Presidente del Consejo Sionista de México: “Donde no hay una federación sionista, hay que formarla”

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Beny Zlochisty, presidente el Consejo Sionista de México, dialogó con ItonGadol luego de su participación el domingo pasado del Encuentro Sionista Latinoamericano que organizó en Buenos Aires el Departamento de Actividades Sionistas para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial.

-Usted fue activista de joven, cursó el Majon para Madrijim (Instituto para líderes juveniles de las comunidades de la diáspora en Israel) y hoy es el presidente de la Federación Sionista de México. ¿Cómo llegó a ese cargo?

-En México el 95 por ciento de los chicos que están en edad escolar pertenecen a la red escolar judía. Yo excepcionalmente soy un producto de una situación distinta, pues no estudié en una escuela judía. Mi judaísmo y sionismo lo obtuve en mi casa y en la tnua (movimiento juvenil). Éramos una tnua mercazí (de centro), fuera de la ciudad de México, en la zona llamada Echegaray, donde formamos una tnua y un Shil (templo). La tnua era Ein Aneurim, la fuente de la juventud; y el Shil de Echegaray, que lo sigue siendo para una minoría que todavía vive en esa zona. Ahí nos formamos como madrijim, fui rosh Jinuj y rosh ken (secretario de educación y del centro en donde realizábamos las actividades), hicimos la Hakshara (año de estudio en Israel), donde estuvimos primero en un kibutz. Posteriormente fuimos al Majon de Madrijim y al final de la Hakshará nos acogió Noar Hatzioni (movimiento juvenil sionista realizador) en el kibutz Nitzanim. Mi vida sionista fue muy interesante. Cuando regresamos a México, seguimos en la tnua. Siendo ya universitarios, la Embajada de Israel nos pidió que hiciéramos una especie de shlijut en la Unión Soviética y en 1984 viajamos a contactarnos con los refuijniks (denominación que se les daba a los judíos soviéticos, a los que se les negaba el permiso para abandonar la URSS). Fue una de las experiencias más intensas que he tenido en mi vida. Con ellos hablaba en idish, también hablo hebreo e inglés, además de castellano. Los años fueron pasando, formamos la Federación de Universitarios Judíos de México. Si fuiste madrij, siempre te quedas haciendo algo en la comunidad. Me recibí de licenciado en Administración de Empresas y presidí el Comité de Juventud de la Kehilá Ashkenazí. Años después, me seleccionaron, por dos ocasiones, para ser madrij en Marcha por la Vida, donde estuve con varios grupos, entre ellos uno de sefaradim, que no entendían muy claramente lo que era la Shoá, pero hicimos que cantaran el Himno de los Partisanos en idish en la plaza Mordejai Anilevich.


-¿Cómo es la relación de la comunidad con el gobierno mexicano?

-Ahora vamos a cambiar de gobierno, esperemos que con el gobierno de izquierda nos vaya bien. Hay una versión que dice que este nuevo gobierno es un lobo con piel de oveja, es decir, que sigue siendo el mismo gobierno. Hay otra versión de que es una efectiva izquierda que viene a transformar al país, que tuvo una rotunda victoria en las elecciones pasadas. El presidente Andrés Manuel López Obrador está muy bien considerado, porque estuvo anteriormente al frente del Distrito Federal y vienen tiempos de cambio. Esperemos cosas buenas y como comunidad, tener una buena relación también con el nuevo presidente y ver las cosas positivas.

-La comunidad judía de la ciudad de México ¿tiene un alto porcentaje de integrantes jaredim (judíos observantes u ortodoxos)?

-Sí. Hay una comunidad, Maguen David, que son judíos de Alepo, que tienen yeshivot llenas (de alumnos), son gente muy activa en lo que es la religión.

-¿Cómo ve a la comunidad? Porque el hecho de que los jaredim sean fuertes genera un desnivel con el resto de las comunidades de América Latina, donde hay no observantes y observantes jaredim y de líneas liberal.

-La comunidad judía de México es sui generis. Somos apenas cuarenta mil judíos. Muchos muchachos ya han viajado al exterior, a Israel o Estados Unidos, a buscar otro nivel de vida, salir de lo que es la burbuja comunitaria, porque así le llamamos nosotros. Los jaredim no son una parte que moleste. Yo creo lo contrario: que fortalece y tiene su propia tendencia y corriente. Pero también hay una gran mayoría, cuarenta y tantos por ciento, que no es jaredí. Son los líderes comunitarios. Son la gente que lleva adelante el Centro Deportivo Israelita, que es muy importante en México.

-¿Los jaredim participan de las actividades deportivas?

-Sí, de hecho lograron un Shil dentro del propio Centro Deportivo Israelita. Hay gente muy activa, hay más moderada, hay más extremista, como en todo, pero en general la comunidad es muy unida. Sin presunción, puedo decir que somos un ejemplo a seguir dentro de las comunidades judías del mundo. Somos una comunidad sionista, muy arraigada a sus tradiciones; somos cinco comunidades y no es fácil dirigir el Comité Central.

-¿Integra el Comité Central?

-No. Yo solamente soy presidente del Consejo Sionista, donde agrupamos a un representante de cada una de las comunidades y de todas las instituciones sionistas, a diferencia de lo que tienen en Argentina, que la federación sionista se conforma con factores políticos. En México la importancia de la política es un poco menor, aunque cada cuatro o cinco años llegan los partidos a exigir su lugar para el Congreso Sionista. Pero durante el año trabajamos mucho internamente: vamos a las universidades a dar hazbará (esclarecimiento) a los muchachos; tenemos un equipo de gente que trabajamos directamente con las comunidades evangélico-cristianas, que son declarados amigos de Israel, y tenemos buena relación con ellos. Dentro de la comunidad tenemos el Jidon Hatzionut (concurso sobre sionismo), los premios Herzl y Jerusalem. Obviamente hacemos distintas actividades todo el año.

-Fuera de ciudad México, ¿dónde hay comunidades importantes?

-Hay comunidades muy pequeñas, en Cancún, Guadalajara, Monterrey, otra pequeñita en Tijuana, y para sorpresa de mucha gente hay una comunidad de americanos y canadienses que están tratando de vivir en un pueblito que se llama San Miguel de Allende, a cinco horas en coche de ciudad México. Es una comunidad de gente retirada de Estados Unidos, que han comprado sus casas ahí, celebran Shabat y ya comenzaron a pensar en traer un rabino. En Cancún comenzó a trabajar Jabad Lubavitch y miembros de la comunidad fueron a vivir allá.

-La comunidad judía de México fue muy importante manteniendo relaciones con los judíos de Cuba. ¿Qué opina sobre las relaciones que existen entre las federaciones sionistas latinoamericanas?

-Es correcto lo de Cuba, donde al día de hoy existen unas 300 personas judías y el tema de las relaciones entre las federaciones justo fue uno de los temas que platicábamos aquí. Pienso que no puede haber un Congreso Sionista Latinoamericano sin que asistamos todos los latinos. Por ejemplo, dónde está Costa Rica o Panamá, que son grandes comunidades. Hay que invitarlos, por algo se empieza. Donde no hay una federación, hay que formarla, y comenzar a trabajar. Roma no se hizo en un día, porque no se la quiso hacer en un día; el Estado de Israel tampoco se hizo en un día, se hizo en muchas noches de joma u migdal (cercos y un mirador). Hay que tomar en cuenta que hay muchas comunidades latinas con las que hay que relacionarse y darles una visión. Por ejemplo, las comunidades latinas del sur de Estados Unidos: San Diego, Los Ángeles, Houston, Dallas, Miami y hay que darles un espacio.

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