El 28 de mayo de este año, la Cámara de Representantes del Congreso de los EEUU aprobó en su pleno un proyecto de ley con sanciones para violadores de Derechos Humanos, en Venezuela. El proyecto de ley impone “…sanciones selectivas contra las personas responsables de violaciones a los derechos humanos de los manifestantes antigubernamentales en Venezuela, para fortalecer a la sociedad civil venezolana y para otros fines….” Del mismo modo, el proyecto de ley, denominado Ley de Defensa de los Derechos Humanos y de la Sociedad Civil, en Venezuela, de 2014, llama a “…*apoyar al pueblo de Venezuela en su aspiración de vivir en condiciones de paz…a trabajar en concierto con los otros Estados miembros de la Organización de los Estados Americanos, así como los Estados de la Unión Europea, para asegurar la solución pacífica de la situación actual en Venezuela…” para “…hacer que el gobierno y los funcionarios responsables de la seguridad en Venezuela, sean responsables en el uso de la fuerza en relación con las protestas antigubernamentales que comenzaron el 12 de febrero de 2014 y prevenir futuros actos de violencia pública, similares” y “…*continuar apoyando el desarrollo de los procesos políticos democráticos y la sociedad civil independiente, en Venezuela….”
En términos prácticos, además de la congelación de los activos de los autores de las violaciones a los derechos humanos, el proyecto de ley también asigna $ 15 millones de dólares para organizaciones de la sociedad civil que apoyan la democracia. Si se juzga por los números, seguro no impresionan a aquellos que esperan un cambio importante en la actitud del gobierno venezolano. Sin embargo, estas sanciones representarían un primer paso en el establecimiento de un precedente importante y en conseguir que la política exterior del Gobierno de los EE.UU. sea de participación plena en lo que está ocurriendo en América Latina.
Según afirman el Profesor *Luis Fleischman, *autor del libro “*América Latina en la era post-Chávez:¿amenaza a la seguridad a los Estados Unidos?*” y* Nancy Menges*, Jefa de Redacción del “*Informe de las Américas*”, del
Centro de Políticas de Seguridad, ese proyecto está paralizado en el Senado de los EEUU, ya que algunos senadores continúan debatiendo si vale o no la pena aplicar ese tipo de sanciones. Según dicen, ellos han sostenido diversas conversaciones informales con algunos de los miembros del Congreso, quienes afirman que tanto la Casa Blanca como algunos senadores, siguen oponiéndose al proyecto de ley.
Parece ser que el senador *Bob Corker,* en el bando republicano y el senador *Tom Udall,* en el lado demócrata, son quienes se oponen abiertamente a esa legislación y la mantienen “rehén”, en el Senado. Los vacilantes legisladores se preguntan, al parecer, si estas sanciones tendrán algún efecto positivo. Pero preguntarse eso, opinan *Fleichman y
Menges*, es un argumento falso, porque nunca se sabrá si las sanciones son efectivas, a menos que se materialicen. Para estos dos comentaristas, lo que es igualmente importante sería el mensaje que este tipo de sanciones podría enviar al pueblo de Venezuela y a la oposición, ambos tratados brutalmente y encarcelados por el régimen de Maduro.
Muy a menudo, cuando la Casa Blanca o el Congreso de los EEUU piensan en América Latina, dicen *Fleischman y Menges,* no piensan en términos de prioridad. Ciertamente, la crisis en Ucrania y ahora en Irak, es probable que empuje a nuestros vecinos del sur más hacia los márgenes de nuestra agenda de política exterior. Pero, ¿es América Latina realmente tan poco importante como nuestra clase política parece pensar?, se preguntan. Por ejemplo, hay ciertos eventos que ocurren en nuestro hemisferio que puede que no hagan sonar las alarmas, pero por lo menos debieran causar un poco de atención y preocupación. Recientemente, en la zona boliviana de Santa Cruz se llevó a cabo una importante reunión del grupo de las Naciones Unidas G-77, más China. Ese grupo se formó originalmente en 1964, con el objetivo de “…*poner fin a la división del mundo entre los hemisferios de la opulenta riqueza y la pobreza insoportable*…”.
Un gran número de los países que forman este tercer bloque del mundo, no son democráticos o no tienen a la democracia en la misma alta estima que ocupa para ellos la igualdad económica o su propia sed de poder. Y el principal organizador de este encuentro y también su anfitrión, fue el presidente Evo Morales, de Bolivia quien, tan pronto como tomó la presidencia del grupo, le dio la agenda, la cual incluyó la “…*refundación de la democracia, de representativa a democracia participativa…*” y “…*hacer de los servicios básicos el principal y universal derecho humano*.”. Del mismo modo, Morales señaló antes de la reunión que “…*tenemos que dejar claro a todos los aquí presentes que el verdadero enemigo del pueblo es el imperialismo, el colonialismo y el capitalismo…*”
Por supuesto, eso es exactamente lo que la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez estableció como el principal pilar de su ideología. Lo que eso significa, en la práctica, es la eliminación de la democracia liberal a favor de una especie de “*democracia populista*”, que en términos empíricos no ha significado otra cosa que el autoritarismo populista a costa de los derechos humanos y civiles. En nombre del bienestar y de las personas, el líder es elegido por el pueblo, por tanto, su voluntad es igual a la voluntad del pueblo.
Los países de América Latina estuvieron en la vanguardia de esa reunión y varios presidentes latinoamericanos asistieron a ese evento, en lo que parece ser una combinación de los países del tercer mundo, con los de mercados emergentes. En otras palabras, el legado de Chávez, a pesar de las múltiples protestas en Venezuela, sigue ejerciendo un liderazgo internacional, mientras que degrada la democracia. La única potencia mundial que participó, como era de esperarse, es una China, que busca obtener ganancias geopolíticas y reducir la influencia política EE.UU. en todo el mundo.
Destacan los comentaristas que en esa reunión, Álvaro García Linera, Vicepresidente de Bolivia, señaló que Evo Morales es el sucesor natural de Hugo Chávez. García Linera es el intelectual del gobierno boliviano y quien tuvo mucho que ver en la preparación de la conferencia del G-77, más China. Ese personaje, dicen *Fleichman y Menges*, ha abogado por “…*la eliminación del sistema de partidos o sus representantes y la destrucción de los poderes legislativo y judicial, los tribunales electorales, los medios de comunicación y sus propietarios*…”. También ha apoyado la violencia contra los opositores, a quienes califica de “enemigos políticos”. Este tipo de políticas anti-democráticas son parte del legado de hostilidad de Chávez hacia los Estados Unidos y el Occidente.
A modo de ejemplo, entre las resoluciones adoptadas por el G-77, está la que culpa a la Gran Bretaña por la actual y grave crisis económica que sufre Argentina, porque el hecho de que la Gran Bretaña no esté dispuesta a negociar sobre las Islas Malvinas. Una segunda resolución se refirió a la deuda que Argentina tiene con los fondos de capital a riesgo o de inversión libre, también llamados “*fondos buitre*” (los fondos buitre se refieren a las compras de títulos de deuda de países en una situación económica difícil, a precio basura, para luego litigar en foros internacionales e intentar cobrar la totalidad del valor de esos bonos).
Esa deuda de Argentina proviene del año 2001 y está en un litigio de larga duración que ya ha llegado a la Corte Suprema de los EE.UU. Pues bien, la resolución establece “…*la importancia de no permitir que estos fondos buitre paralicen las actividades de reestructuración de la deuda de los países en desarrollo, ni impidan a estos Estados su derecho de proteger a sus pueblos, de conformidad con el derecho internacional.” *En otras palabras, ambas resoluciones sostienen que los EE.UU. y la Gran Bretaña son los responsables de un problema que el propio gobierno nacional de Argentina se creó.
No menos sorprendente es que los 133 países representados en el G-77 hayan subrayado su apoyo al Gobierno de Venezuela, en medio las protestas populares que comenzaron el 12 de febrero de 2014, ya que “…*se enfrenta a
la agresión imperialista de los Estados Unidos, que amenaza con intervenir en Venezuela*…” Irónicamente, esas resoluciones se adoptaban mientras el presidente Obama y otros intentan evitar aplicar sanciones que están
dirigidas principalmente a quienes actúan como matones, estando en el gobierno de Venezuela. ¿Estamos subestimando estos eventos?. Si los Estados Unidos no vigila los acontecimientos en América Latina y no habla cuando la democracia está bajo asalto, ¿qué clase de mensaje está transmitiendo?, se preguntan *Fleischman y Menges. *
Las sanciones contra los perpetradores de violaciones a los DDHH y el apoyo al movimiento democrático en Venezuela, serían sólo un comienzo, pero se estaría tomando una postura y haciendo una importante declaración, que sería profundamente apreciada por los que luchan al frente de la defensa de los DDHH y los que luchan por la democracia, que tienen que saber que los EE.UU está de su lado. Como dijo el presidente Obama en su discurso de West Point: “…*Cuando protegemos la democracia, protegemos nuestros intereses nacionales…*” Hasta ahora, se quejan *Fleischman y Menges, *no hemos hecho ninguna de las dos cosas.
Traducción adaptada por Adriana Vigilanza
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