nos hace felices, que nos llena de satisfacciones y que trae el bien a nosotros y a los nuestros, reconocemos también nuestra necesidad por leños para calentar nuestra soledad, nuestras angustias por asuntos económicos, nuestras inquietudes por temas afectivos, nuestro dolor por una pérdida, o por la debilidad de nuestra salud. Todos necesitamos de la solidaridad, el cariño, la comprensión, el amor y la empatía de quienes nos rodean. Necesitamos que otros salgan al frío de nuestra noche para acompañarnos, para ayudarnos, para estar junto a nosotros con un gesto cálido; con una mano amiga…
Rosh Hashaná y los Yamim Noraím todos nos recuerdan que cada día que vivimos es un regalo único e irrepetible; que los seres que amamos y que tanto nos necesitan están aquí hoy, en este mundo, esperando que sintamos con ellos, que nos compenetremos de sus angustias, y que, si podemos, les compartamos algún leño – algo de nuestro propio calor. Rosh Hashaná y los Yamim Noraím todos nos invitan a que renovemos nuestro espíritu solidario y nuestras ganas de acompañar, de ayudar, de hacernos presentes frente al dolor, a la angustia y a la necesidad de calor de aquellos que tanto nos necesitan.
Quiera Dios que lo feliz de nuestro pasado nos conduzca a mejorar nuestro presente, recuperando el asombro por cada día, cada hora, cada instante.
 
Quiera Dios que llenemos de sol todos los que sientan frío, en el abrazo intenso de la comprensión y de la más sincera empatía.
 
Quiera Dios que este año nuevo 5777 esté lleno de bendiciones
para nosotros y para todos.
 
Y quiera Dios que continuemos viendo el desarrollo, el crecimiento
y el fortalecimiento de todo lo que nos es querido y valorado,
del Estado y el Pueblo de Israel, y de todos nuestros Macabis en el mundo.
 
Con nuestros mejores deseos,
 
¡LeShaná Tová ticatevu vetejatemu!
¡Que seamos inscriptos y rubricados para un año bueno!
 
¡JAZAK VE’EMATZ!
 
Rabino Carlos A. Tapiero
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi

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