Presentación del libro “El Poder de las Letras Hebreas”, de Rosi Calderón Sinagoga Histórica Justo Sierra

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Texto de Silvia Cherem

Rosi Calderón, autora de El poder de las letras hebreas, libro que hoy presentamos, no se imagina aún el alcance que tendrá su obra, no percibe cuántas puertas abrirá en México y en museos del extranjero, no supone aún la trascendencia que logrará con la originalidad y la belleza conjunta de este singular texto y las 23 obras foto-pictóricas que lo acompañan y que hoy, por vez primera, se presentan en esta bellísima Sinagoga Histórica Justo Sierra, centro cultural y artístico concebido e impulsado con maestría por nuestra muy querida Mónica Unikel.

No me gustan los halagos gratuitos, pero lo digo con convicción: estamos en un rito de iniciación, este libro será trascendente por la singularidad de la propuesta de Rosi, por la condición de autenticidad que conlleva su mirada.


Me explico. Libros hay muchos, lo sabemos todos. Tomás Granados Salinas, hijo de mi admirado Miguel Ángel Granados Chapa, escribió hace casi una década en Letras Libres en alusión al ensayo Los demasiados libros de Gabriel Zaid:

Lo sabe el poeta que reclama atención para sus versos pero se niega a prestársela a los de un colega; lo sabe el lector novato ante la empinada lomita de los clásicos; lo sabe usted cuando agota el último anaquel de casa y no encuentra dónde acomodar sus compras recientes; lo sabe el editor que se dispone, una vez más, a sondear el mercado con una novedad literaria de pronóstico incierto; lo sabe el librero que a menudo carece del título que le pide su clientela y en cambio tiene existencias de otros que a él, y tal vez sólo a él, le interesaron hace ya mucho tiempo; lo sabe el responsable del almacén cuando, horrorizado, calcula la rotación de inventario: hay demasiados libros.

Demasiados libros, un exceso de lecturas posibles, abundancia de ejemplares, demasía de proyectos editoriales, de mercancías, de productos obsoletos, de autores que peleamos a brazo partido para tener un lugar, para ser publicados.

Y, sin embargo, hay libros que por su originalidad deben de ser creados, concebidos, libros como el de Rosi Calderón, que nadie más podía imaginarlo como lo que es: un híbrido que combina su quehacer profesional, pintura y fotografía, con sus preocupaciones existenciales, con su judaísmo que le permite cuestionar el hoy y el aquí, el espacio que habitamos, el tiempo que nos apresura, nuestro presente dibujado por herencias ancestrales.

Libros sobre las letras hebreas existen por centenas. Los hay del tarot, de la numerología, de secretos, de la Cabalá, de energía, de esoterismo, de carácter mágico o sagrado, de los caminos de sabiduría que emanan de las sefirot, de la presencia de Dios, del árbol de la vida y sus raíces, de sus múltiples contenidos o significados…

Los puede uno filtrar por temática: religión, bienestar y espiritualidad, historia, educación, filología… Y, sin embargo, el libro de Rosi no se acomoda en ninguna de estas categorías. En ninguna. Bien lo dice ella en el prólogo: no es un texto religioso, no abarca el contenido de cada letra, tampoco es un libro de historia, de auto ayuda ni una guía espiritual.

¿Qué es entonces?

El alef-bet, ese antiguo alfabeto con más de tres mil años de historia proveniente del fenicio y del arameo que sin mayúsculas ni vocales es capaz de expresar secretos, historia, fuerza espiritual y poesía, sirvió a Rosi Calderón como excusa creativa para expresarse artísticamente, para hallar paz y serenidad, sentido histórico y respuestas existenciales a partir de la creación de veintidós cuadros alusivos a cada una de las letras hebreas y uno más, conjunción de todo el abecedario, que fungió de portada de su libro.

¿Quién es Rosi Calderón? ¿Cuál es su búsqueda? ¿Cómo comenzó esta aventura?

Rosi Calderón ha sido creadora desde niña. Abusada, inquieta y en franca rebeldía ante las respuestas tradicionales, pasaba sus horas cuestionándose en soledad, creando collages con imágenes fotográficas y construyendo casitas de muñecas con cajas de zapatos. Ya luego en la adolescencia, aislada del ruido y del humo del cigarro, dos cosas que detesta y le producen migraña, comenzó a explorar técnicas de pintura y dibujo reutilizando materiales viejos a fin de crear nuevos desenlaces.

Al elegir profesión optó por las ciencias y no por el arte. Estudió Químico Fármaco Bióloga en la UNAM porque de una “niña inteligente” era lo esperado. Las humanidades, se decía entonces, eran una pérdida de tiempo, eran para tontos que no podían con las matemáticas o con la química y fue así como, en concordancia con esa falacia, sus profesores la incitaron a dedicarse a las ciencias duras.

Se entusiasmó con la posibilidad de entregarse a la investigación genética y, durante dos años, se volcó a la observación de microrganismos y bacterias. Suena paradójico, pero, para ella, el microscopio sirvió no sólo para descubrir mutaciones, también para reconocer “obras abstractas” en la belleza de los seres unicelulares.

Pasando sus días en varias pistas simultáneas como esposa, madre, artista e investigadora, insistía en no claudicar a su vocación artística. De manera paralela a sus estudios de Química, se inscribió en los talleres de dibujo del genial Gilberto Aceves Navarro, amigo entrañable recientemente fallecido, quien, como solía hacer con su rebaño de alumnos, un séquito de incondicionales, la impulsó a soltar su imaginación, a trazar con gozo, a regodearse con la pintura aprendiendo a mirar con nuevos ojos.

Mientras se dedicaba a ello, la fotografía tocó a su puerta de manera azarosa. En un viaje familiar en 2006 perdió su cámara y se vio obligada a comprar una nueva. Eligió una sofisticada con obturador y diafragma, deseando cultivarse para ser capaz de dibujar con luz.

La fotógrafa Paulina Lavista, una de sus primeras maestras, de inmediato descubrió su ojo creativo en aquellos tiempos en que la fotografía era aún magia inesperada del azar, resultado de una toma acertada y del buen uso de químicos en el cuarto oscuro.

Rosi continuó especializándose cursando talleres internacionales en Chicago, Vancouver, Miami y San Miguel Allende. Ha sido alumna de artistas de la talla de Ami Vitale, Ralph Lee Hopkins y Raúl Touzon de National Geographic, y David Hobby, maestros todos ellos de los Santa Fe Workshops, quienes distinguieron a Rosi incluyendo algunas de sus imágenes en los calendarios anuales de los Santa Fe Workshops.

Durante los últimos trece años, con la cámara al hombro, Rosi Calderón se ha hecho de un portafolio que la distingue en el prestigiado mundo de los fotógrafos mexicanos. En sus múltiples exposiciones casi año con año, hemos sido testigos de su capacidad de reinventarse, hemos podido constatar el proceso de madurez de su ojo sensible, de su mirada inquieta y curiosa.

Sus imágenes, publicadas en libros y algunas de ellas premiadas en el extranjero, como en el World Photography Gala Awards, detienen el movimiento fugaz de la vida: el vuelo del viento, los reflejos y las sombras, el ímpetu de una mirada, el giro en la danza, el vigor de los cuerpos, el desconchamiento de una pared mohosa.

En fechas recientes ha convertido en estudio fotográfico la casa familiar que habitó de niña en Echegaray, y la fábrica de su padre en la calle de Colima, ambos detenidos en otro tiempo, ambos cubiertos de manera literal y física con el polvo de la infancia, ambos sumidos en el vendaval de los recuerdos galopantes.

Rosi se ha encargado de limpiar y depurar lo que se detuvo hace más de treinta años y ha hallado en las paredes mohosas un lenguaje nuevo que le ha permitido fundir la modernidad surrealista de Magritte con acentos victorianos, un pasado que es mezcla de tintes románticos con tildes trágicos, recuerdos que dan vida a obras que vibran con nostalgia y esperanza de futuro.

Calderón bien sabe iluminar el sabor de lo viejo, hallar nuevos órdenes en el caos suspendido en el tiempo. Encuentra música visual en el polvo, el olvido y la humedad. La pantalla de una lámpara trasnochada sirve de máscara de un rostro humano. Un vestido pasado de moda puede bailar sin cuerpo ni cabeza con la música que emana de una consola de LP´s. Una puerta o una ventana desvencijadas son posibilidades de fuga de una etapa pretérita.

Artista curiosa e insatisfecha, Rosi ha seguido tomando cursos, experimentando nuevas técnicas, buscando narrativas personales purificadoras, herramientas que le permitan purgar, barrer y asear los ayeres.

Una y otra vez muestra, quizá a contra corriente, que la fotografía no es sólo un recurso para detener el instante, sino una posibilidad de expresar el movimiento de los segundos, para sacudir los compases huidizos y hacerlos palpitar en un nuevo fluir de la existencia.

La cámara de Rosi proyecta así lo que el ojo humano no sabe mirar. La tecnología, los lentes y la luz cambiante le permiten convertir a la fotografía, como antaño el microscopio, en un pincel capaz de abstraer imágenes: coloridos pasos que se desdoblan, melodías que se fugan, sombras que se multiplican, destellos que se filtran a través de puertas entreabiertas…

Lo suyo no son las técnicas puristas. Por iniciativa propia, siguiendo los mandatos de su corazón, comenzó a combinar pintura con fotografía interviniendo con óleo sus imágenes a fin de perseguir líneas y tachaduras, de recrear sombras, pausas y movimiento.

Su búsqueda en una multiplicidad de terrenos, la llevó en 2012 a inscribirse en un curso con título extraño: “La danza de la vida de las letras hebreas” que, por casualidad o causalidad, es el hilo conductor para que estemos todos nosotros hoy, aquí, presentando este libro.

En ese curso, la maestra, una sanadora de origen francés creyente de alguna religión oriental, incitaba a sus alumnos a meditar con las letras hebreas, les ponía música, los provocaba a centrar su mirada en su interior. La tarea era escribir lo que cada una de las letras les provocaba a cada uno de ellos y, como el lenguaje de Rosi es más de colores que de palabras, de ritmos y texturas que de oraciones, ella optó por pintar sensaciones.

Comenzó con la alef, la primera conexión entre Dios y el hombre, el inicio que amarra lo físico con lo espiritual, el cielo con el tierra, los sueños con la carnalidad, el deseo de volar con el pasado que ata.

Buscó árboles y escaleras en los fólders de las fotografías que había capturado a lo largo de los años en México y en sus múltiples viajes, a fin de que sirvieran como fuente primigenia de inspiración. Sin saber a dónde llegaría, se inscribió en cursos de arte digital para intervenir sus fotos digitalmente con los pinceles de la tecnología. No satisfecha del todo con el resultado, siguiendo una técnica que ya había experimentado con sus fotos de bailarinas, intervino con óleo los cuadros que salían de su computadora logrando crear obras plásticas de mayor envergadura.

Letra a letra fue alcanzando una nueva narrativa alusiva a temas como la justicia y la rectitud, la caridad y el sacrificio, la capacidad de dar o recibir, verdades y misterios de la creación misma.

Si tuviera que elegir uno o dos cuadros me quedaría con la fuerza del fuego de la Shin, árbol de la vida, o con la Kaf, cuya fuerza pictórica, corona del intelecto, estalla con las llamas de la potencialidad humana. Lo cierto es que todos ellos, en su conjunto, conforman un nuevo lenguaje y son parteaguas en la obra de Rosi Calderón.

Difícil es hallar la punta de la madeja, visualizar dónde están, bajo las capas de pintura, esas obras fotográficas que fueron el primer aliento. Imágenes capturadas por Rosi con su Cannon en sus recorridos por diferentes países del mundo.

Como en ese juego “dónde está Wally” uno podría ponerse a buscar fotos de Yerushalayim, de atardeceres y de auroras boreales. De árboles o palmeras datileras, del desierto insondable. Imágenes de puertas o rollos de la Torá, tefilim o mezuzot. Capturas de la devoción de los jasidim rezando, de la inocencia de niños que aprenden, de maestros que enseñan. Rostros y cuerpos de bailarines en el escenario, de yoguis colgados en aros, de mujeres embarazadas, inclusive alguna de las letras hebreas partió del ultrasonido de un bebé en gestación.

Recursos inimaginables sirvieron a Rosi como veta creativa, como resquicio para detonar la creatividad. Para estallar, agradecer y sanar. Lo que algún día llamó su atención, lo que algún día fotografió, fue vela para encender otras velas, fue un medio para deslizarse a lo más profundo de su ser, fue posibilidad para sentir el fuego, para quemarse en las llamas de la creación y renacer.

Por eso, insisto, lo suyo es un híbrido que no expresa ni la pureza de la fotografía ni el expresionismo plástico de la pintura. Tampoco es cátedra académica ni elucubración mística. Es, quizá, un poco de todo ello, y es también mucho más: una propuesta que rebasa fronteras y que llevará a El poder de las letras hebreas a espacios insospechados.

Como la letra Lamed (que proviene de limud: aprender), Rosi se sale del renglón en su afán de experimentar, cultivarse y crecer. Con la humildad de quien sigue aprendiendo, se ata a ese potro de la vocación creativa, a ese férreo y gozoso empeño que la obliga a buscar caminos visuales propios, una estética autónoma, una danza de luz suspendida en el tiempo.

Enhorabuena, querida Rosi. Muchas felicidades, me siento privilegiada de haberte acompañado en este proceso.

Muchas gracias.

Acerca de Silvia Cherem

Es Premio Nacional de Periodismo 2005 en la categoría de Crónica, por la serie “Yo sobreviví al tsunami”, y tres veces semifinalista del Premio Nuevo Periodismo de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, presidida por Gabriel García Márquez. Publica crónicas seriadas, entrevistas de largo aliento y reportajes especiales de temáticas nacionales e internacionales de índole cultural, política, científica y social, especialmente en los periódicos del Grupo Reforma. Es autora de: Entre la historia y la memoria (Conaculta, 2000), Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez pintores mexicanos (FCE, 2004), Una vida por la palabra. Entrevista a Sergio Ramírez (FCE, 2004), Examen final. La educación en México 2000?2006 (Crefal, 2006), Al grano. Vida y visión de los fundadores de Bimbo (Khálida Editores 2008) y Por la izquierda. Medio siglo de historias en el periodismo mexicano contadas por Granados Chapa (Khálida Editores, 2010). Su entrevista a Octavio Paz titulada “Soy otro, soy muchos”, forma parte del Tomo 15 de las Obras completas del Nobel de Literatura.

1 comentario en «Presentación del libro “El Poder de las Letras Hebreas”, de Rosi Calderón Sinagoga Histórica Justo Sierra»
  1. EN DEFENSA DEL HEROICO PUEBLO JUDIO.
    FAVOR VISITAR MI WEB: wwww.arnoldotauler.net
    Y VER “LA OTRA HISTORIA DE HITLER” y “SHAHIDA”
    , DOS NOVELAS EXTRAORDINARIAS DIGNAS DE UN PUEBLO QUE ES PUNTA DE LANZA DE LA CULTURA OCCIDENTAL EN MEDIO DE 22 PAISES MUSULMANES, Y SOBRE TODO EL PERSA DE IRAN QUE DESEA DESTRUIRLO. ¡ARRIBA, ISRAEL!
    arnoldo tauler

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