Entretuvo a la sociedad mexicana como dueño de varias salas cinematográficas en medio del fuego revolucionario pero, a diferencia de otros inmigrantes judíos que llegaron al País, Jacobo Granat regresó a Europa y sucumbió ante la barbarie nazi.
La biografía de este hombre nacido en Lemberg, Ucrania, en 1871 y pionero del surgimiento de la comunidad judía en México, fue escrita por la historiadora Alicia Gojman de Backal y presentada hoy en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología.
Granat desembarcó en Nueva York a los 18 años de edad y más de 10 años después, en 1897, arribó a México, donde llegó a consolidarse como el mejor fabricante de petacas en la época de Porfirio Díaz, aunque también incursionó en la minería, la compra de automóviles y el transporte de turistas, recordó Silvia Hamui Sutton, especialista en literatura comparada.
Destacó como empresario cinematográfico al dedicarse a la distribución y exhibición de películas extranjeras. La falta de liquidez lo orilló a asociarse con tres estadounidenses, terminó perdiendo “hasta la camisa” y, tras ser acusado de estafa, salió del País en abril de 1922. Acabó sus días en un campo de exterminio.
Durante el tiempo que residió en México fue un promotor asiduo de las reuniones entre judíos, por lo que encabezó la Alianza Beneficencia Monte Sinaí, la primera institución judía reconocida por el gobierno mexicano desde donde financió la adquisición de su primer panteón en la capital.
“Se caracterizó por la búsqueda constante de la vida comunitaria y a la vez se ocupó de la vida interna del país que lo acogió, se ocupó del entretenimiento en medio de un México controversial”, consideró Raquel Torenberg, directora general del Colegio Hebreo Sefaradí.
El libro sobre Granat, publicado por la Comunidad Ashkenazí de México, recupera documentos, artículos periodísticos, testimonios y fotografías a lo largo de sus 172 páginas que dan cuenta del panorama de un hombre y de su época, según Hamui Sutton.
La autora de Jacobo Granat. Una vida de contradicciones. Entre la comunidad y el cine reconoció que en la investigación que emprendió para desentrañar la vida de este personaje jugó un papel fundamental Luis Granat, familiar del ucraniano, quien se dedicó a revisar los periódicos de principios del siglo 20.
Visiblemente conmovido, Luis Granat tomó la palabra para confesar que el legado de Jacobo lo llena de orgullo porque sembró la semilla de la comunidad judía y lo dotó de un sentido de identidad y pertenencia.
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