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| Oración en la mezquita de la M-30 de Madrid. EL MUNDO |
Las mezquitas son el epicentro de la vida comunitaria para los 1.300.000 musulmanes residentes en España (el 2,5% de la población). Sin embargo, cada vez que intentan construir una nueva, los vecinos no musulmanes se oponen de forma sistemática. El Ministerio de Exteriores y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) han constatado que “la sociedad reacciona problemáticamente ante esa nueva realidad”.
En la guía ‘Musulmanes en España’, editada por la Casa Árabe, esta agencia dependiente de Exteriores enumera los principales obstáculos a los que se enfrentan estos lugares de culto, que cifra en 435 (con datos de 2006), aunque cálculos más recientes de las Fuerzas de Seguridad del Estado y del Ministerio de Justicia las elevan hasta más de 600.
Hay que distinguir, eso sí, entre los 13 grandes centros islámicos existentes en nuestro país como el de la M-30, en Madrid y los centenares de oratorios repartidos por garajes y locales “no siempre bien acondicionados para el culto colectivo”, según la guía. Algunos de ellos no se inscriben en el Registro de Confesiones Minoritarias del Ministerio de Justicia e incluso desarrollan sus actividades de forma furtiva.
Es ese “temor frente a una presencia que se identifica con lo extraño, lo desconocido y sospechoso” lo que suele causar las “reacciones sociales en contra de la apertura de estos espacios”. El informe explica que, ante las protestas vecinales, no queda más remedio que llevar los oratorios a zonas industriales o periféricas alejadas del núcleo urbano.
“La deslocalización es tan perjudicial como probablemente lo serán los efectos en el grado de participación social de estos colectivos en la vida del municipio”, concluye.
El diputado socialista en el Parlamento catalán Mohamed Chaib denunció ayer, durante la presentación de la guía, que la falta de mezquitas dificulta la integración de los musulmanes en nuestro país.
Estos centros tienen además otros problemas:
Son insuficientes
El informe detecta que los espacios disponibles se han quedado “pequeños ante el aumento demográfico del colectivo”. En Cataluña, donde se concentra la mayor parte de la población musulmana, ni siquiera tienen un centro islámico oficial.
Gema Martín Muñoz, presidenta de la Casa Árabe, señala que la construcción de mezquitas de una forma transparente y abierta ayuda a reducir en la sociedad los temores de fundamentalismo y garantiza “que la integración sea un éxito”. Por el contrario, “si los musulmanes se intentan ocultar, ahí es cuando hay que preocuparse”.
Luchas de poder
El estudio advierte de las “pugnas internas por el control” de los centros. “Gestionar estos espacios siempre es una tarea complicada. El desgaste personal que sufren las juntas que gobiernan las mezquitas lleva al agotamiento de estos liderazgos”.
Estas luchas de poder ponen de manifiesto la crisis que atraviesa la Comisión Islámica de España (CIE), el interlocutor único de los musulmanes con el Gobierno. El informe reconoce que su estructura con dos secretarías generales contrapuestas “ha sufrido siempre de cierta fragilidad” y que “no cuenta con el apoyo de importantes sectores musulmanes”.
Según Mohamed Chaib, la “asignatura pendiente” de los musulmanes es “la reforma” de la CIE para adaptarla a los nuevos tiempos. No hay que olvidar que desde su creación, en 1992, se ha mantenido invariable y que los musulmanes de muchas de las 672 entidades religiosas inscritas en el Ministerio de Justicia a fecha de 2009 no se sienten representados. Chaib lo tiene claro: “La solución es hacer elecciones”.
Choques generacionales
“No son capaces de satisfacer de manera adecuada las demandas que formulan los colectivos musulmanes”, dice la guía. Se produce así un “choque generacional” al desarrollar las prácticas religiosas: los jóvenes llegan desde los países de origen con una formación más intelectualizada que la de sus padres, que proceden más del mundo de las tradiciones y de las costumbres.
Esto se refleja en “tensiones intergeneracionales y discrepancias a la hora de realizar el culto, gestionar la mezquita y organizar sus actividades sociales intercomunitarias”, lo que causa “importantes divisiones dentro de la comunidad”.
Falta de medios
La precariedad de recursos materiales financieros y humanos es “crónica”. El informe señala que no hay fondos para contratar personal o desarrollar proyectos sociales.
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