Para América Latina

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En el supremo nombre de Al-láh, el infinitamente Misericordioso, el Compasivo

En este vuelo espacial vertiginoso que llamamos existencia, los habitantes de América Latina somos conscientes que para vivir necesitamos la presión atmosférica de Lo Sagrado. La cultura, incluyendo la fibra básica del lenguaje, es ya de por sí un ámbito sagrado, una atmósfera espiritualmente respirable. Pero la sacralización consciente de nuestra experiencia humana cotidiana -tanto comunitaria como personal- es constantemente erosionada por el egocentrismo, la negatividad rapaz, el convencionalismo obsesivo y la pérdida del sentido de lo trascendente.
Sin embargo, y a pesar de la existencia aparente de estas barreras, siempre ha existido un cierto consenso espiritual. Actualmente, este consenso se manifiesta en el ámbito social por la atracción que ejerce su inteligencia no convencional y su forma amorosa de expresar los más nobles y altos ideales humanos.

El reconocimiento de la elevación de la conciencia como el trabajo humano fundamental involucra tanto a laicos como a practicantes, a adeptos y a ciudadanos de las distintas culturas comprometidos con las diversas tradiciones sagradas. Es una fuerza genuinamente democrática, auto-organizada que fluye a través de personas de todas las descripciones posibles. Esta fuerza no florece en una estructura compleja con altos niveles de organización; no se confina tampoco a una institución, fundación, empresa con o sin fines de lucro, compañía, ni a nada convencionalmente calificable.


Este consenso entre diversos es más bien un organismo vivo, natural, libre, impredecible. Está compuesto por individuos dedicados a servir al mundo y a desarrollarse a sí mismos como refinados instrumentos de servicio. Ellos aprenden a reunirse en la energía de la buena voluntad, desde la cual fluye sutilmente hacia el mundo entero la auténtica acción compasiva.

Los musulmanes de América Latina haríamos bien en promover y proveer un espacio abierto para todos esos servidores que, en cada generación, buscan activamente aprender a cultivar con sabiduría el terreno sagrado de la existencia, reconociendo que de lo contrario se erosionarán no sólo los planos de la Creación manifiesta, sino también el misterioso microcosmos del corazón humano.

La visión comunitaria del mundo físico -no como mera materia, sino como un reino intrínsecamente Sagrado- es la visión consistente y orgánica que siempre han promulgado las tradiciones sagradas, no sólo el Islam. Esta visión tiene el poder de centrarnos y conducirnos al futuro de la civilización global sin menosprecio de lo diverso. Es Lo Sagrado lo que siempre nos ha guiado a salvo hacia todo futuro.

Sólo podemos actualizar nuestras vidas en la revelación de Mujámmad, s.a.w.s., –permanecer humanos o volvernos verdaderamente humanos–, existiendo de manera inclusiva y equilibrada, dentro de un ambiente sagrado que aprecie y abrace la diversidad. Éste es un arte muy sutil; no puede ser impuesto desde afuera por ninguna autoridad organizada, pero sí puede ser cultivado y enriquecido por medio del encuentro, el estudio colectivo y el conocimiento mutuo de los ciudadanos comprometidos de cada uno de los universos sagrados en despliegue.

Los que practicamos el Islam en América Latina podemos dar voz y cohesión no a nuevos ghettos, sino al conjunto de estas tradiciones sagradas, a los hombres y mujeres comprometidos en su interior con Lo Sagrado, para que la sabiduría intemporal y orgánica que nutre esas tradiciones, penetre e ilumine activamente, con nueva frescura, la cultura moderna. Para que los practicantes del Islam tomemos nuestro espacio en la vida de nuestras culturas americanas, lejos del aislamiento y la victimización, lidiando con los prejuicios y sintiéndonos acusados y perseguidos, es necesario que valoremos, exploremos y desarrollemos profundo aprecio y reconocimiento por las diversas expresiones de la religión universal que propone el sagrado Corán. Sólo reconociéndonos en el otro, en lo diverso, podemos actualizar nuestras vidas temporales en la realidad absolutamente misericordiosa que Se expresa en la revelación.

El Sagrado Corán nunca pretende añadir o sustraer del núcleo esencial de las enseñanzas proféticas que pertenecen a toda la Humanidad. Respetar y aceptar el Corán significa afirmar también todas las revelaciones de Dios a través de la historia, que comparten precisamente la misma esencia. Las varias revelaciones divinas, que históricamente han evolucionado hasta convertirse en las tradiciones reveladas como las conocemos hoy en día, son formas de vida santas únicas y autolegitimadas, no sólo un conjunto de doctrinas. Aunque la historia presente un panorama de gran diversidad religiosa, Al-láh asegura a la Humanidad en Su Sagrado Corán que tal diversidad no debería ser vista como la desviación de la Verdad de una u otra tradición, sino como el Misterio Divino que Dios Mismo explicará e iluminará en un contexto de conciencia que trasciende a la historia. “Hemos revelado una vía sagrada singularmente auténtica a cada nación, verdaderas disciplinas espirituales que deben practicarse con cuidado y constancia… En el Día del Juicio, cuando ustedes despierten del sueño de la existencia finita, Al láh el Más Sabio les explicará claramente la diversidad que ahora parece dividir Sus varias Revelaciones.”(22:67-70).

Este aspecto de la visión coránica, la armonía de religiones, representa mucho más que la generosidad, tolerancia y espíritu ecuménico humanos. Sólo Dios puede ofrecer tal absoluta seguridad con respecto a la unidad intacta e inquebrantable entre todas las tradiciones reveladas. Esta unidad religiosa no es un simple deseo, ni una especulación intelectual, ni siquiera es un alto ideal moral que puede o no cumplirse. La enseñanza esencial transmitida a través de todos los Profetas está establecida claramente por Dios una y otra vez en el Corán como verdad revelada. Es sorprendente y directa, llena de poder curativo e iluminador para la transformación de nuestra forma básica de experimentar el mundo. El sentimiento instintivo de separación entre los miembros de los diferentes cuerpos religiosos y culturales sólo se puede disolver al contemplar la Verdad revelada, y no a través de procesos racionales y diplomáticos que permiten a nuestras motivaciones egocéntricas y divisorias continuar funcionando. “A lo largo del curso de la historia Hemos enviado Mensajeros santos para llevar un solo mensaje esencial: ‘No hay seres conscientes separados del infinito Yo Soy que Soy. Entonces, entreguen su mismísimo ser a la Fuente y Destino del Ser.'”(21:19-25)
La coherencia e inclusividad de este único mensaje, en el centro del drama de la revelación, es evidente en sí mismo no sólo porque ha sido afirmado tan claramente por el Sagrado Corán, sino porque realmente es el punto esencial de todas las revelaciones a lo largo de la historia. Este mensaje es autoevidente porque nuestra conciencia es creada para estar en armonía con la Verdad de que no hay separación fundamental dentro de la sola Realidad.

Ciertamente, la revelación no sólo se compone de principios generales, también se caracteriza por una particularidad y exclusividad de una gran riqueza. Ninguna de las situaciones históricas que se han transformado en vehículos para la Revelación Divina se pueden desechar en favor de una teoría general de la revelación. Y tampoco se supone que una revelación anterior sea reemplazada por una más reciente. El hecho de que exista una diversidad religiosa radical crea tensiones entre las tradiciones históricas, aunque de acuerdo con la visión coránica estos sentimientos de tensión o de extrañamiento entre los pueblos de las distintas revelaciones deben ser descartados, y debe esperarse humildemente la propia explicación de Dios. De todas maneras, una vez que la Verdad se revela a sí misma a través de una figura histórica única, irrepetible, esa persona permanece como el portador de bendiciones supremas para la Humanidad, para todas las generaciones futuras. Así la voz de la Verdad le asegura a la patrona espiritual de numerosas comunidades de nuestras tierras, la Virgen María, en el Sagrado Corán:

Desde antes de la eternidad, Al láh el Más Misericordioso
ha ordenado este nacimiento espontáneo
como una demostración única de Su Amor y Compasión
para que los seres humanos lo contemplen a lo largo de la historia.(19:16-36)

Las diversas revelaciones proféticas, lejos de estar entre sí en alguna competencia fundamental o atávica, se confirman, expanden y salvaguardan unas a otras. Una vez más esta profunda percepción de armonía está basada en la Verdad revelada, no es sólo una teoría racional o empírica aducida por eruditos o reformadores bienintencionados. Como revelación, esta armonía universal de las religiones, debe ser profundamente contemplada y devotamente asimilada, más que debatirse en las dimensiones intelectuales o políticas de nuestra conciencia superficial. “A través del profeta Jesús, la Fuente de la Sabiduría transmitió el Evangelio, colmado de la misma luz de Verdad que mana a través de la Toráh Viviente… la Fuente Eterna revela ahora a través de ti, Mujámmad, este Libro de Verdad, que confirma y salvaguarda la enseñanza esencial de la Torá, del Evangelio, y de todas las demás escrituras auténticas que existieron antes que ellas.”(5:49-52) Podríamos preguntarnos por qué Dios permite que la diversidad religiosa e incluso la franca contradicción doctrinal se desarrollen alrededor del mensaje esencial de participación consciente en la Unicidad de la Realidad. Esto es similar a otra pregunta fundamental: ¿por qué Dios generó tal diversidad de seres creados, algunos incluso en conflicto de muerte entre sí, dentro de la Paz Perfecta de la Unidad Divina? La respuesta es la misma: para la educación espiritual y el florecimiento de las almas. “La Fuente del Poder podría haber unido a todos los pueblos en una sola nación, pero Al láh el más Misericordioso ha elegido manifestar Su Verdad a través de diversas tradiciones sagradas como enseñanza y prueba para los seres humanos. Si cada nación espiritual practica fielmente la senda revelada a través de sus propios Profetas, entonces toda la humanidad retornará junta a la Fuente del Amor.”(5:49 52).

Esta visión coránica de la unidad de la revelación puede traer un gozo y prosperidad inconmensurables a la América Latina moderna. Esta armonía interna de todos los caminos revelados hacia Dios -armonía de toda la existencia, ya que la Creación misma es también revelación- es el ámbito natural del alma, no una visión del futuro posible o imposible. Todos los Profetas y escrituras han generado este profundo sentido de armonía última, sin la cual el ser humano no puede respirar espiritualmente y se sofoca en los conflictos superficiales de intereses personales y colectivos, incluyendo los conflictos de religión. Este aire fresco de revelación siempre ha existido como la atmósfera espiritual respirable de la humanidad. “Tantos de estos luminosos Mensajeros han surgido de la familia humana que no puede existir ninguna impresión de que Al láh el Más Misericordioso no ha hablado a todas las naciones.”(4:163-166) Tendencias a fomentar el divisionismo dentro del propio Islam; la exaltación de una corriente de pensamiento en particular, como la única legítima que debe prevalecer sobre todas las demás, surge en gran medida de la ignorancia de sus fanatizados promotores sobre otros universos sagrados, de sus corrientes y de la diversidad de expresiones al seno de todas las tradiciones sagradas. A través del Sagrado Corán, la voz de la Verdad invita a la Humanidad de una forma clara y nada ambigua a la armonía global. El profeta Mujámmad fue el apoderado de Dios para hacer un profundo llamado a la reconciliación universal. Este llamado no representa simplemente su propia amplitud mental o su sentido de diplomacia pacífica, que fueron definitivamente parte de la forma personal de ser del Profeta, sino que representa la Iniciativa Divina revelada a través de él. Estas palabras de Verdad se dicen a todos los pueblos a través del profeta Mujámmad. “Yo afirmo la Verdad de toda Revelación que ha descendido como un Libro Sagrado proveniente de la Fuente de la Verdad, y he sido instruido por esta Fuente para ser imparcial ante los Pueblos de la Revelación”. (42:13-18).

Se enfatiza la naturaleza integral de cada tradición revelada porque los seres humanos necesitan de un rico suelo histórico en el cual puedan echar raíces. Las almas no pueden vivir y crecer con fuerza si flotan en un espacio abstracto de principios generales. Eso sería filosofía, no revelación. Dios desea proteger la ecología balanceada de cada ámbito viviente de Su Revelación. “Así, las tradiciones judía y cristiana deberían aceptarse con respeto a la luz del Glorioso Corán… Pero ustedes no deberían aceptar, ninguna enseñanza o práctica de tradiciones más tempranas que han surgido de concepciones humanas limitadas o que contradicen los claros Principios de Verdad revelados a través del Corán Viviente.”(5: 49-52) No se supone que esta Advertencia Divina genere una actitud de división, sino que simplemente agudice nuestro reconocimiento realista de que el proceso histórico puede producir distorsiones sutiles u obvias en cualquier cuerpo de revelación, que de todas formas permanece esencialmente auténtico, puro en su núcleo, y digno de nuestra aceptación reverente.

Un mundo sagrado particular -y todas las estructuras sutiles que lo sustentan- es esencialmente una manifestación orgánica y no una forma simple de organización accidental, arbitraria u opresiva. Lo Sagrado florece espontáneamente. La tendencia del ego personal y colectivo de controlar y oprimir no está en armonía con el poder trascendente que brota desde Al-láh, la Fuente misma de toda existencia. Sólo porque ciertos líderes y organismos religiosos se hayan contaminado con las partículas del poder y la arrogancia, no se puede invalidar la empresa comunal que sostiene y mantiene en expansión nuestro sentido de Lo Sagrado. La corrupción de funcionarios de gobierno o de gobiernos enteros, ¿implica acaso que debemos prescindir de todo gobierno?.

La decisión acerca de qué aspectos de una tradición dada han sido distorsionados se complica por la superficie caótica de diferencias culturales así como por serios problemas de comunicación. Seguir esta Instrucción Divina no es criticar agresivamente a otras grandes tradiciones, sino existir humildemente en el asombro y respeto ante la Unidad Divina mientras se permanece, integrado por completo, con la transmisión del cuerpo particular de revelación en el cual uno de hecho vive y respira.

Sin embargo, el alma nunca debe identificarse esencialmente con una corriente histórica de revelación como si fuera opuesta a otra, pues hemos visto que la revelación es una, igual que Dios es Uno. El Sagrado Corán nos permite tener una valiosa visión de la revelación única, la religión más allá de las religiones que de todas maneras constituye el núcleo viviente de cada religión, la religión que no se le impone a la Humanidad, sino que es la naturaleza misma de la Humanidad como fue creada por Dios.

El hinduismo, el budismo, el taoísmo, el judaísmo, el cristianismo, el Islam, los seguidores de Confucio, las innumerables tradiciones indígenas de América Latina, no son primordialmente instituciones sociales que puedan ser estudiadas desde fuera. Una tradición sagrada es un entero mundo sagrado sin fronteras, inagotable en enseñanza y bendiciones. Sólo podemos penetrar la esfera de un mundo sagrado a través de la amistad con sus guías, iniciados y todos los que participan de manera comprometida.

El aprecio por la intrincada ecología de Lo Sagrado proveerá modos de resolver nuestras asfixiantes preocupaciones -incluyendo justicia social, justa disribución de la riqueza, respeto a los derechos humanos, protección ambiental, emancipación de adicciones diversas-, y puede ser una amplia vía de acceso a una educación comprensiva que integre y no soslaye las necesidades del espíritu vivo en cada ser humano y, sobre todo, al desarrollo de una cultura de apreciación de la diversidad cultural, política y religiosa emergente.

Comprendemos con claridad que Lo Sagrado se expresará a sí mismo a través de la conciencia humana, tanto de manera completa y libre, así como en formas diversas, intrincadas e incluso distorsionadas. Pero nadie puede justificar el regreso a la perspectiva fragmentaria de aceptación o validación de una sola tradición sagrada. Actualmente encaramos una paradójica diversidad de mundos sagrados -sorprendentes paisajes distintos entre sí pero con correspondencias igualmente sorprendentes.

El estilo cultural de apertura, creciente en América Latina y prevalente en muchas sociedades occidentales contemporáneas, nos permite considerar el abrazar el budismo, el hinduismo, el Islam, o renovar la fe en la religión de nuestra infancia, ya sea judía, cristiana o indígena. Incluso nos permite imaginar que estamos de pie, fuera por completo, del ámbito de cualquier tradición sagrada, o probar diversas enseñanzas esotéricas o seculares de cuestionable autenticidad. Esta última situación resulta de la erosión de los universos sagrados de la humanidad. Paseamos por un centro comercial de cultura de exhibidor, más que realmente existir con asombro y compromiso dentro de un ambiente integral de Lo Sagrado.

La solución espiritual a este dilema actual es considerar el mundo secular moderno como un llamado de Lo Sagrado al pluralismo cultural, religioso, y a sus estándares flexibles, para evaluar que es de hecho una invitación de Lo Sagrado para que la humanidad moderna se adentre más en la existencia sagrada. Pero Lo Sagrado no puede florecer como una abstracción intelectual, como una nostalgia romántica, ni como una norma socialmente impuesta. Brota sólo del libre compromiso y la comunidad justa.

Lo Sagrado es esencialmente una experiencia compartida y comunicativa, no divide ni excluye. Nuestra sagrada lucha es por la unidad primordial, no por la uniformidad, por la continuidad no por la inmovilidad, por la comunidad, el compromiso y el diálogo. Esa es la tarea que tenemos por delante los musulmanes de América Latina. Tendremos que liberarnos de numerosas suposiciones y prejuicios seculares modernos, así como de innumerables prejuicios religiosos nacidos a lo largo de siglos de historia de instituciones religiosas, para que nuestro servicio y entrega a Al-láh ayude genuinamente a generar una sagrada forma de existir.

* Sheikha Amina Al-Jerrahi:Representante en México de la Orden Sufi Jalveti Yerráji Miembro Fundador del Consejo Interreligioso de México Presidenta del Consejo Directivo del Instituto Cultural Interreligioso Luz sobre Luz Representante para América Latina de Peacemaker Community.

Fuente: http://www.islamhoy.org/principal/Latinoamerica/mexico/articulos.htm

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