Carta pública a doña Trinidad Jiménez, Ministra de Asuntos Exteriores de España

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Doña Trinidad: Son causa de preocupación y disgusto para los venezolanos -en concreto para los opositores a Chávez que son casi la mitad del país, por cierto- sus desafortunadas declaraciones acerca de la inexistencia de presos políticos en Venezuela. Ha causado usted casi tanto revuelo como el “¿Por qué no te callas?” que su Majestad propinara al presidente de Venezuela en aquella cumbre. Así ha sido. Y con todo respeto, señora ministra, yo también alzo mi voz para protestar por lo desacertado de sus palabras.

Sepa usted, doña Trinidad, que a la vez que venezolana soy ciudadana española. Y bajo el entendido de que usted y yo somos iguales, salvando las distancias de consideración que usted merece por su alta investidura, puedo dirigirme a usted sin ataduras. ¿Y sabe por qué? Pues porque en España, en nuestra España, hay democracia verdadera y la libertad se materializa en cada manifestación, denuncia, reclamo y publicación en los medios de comunicación del país de cuanto asunto apetezca. Lo extraordinario de todo ello es que no hay temor a decirlo porque la ley garantiza la libertad de expresión y las garantías se cumplen.

Le decía que rechazo sus declaraciones porque a pesar de que la política es, la mayoría de las veces, pragmática, no puede uno asumir posiciones tan heterodoxas y lograr la liberación de presos políticos en Cuba mientras los desconoce en un país latinoamericano cuyo mandatario se alía con enemigos de la paz. No se entiende, señora ministra. Suena demasiado a conveniencia. Puede una, como canciller de un país, moverse sigilosamente entre dos aguas. Casos se han visto y muchos. Pero que la representante de Asuntos Exteriores de España, que ha hecho suyos nobles compromisos como lo ha sido el encuentro de civilizaciones así como la lucha por los derechos humanos y la libertad, especialmente después de haber vivido bajo una férrea dictadura, emita tales juicios, es inaudito.


La diplomacia enseña que los apretones de manos son efectivos en algunos casos, pero también enseña a defender los intereses de los nacionales que se encuentran en el exterior. Y aquí, ministra, hay muchos españoles que amamos España y amamos a Venezuela porque también somos venezolanos. Por tanto, debería usted, en su justa medida, propiciar un clima de tolerancia y justicia en nuestro país. Por eso nos sorprende su opinión. Especialmente cuando -usted lo sabe bien, porque ha de estar bien informada- en Venezuela todos los días el Gobierno lleva a cabo acciones que dan la espalda a la legalidad, cosa que ha sucedido en perjuicio de compatriotas suyos y míos.

Es natural que como encargada de las relaciones internacionales de un país trate usted de hacer el contacto binacional lo más llevadero posible en favor de los negocios que darán jugosos beneficios al Estado español, pero de ahí a negar lo que el mundo entero ha visto y ha sido denunciado ante organismos internacionales -para lo cual han sido enviadas a usted exactas referencias a través de la representación española en Venezuela- hay un abismo.

Sepa usted, doña Trinidad, que la jueza María Lourdes Afiuni tiene casi un año sin salir de la celda donde está recluida y ver el sol. Increíble ¿Verdad? También le sería preciso conocer sobre la persecución política e incluso la detención de algunos que lideraron el paro nacional en el año 2002. A propósito de ello, en España hubo un llamado a paro recientemente y al día siguiente no hubo detenidos por hacer uso de un derecho ¿O si?

Los venezolanos vivimos con miedo a hablar, señora ministra, igual que en Cuba. A diferencia de España donde una puede escribir una carta pública respetuosamente, sin temor a ser perseguida, acosada o apresada por disentir del Gobierno. Porque sepa usted también que aquí se elaboran y manipulan pruebas a conveniencia. ¿O no ha escuchado usted sobre los exiliados venezolanos que han debido huir a Estados Unidos, Perú, Colombia o a la misma España?

Allí la represión acabó con el franquismo. Aquí, se instauró de nuevo con Chávez. España sabe lo que es vivir bajo el manto de una dictadura atroz. Y usted desde siempre ha luchado por los derechos de los españoles desde su perspectiva. Aquí también luchamos por los nuestros que no son distintos a los de allí. Recuerde que la libertad es universal.

Por todo ello se nos hace difícil entender que siendo usted la ministra de Asuntos Exteriores española, con lo que se presume enterada de la actualidad política de países como Cuba, Bolivia y Venezuela, donde España está llevando a cabo grandes inversiones, no sepa de antemano lo que aquí sucede. Como venezolana rechazo contundentemente su pragmatismo so pretexto de sacar utilidad en los negocios. Pero no tiene usted que defender los derechos de los venezolanos si no quiere. No obstante, tampoco debería aventurarse a emitir juicios que niegan una realidad como la nuestra. No se hace usted un favor. Como española, tengo el derecho de protestar por este medio, pacíficamente y sin miedo alguno y exijo de usted algo más de moderación a la hora de hacer declaraciones. Hacer silencio, o en todo caso “voltear a otra parte” a veces, es de mayor provecho. La diplomacia también enseña eso.

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