Musulmanes en Chiapas

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San Cristóbal.- En las afueras de San Cristóbal de las Casas, al final de un largo camino de terracería, indígenas tzotziles construyen una habitación. Es una mezquita. Faltan detalles para terminarla, pero ya la utilizan para reunirse y adorar a Alá. “Encontramos la verdad en el islam”, comenta Mariano Hernández Méndez, quien hace cinco años dejó de profesar como testigo de Jehová, para ahora “rezar en árabe, porque ése es el principio, la raíz”.

Ante sus hermanos de credo, Mariano es Muhammad Isah e integra una de las dos comunidades islámicas que habitan en Chiapas. Hace un año en la entidad había un solo grupo de musulmanes. Ahora, los seguidores de Alá se han dividido. El mensaje del Islam llegó a San Cristóbal de las Casas en 1994. Lo llevaron dos españoles que se establecieron en un lugar que parecía predestinado: calle Damasco, colonia Nueva Esperanza.
Fundada hace algunas décadas por indígenas tzotziles, expulsados de San Juan Chamula por ser evangelistas, la Nueva Esperanza se ubica en los límites de San Cristóbal, en una de las áreas más pobres de la ciudad, en donde el silencio se rompe esporádicamente cuando algún automóvil circula por el periférico que divide la colonia. “Los españoles llegaron poco después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Se reunieron con varias familias para dar a conocer el islam”, explica Juan o Muhammad, veinteañero que dejó a los evangelistas para unirse a los musulmanes, como lo hicieron todos sus parientes hace cinco años.

Cerca de 200 indígenas fueron seducidos por el mensaje que llevaron Aureliano Pérez y Esteban López, los españoles portadores del mensaje islámico. “Prometieron muchas cosas. Decían que tendríamos oro, plata, terrenos. Pero, no cumplieron”. Las palabras de Juan coinciden con la de otros indígenas: “Decían que éramos una mierda, que no teníamos que comer tortilla, porque es una mierda, ni hablar en nuestra lengua”. Esta actitud alejó a muchos de los indígenas que ya se habían convertido al islam y que prefirieron regresar a su antigua religión.


Las diferencias entre los españoles y los tzotziles aumentaron en 1998, cuando Ismael López, miembro de la comunidad musulmana en la ciudad de México, arribó a Nueva Esperanza para conocer el trabajo que ahí se realizaba. “Hace dos años, algunos indígenas de San Cristóbal de las Casas llegaron a la ciudad de México a buscar a la comunidad musulmana. Los españoles les habían dicho que no había musulmanes en todo el país, pero ellos se informaron y enteraron que sí existía una comunidad en el Distrito Federal.” Ismael, quien lleva diez años profesando como musulmán, pasó tres días en San Cristóbal de las Casas: “Me di cuenta de que el islam que ellos predicaban está totalmente en contra de lo que nuestro profeta Muhammad (Mahoma) nos enseñó. Ellos -los españoles- me daban la excusa de que predicaban las enseñanzas de su Sheij (líder espiritual), que está fuera de México. Cuando los nativos se dieron cuenta de que no eran los únicos musulmanes en el país y que yo no hacía las oraciones como se las estaban enseñando, comenzaron a cuestionar a los españoles”. Abdul Rahim o Marcos Hernández Gómez fue quien más desconfió de la forma en que los españoles les estaban enseñando su credo: “Aureliano Pérez decía que teníamos que dejar la casa, abandonar la escuela y formar una comunidad musulmana. Nosotros estudiamos y nos dimos cuenta que el islam no es así. La religión nos permite estar en nuestras casas y no dejar la carrera, ni sacar a los niños de la escuela del gobierno”.

Hace un año, Abdul Rahim y su familia, así como otros indígenas, decidieron separarse de los españoles y formar su propia comunidad musulmana, la cual está inscrita dentro de la corriente sunita, una de las tantas ramificaciones del islam y con el mayor número de seguidores en el mundo. “Los españoles tienen otras ideas que no son las que enseñó el profeta Muhammad. El islam respeta las razas y no se puede inventar cosas”, explica Muhammad Isah, quien dice con orgullo que es tzotzil, como los miembros de las otras cinco familias musulmanas que viven en Molino Los Arcos, una pequeña comunidad aislada de la urbanización donde conviven evangelistas y adoradores de Alá. Ahí todos son tzotziles y comparten las mismas carencias. Todas las casas son de madera, a excepción de la pequeña construcción de cemento que funciona como escuela primaria y el cuarto de adobe que a pesar de estar todavía inacabado funciona ya como mezquita. La mayoría de los hombres se dedican al cultivo del maíz, pero para poder contar con más recursos económicos hay quienes van al bosque, ahí pueden tener trabajo temporal en el aserradero. Calle Damasco, número 8, colonia Nueva Esperanza. No hay más Dios que Allah y Muhammad su mensajero. Centro de Información sobre las Enseñanzas del Islam. Centro de convivencia y desarrollo social para los musulmanes. El letrero ocupa gran parte del muro blanco que resguarda la casa. Durante el día funciona como escuela, carpintería y sitio de oraciones. El sonido de la sierra cortando la madera es lo primero que se escucha al llegar a la puerta del centro musulmán.

Mujeres con el cabello cubierto con una pañoleta y largas faldas de tonos sepia reciben al visitante. Es viernes, día del Yuma, de oraciones y comida en la que participan todos. El ajetreo en la cocina es incesante. Entre tanto, al fondo del amplio terreno, los hombres trabajan en la carpintería y un pequeño grupo de niños permanece en uno de los cuartos de madera que funciona como salón de clases. No es posible hablar con Aureliano Pérez, conocido entre los indígenas musulmanes como Sirinafia -Señor Nafia-, ni tampoco con Esteban López. Viajaron a España y regresarán en un par de días. En su lugar se encuentra Mariano, hombre barbado, alto y delgado, de ojos claros y acento andaluz. Se sorprende por la visita de la reportera. Es él quien inicia la entrevista: ¿Cómo te enterarse de la existencia del centro? ¿Quién te habló de nosotros? ¿Qué quieres saber de los musulmanes? Escucha las respuestas, con atención y cierta desconfianza. Pero no responde, no puede, dice. Para ello requiere de la autorización de Aureliano Pérez. Sólo él puede hablar, nadie más.

Mariano trata de localizar a Sirinafia por teléfono, mientras tres niños juegan y hablan en tzotzil en el salón contiguo.
-¿Están en clase?
-Sí, aquí les enseñamos cómo aprender a vivir, cómo aprender a ser hombres y mujeres.
-¿No van a la escuela del gobierno?
-No, aquí les enseñamos lo que tienen que aprender.
-¿Tienes mucho tiempo viviendo en México?
-Más o menos. Perdón por el hermetismo, pero no podemos informarte nada. No confiamos en los periodistas.

Comenta, sin embargo, “en Europa se dice que México es el mejor mercado para las religiones”. Y remata: “Nosotros nos comunicaremos contigo”. Han pasado los días. La reportera continúa esperando la entrevista. En la comunidad musulmana dirigida por los españoles se siguen lineamientos estrictos: los niños no deben ir a la escuela oficial, las familias no deben recibir ayuda del gobierno y no se debe tener contacto con los kafir, es decir, con los no musulmanes.

Al respecto, Ismael López menciona que “Muhammad no cortó relaciones con quienes no creyeron en su mensaje. Por ello, no tenemos por qué cerrarnos en una cápsula y decir ‘soy musulmán y todo lo demás no vale nada´, como ellos lo hacen. Además, el islam te invita a que seas una persona de conocimiento y así ser benéfico para tu comunidad y tu país”.

De acuerdo con las oraciones y la forma de organización que tienen, la comunidad encabezada por los españoles pertenece a un movimiento islámico conocido como Morabidum, cuyas raíces se encuentran en el norte de África, pero con una gran aceptación en el sur de España.
Para Omar Weston, director del Centro Cultural Islámico de México -agrupación que representa a la mayoría de los musulmanes en el país-, los Morabidum combinan elementos del sufismo, corriente mística del islam.

“Ellos quieren fundar un Estado islámico en España. Sus tendencias políticas están encaminadas a establecerse como un Estado independiente de cualquier gobierno.” Según Weston, el Sheij del grupo morabitum asentado en Chiapas es un escocés llamado Abdul Kadar y cuya residencia está en Córdoba, España.

Son las cinco de la mañana. En Molino Los Arcos los hombres se disponen a ir a la mezquita a realizar la primera de las tres oraciones que se deben hacer en el día. Las mujeres sólo pueden acudir a la mezquita por la tarde. “Nosotros respetamos a la mujer, eso es lo que enseña el islam”, dice Abdul Rehim quien aún no se ha casado. Cuando él decida hacerlo, tiene que buscar a una mujer que cumpla con cuatro cualidades: nobleza, religión, belleza y riqueza.

En Molino Los Arcos, donde viven cerca de 40 musulmanes, los niños sí asisten a la escuela gubernamental. “En la mañana aprenden a leer y escribir, por la tarde tienen que ir a la mezquita para estudiar el Corán”, explica el padre de Abdul, Muhammad Isah, quien a cada momento repite que ellos son hombres de paz. “No permitimos matazón ni el derrame de sangre. Ellos -los españoles- están enseñando a matar. Nosotros somos esclavos de Dios y no podemos matar a otros que tienen alma como nosotros.”

Abdul y su padre, al igual que sus hermanos musulmanes, difunden las enseñanzas de Muhammad entre otros tzotziles. “Queremos dar a conocer el camino correcto del islam”. Además, esperan que pronto llegue el día en que puedan cumplir con una de las obligaciones de todo musulmán: visitar la Meca, en Arabia Saudita. Por lo pronto, dicen: “Estamos amando a Alá y enseñando la verdad”.

Fuente: http://www.islamhoy.org/principal/Latinoamerica/mexico/articulos.htm#chiapas
* De la Revista Milenio, México, 5 de Febrero del 2001.

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