“Qué bueno es cuando los hermanos están juntos”.
“Hine má Tov umanaim shevet ajim gam yajad”
(Tehilim 133:1)
La semana pasada muchos de nosotros tuvimos la oportunidad de vivir las Macabeadas Panamericanas, una experiencia increíble que fuera de ser solamente un evento deportivo se volvió algo mucho más grande y emotivo. Se convirtió en una oportunidad de convivencia, de enriquecimiento y sobre todo de unión. Cada quien llegó con una historia diferente, con un bagaje cultural distinto. Algunos hablaban inglés, español, húngaro e inclusive portugués, pero sin duda encontré que hay un lenguaje común entre nosotros. Lo vi en nuestro compañerismo, en nuestra emoción, en nuestra sed de extender la mano, en nuestros bailes, en nuestros rezos y en cada una de nuestras sonrisas. De pronto todo pasó a segundo plano y dejamos de ser “de Argentina”, “de Brasil” o “de Venezuela” y pasamos a ser judíos.
Cuando me enteré de que Cuba vendría a las Macabeadas me emocioné mucho. Alguna vez fui a conocer a la comunidad cubana y me sorprendió su manera de conservar la religión a pesar de cualquier adversidad. Sus sinagogas acogen a cualquier persona que entre, y su gente aún más.
Cuando vi su felicidad al llegar al “Depor” mi emoción se multiplicó. Pronto empecé a pensar en alguna forma de poder darles un pedacito de México. Se me ocurrió hacer una pequeña colecta de cosas útiles que pudieran llevarse; lo puse en Facebook e inmediatamente tuve cientos de personas interesadas en apoyar la idea. Llegaban bolsas y bolsas llenas de cosas, revisamos que todo estuviera en buen estado y logramos llenar 34 maletas. Me di cuenta del poder que tenemos cuando estamos juntos y me sentí muy orgullosa de nuestra Comunidad, de su bondad y la grandeza de sus corazones. Y eso es lo que se llevan de nosotros…porque finalmente “lo esencial es invisible para los ojos”.
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