Nuestra esperanza es vida

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Nuestra historia empezó hace cuatro años cuando nos casamos. Isaac y yo siempre quisimos tener 4 hijos, nos gustan las familias grandes y el sueño fue y sigue siendo que siempre la casa esté llena.

Tengo ovario poliquístico y desde soltera tomaba pastillas anticonceptivas para regularizar mi periodo. Antes de casarme le pregunté al doctor qué pasaría cuando quisiera embarazarme y me contestó que sería muy fácil y rápido, que me daría una pastilla para ovular. Todo parecía muy sencillo.

Llegó el momento de ir al ginecólogo y, como me había dicho antes, me dio la famosa pastilla Omifin. Pensábamos que pegaría rápido y estábamos muy emocionados. Después de tres meses iniciamos seguimiento folicular, que implica ir tres veces a la semana al doctor para un ultrasonido y ver el crecimiento de los folículos, pero nada cambió. Continuamos varios ciclos con el Omifin con dosis más elevadas y con una lista interminable de estudios los que, gracias a D-os, salieron bien, pero nuestra frustración y desesperación aumentaba con el paso el tiempo.


Después de ocho meses, el ginecólogo nos citó para saber cuál sería el siguiente paso. Nos dijo que si hubiéramos ido con él hace 30 años, la respuesta hubiera sido adoptar, pero gracias a que la ciencia ha avanzado mucho, la siguiente etapa era intentar por medio de inseminación artificial, pero él no es especialista en esto y nos refirió con otro doctor.

Llegamos con el nuevo doctor con muchas expectativas y muchos nervios porque no sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Al platicarle nuestra pequeña historia, se me hizo nudo en la garganta y pensaba: “Ahora sí, ¡ésta es la buena!”. Nuevamente nos solicitó más estudios para corroborar que todo estuviera bien antes de empezar el procedimiento. Al iniciar el ciclo, me recetaron inyecciones que me tenía que aplicar en el estómago, pero nunca imaginamos que fuéramos a llegar a esto, ya que según el médico iba a pegar muy rápido. El resultado de la prueba de embarazo fue negativo… hicimos otro intento de inseminación y el resultado de la prueba fue igual al anterior.

A estas alturas no queríamos decir nada a nuestros papás porque anhelábamos dar la noticia de sorpresa, como todos. Las infinitas idas al doctor las ocultaba porque no quería que sospecharan nada.

De nuevo nos citó el doctor en el consultorio y nos dijo que por protocolo, antes de continuar con algún otro tratamiento, debíamos hacer una laparoscopía, simplemente para revisar que todo estuviera bien. Era momento de contarlo a nuestros papás. Yo no podía entrar al quirófano sin que ellos lo supieran. Cuando les platicamos no se sorprendieron; sabían que ya estábamos buscando familia y no nos preguntaron antes porque nos querían dar nuestro espacio. Nos dijeron que contábamos con todo su apoyo y en ese momento se me salieron las lágrimas. Ya habíamos guardado muchas emociones, muchas expectativas, muchas frustraciones.

Al salir de la recuperación de la laparoscopía, le pregunté a Isaac qué había pasado y me dijo “Todo está bien” y empecé a llorar. Quería que me dijeran que habían encontrado algo que justificara por qué no me había podido embarazar, pero también le di gracias infinitas a D-os porque todo estaba bien.

El doctor nos dijo que el siguiente paso era un In Vitro, la noticia nos cayó como “bomba”. Estábamos muy nerviosos porque no conocíamos del tema; no sabíamos lo que implicaba este nuevo método. Le pedí a Isaac que fuéramos a platicar con el Jajam buscando un respaldo de que estábamos haciendo lo correcto. Cuando llegamos, sentía cómo mi voz temblaba, pues tenía un nudo en la garganta, hasta que el Jajam me dijo “desahógate, está bien”.

Un Shabat que pasamos en casa de mis suegros, fui a caminar con mi prima y le platiqué nuestra historia. Le platiqué sobre el proceso, las frustraciones, el paso del tiempo, de los ciclos…y recuerdo mis pablaras: “Me mata el hecho de que no puedo darle a Isaac la familia que tanto queremos”, “tal vez si hubiéramos empezado al año de casados, ya tendríamos un bebé con nosotros”. Saqué algunas culpas que me estaban comiendo por dentro y me frustraba que tuviéramos que gastar tanto dinero en tratamientos en lugar de invertirlo para un futuro, dinero que Isaac trabajaba mucho para conseguir. Sus palabras alentadoras me dieron fuerzas otra vez cuando me recordó que D-os es el que manda las bendiciones y que yo no ganaba nada sintiendo culpa por cosas que no dependían de mí. Me recomendó mucho platicarlo con mis amigas y no esconder aquello por lo que estábamos pasando, y eso fue el mejor consejo. Mis amigas y primas hasta hoy día han sido un apoyo que no puedo describir. No puedo ponerle precio a cada llamada, a cada plática de desahogo, a cada abrazo.

Cuando hicimos el primer intento de In Vitro aumentaron muchísimo nuestras expectativas. Todo era más… más hormonas, más presión, mayor costo del tratamiento, más tomas de sangre para análisis. Cuando hice la prueba de embarazo en sangre, esperábamos ansiosos la llamada del doctor. Cuando nos llamó y dijo que el resultado fue negativo, lloré, lloré y lloré; no pude ni decirle adiós al doctor. Isaac me abrazó y a mí me impresionó mucho cómo manejaba la situación siempre con una fe infinita en D-os.

El doctor nos pidió que fuéramos con él a platicar sobre los siguientes pasos. No había duda de que debíamos hacer otro In Vitro, pero nos habló de una doble estimulación; un estudio genético de los embriones… estudios y más estudios. El presupuesto era muy alto, y aunque yo no cuestionaba si debíamos o no pagarlo, Isaac sí y me enojé. Me dijo: “¡Si esto me garantiza que con este presupuesto voy a poder formar una familia, lo pago! Pero esto no nos garantiza nada y no quiero desembolsar esta cantidad de dinero en un solo intento”. Me enojé mucho, pero entendí perfectamente su respuesta.

Fue entonces cuando llegó a mi casa una revista del Grupo Hatikva y empecé a leer los artículos publicados y me identifiqué con varios de ellos. Vi un teléfono y llamé. Me contestó Liz Hop y fuimos a platicar con ella. Nos escuchó, nos brindó mucho apoyo moral y recomendó pedir una segunda opinión. Nos mencionó los doctores con los que Grupo Hatikva tiene convenios y elegimos ir con uno de ellos.

Fuimos a la primera cita; llevé todos los estudios que nos habíamos realizado y tomaron datos, fechas y procedimientos anteriores, entramos al consultorio y el doctor dijo: “Vamos hacer un In Vitro y espero que este año te quedes embarazada”. ¡Me sentí como en casa!

Hicimos un In Vitro y el resultado fue negativo. El doctor hizo observaciones sobre lo que debíamos cambiar para el siguiente intento. En este momento, Isaac y yo entendimos que lo que nos estaba pasando no tenía justificación médica y decidimos trabajar mucho espiritualmente.

Se presentó la oportunidad de recibir un Séfer Torá en la casa y también organizamos una Hafrashat Jalá con mis amigas. Mi hermana y mi mamá organizaron una cadena de Tehilim para que pronto podamos formar una familia. Dije el Perek Shirá por 40 días. Parecía que ahora sí el siguiente intento tendría muy buenos resultados. Recuerdo que el último día que me apliqué las inyecciones en el estómago me dolió tanto, que le pedí a D-os: “Por favor, ¡ya no más! Por favor, que éste sea el bueno!”.

El día de la prueba de embarazo Isaac llegó temprano a la casa para juntos tomar la llamada del doctor. Cuando nos marcó estaba muy nerviosa pero positiva y por fin la respuesta fue: “¡Lo logramos! Todo parece estar en orden, pero debemos repetir la prueba en dos días para asegurar que todo esté bien”. Recuerdo que saltamos de emoción, nos abrazamos, ¡lloramos de alegría! A los dos días repetí la prueba y el resultado ¡fue positivo!. Todo indicaba estar en perfectas condiciones, así que fuimos al consultorio para hacer el primer ultrasonido. No pudimos escuchar el latido del corazón porque todavía era muy pronto, pero vimos el saco amniótico.

Un viernes que estaba preparando para Shabat, fui al baño y vi rojo. Muy nerviosa le marqué a Isaac y fuimos al doctor. Me pasaron a ultrasonido y no se veía nada. “No sé qué decirles” –dijo el doctor– “es como si no hubiera pasado”. Lloré mucho, sentí un dolor muy grande. No entendí por qué había pasado todo esto. Isaac me decía “Sólo D-os sabe por qué; no debemos perder la fe”. Estas palabras siempre me ayudaron a salir adelante.

En un viaje a Israel, nos recomendaron a un doctor experto en el tema que nos podía dar un diagnóstico. Él dijo que todo se veía muy bien y que gracias a D-os estamos muy sanos y que pronto lograríamos un embarazo exitoso: “Tengan paciencia, esto es cosa de probabilidad, van por buen camino”.

En una reunión de Hatikva escuché a un Jajam quien, junto con su esposa, superaron la misma situación y sus palabras me marcaron: “Yo sé lo que se siente que en cada evento o reunión la gente te diga Pronto con ustedes. Es como un pellizco en el nervio que te recuerda eso que tanto deseas pero no llega”. Me identifiqué mucho con estas palabras y sé que la gente a mi alrededor no lo dice por molestarme, sino porque realmente quieren apoyar… pero duele ese recordatorio. Después recomendó que cambiemos la forma de recibir esos buenos deseos y siempre digamos “Amén”. ¡Claro, tiene toda la razón!

Con entusiasmo iniciamos el siguiente intento. Otra vez inyecciones, tomas de sangre, inflamación, cambios de humor. Cuando llegó la primera inyección, no sé de dónde, pero salieron todas las fuerzas que pensé ya no tener. Hicimos lo indicado, todo parecía muy bien pero el resultado fue negativo…otra vez.

Y aquí estamos: los ciclos con Omifín, dos inseminaciones artificiales, una laparoscopía y cuatro In Vitros. Es cierto que muchas veces no podemos cambiar las situaciones en las que nos encontramos, pero sí podemos elegir la actitud con la que las enfrentamos. Podemos elegir enfrentarlas solos, sin que nadie lo sepa, o podemos platicarlo, desahogarnos, y recibir todos esos buenos deseos, esos abrazos de la gente que queremos. Para mí fue un cambio muy grande platicar sobre nuestra situación. Es una realidad que gracias a D-os no hay explicación por la que Isaac y yo no hemos podido formar una familia, pero no nos cansamos de rezar y pedirle a D-os que nos bendiga, que seamos elegidos como padres y que pronto podamos formar una familia de Am Israel.

Hace un mes recibí una llamada de la clínica RMA de Nueva York en México. Una persona o grupo de personas de forma anónima quieren donarnos un tratamiento. Se me cortó la voz; no pude responder a la llamada y emocionada le marqué a Isaac a contarle la noticia. Espero y le pido a D-os que pronto tengamos muy buenas noticias y le agradezco por enviarnos este apoyo tan grande.

El objetivo de este artículo es platicar nuestra historia para que aquellas parejas que estén pasando por una situación similar se acerquen a Grupo Hatikva, a su familia, a sus amigos. ¡No hay nada de qué avergonzarse! ¡No hay nada que esconder! Acepten ese apoyo que puede hacer toda la diferencia al enfrentarse a esta situación.

Los entiendo, entiendo la frustración del paso del tiempo; entiendo la frustración cuando el resultado es negativo; entiendo la frustración de no saber qué es lo que pasa y no poder embarazar. ¡Acércate! Todos ellos te pueden brindar apoyo para desahogarte y para que esta etapa sea menos difícil.

Por último, pero no menos importante, quiero agradecer a mis padres, suegros, hermanos, cuñados, primas y amigos, inclusive a los doctores por ese apoyo incondicional. Sin ustedes esto sería mil veces más difícil. Gracias por pedir por nosotros; somos muy afortunado de tenerlos en nuestras vidas.

Isaac: soy la mujer más afortunada por estar a tu lado. Tus palabras, abrazos y apapachos cuando estoy triste, tus cuidados después de las anestesias e inyecciones. Sin ti hubiera caído hace mucho tiempo. Admiro tu fe infinita en D-os y estoy segura de que pronto seremos bendecidos.

Sharon Farca Harari

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