Las relaciones entre Colombia y Venezuela, resquebrajadas bajo el gobierno del presidente Alvaro Uribe, están dando un giro de 180 grados bajo el mandato de Juan Manuel Santos, quien ve la revolución socialista del vecino país como una oportunidad en vez de una amenaza, dijeron analistas y diplomáticos.
Los expertos consultados por El Nuevo Herald dijeron que la percepción de que la guerrilla colombiana ha sido derrotada y los cuantiosos beneficios del comercio con el vecino país, están cambiando la dinámica de lo que hasta hace muy poco fue una tormentosa relación con el presidente venezolano Hugo Chávez, cuya revolución socialista ha aumentado la dependencia en las importaciones de la nación petrolera.
No obstante, los analistas advirtieron que Chávez es poco confiable y vaticinaron una corta duración a la luna de miel entre ambos países.
“La destrucción del aparato productivo venezolano (a través de las políticas de expropiaciones y el acoso generalizado al sector privado), está convirtiendo a Venezuela en un mercado cada vez más lucrativo para el empresariado colombiano”, comentó el ex embajador venezolano ante las Naciones Unidas, Diego Arria.
“En la medida en que Chávez destruye más a Venezuela, hay un grupo de empresarios colombianos que se benefician” de un intercambio comercial que en un momento dado ascendió a los $7,000 millones, sostuvo Arria desde Caracas.
Ese potencial beneficio parece haber tomado un papel protagónico en la postura adoptada por Santos frente a su homólogo venezolano.
A partir de su juramentación en agosto del 2010, el presidente colombiano se ha dado a la tarea de remendar las relaciones diplomáticas con el vecino país, suspendidas luego de que su predecesor acusara a Chávez de permitir el establecimiento de decenas de campos guerrilleros dentro de su territorio.
Santos también parece estar colocando un mayor énfasis al crecimiento económico que Uribe, luego de que éste lograra reducir substancialmente la violencia asociada con la guerrilla, comentó José Raúl Perales, analista del programa para América Latina del Centro Woodrow Wilson.
“Colombia es ahora una economía en ascenso. Está posicionada para registran un posible boom económico debido, entre otras cosas, a que disfruta una mayor tranquilidad y estabilidad política”, comentó Perales desde Washington.
Esa mayor tranquilidad se produce luego de que Uribe decidiera emprender un ataque frontal contra la guerrilla, atacándola en todos los frentes posibles. Pero ahora que organizaciones como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) están debilitadas, Santos está aprovechando la coyuntura para cambiar el énfasis del gobierno, dijo.
“Es una política de post-conflicto, porque en la medida en que el país ha ido estabilizándose, y en la medida en que se han ido reduciendo los niveles de la violencia, el gobierno comienza a pasar a otros temas, como la desigualdad y la creación de oportunidades”, comentó.
Es allí donde Venezuela, país que tradicionalmente ha sido un socio comercial natural para Colombia, entra en juego.
Además de los importantes volúmenes comerciales involucrados, el intercambio con Venezuela beneficia directamente a los pequeños y medianos productores, ayudando a reducir el problema de la desigualdad económica en el país, comentó Perales.
“Es un comercio que atañe al pequeño productor, fuera de los grandes centros urbanos en Bogotá, Medellín o Cartagena”, explicó Perales. “Beneficia a gente que tiene actividades lícitas en áreas cerca de la frontera que obviamente tendrá menos incentivos para dedicarse a actividades ilícitas”.
Por otro lado, la normalización de las relaciones con Venezuela también le brinda a Santos réditos políticos, comentó Mauricio De Vengoechea, consultor y analista de la firma NewLink Political con sede en Miami.
“Si bien los colombianos apoyaban al presidente Uribe en su lucha interna contra la guerrilla, y contra el crimen organizado, no sucedía así con el tema de las relaciones internacionales”, explicó De Vengoechea, quien añadió que esto se vio reflejado en los sondeos de opinión realizados durante su mandato.
“Había muchos colombianos que se encontraban muy preocupados de que hubiese un enfrentamiento armado (con Venezuela), y en el último año las relaciones se pusieron muy tensas, no sólo con Venezuela, sino con muchos países latinoamericanos que en un momento se opusieron a que el presidente Uribe abriera las seis o siete bases militares para recibir tropas americanas”, comentó.
De Vengoechea añadió que parte del cambio adoptado por Santos es el de darle prioridad al mejoramiento de las deterioradas relaciones con los vecinos, sin que esto necesariamente signifique el deterioro de las relaciones con Estados Unidos.
Eso significaba normalizar las relaciones con Chávez, aún cuando el mandatario venezolano no es muy querido en Colombia, con encuestas señalando que un 80 por ciento de los consultados están en desacuerdo con lo que representa.
“La gente en el fondo prefiere la tranquilidad”, dijo De Vengoechea. “Los colombianos estaban cansados del conflicto y unos de los temas que les molestaba a los colombianos del gobierno de Uribe era la excesiva polarización y la pelea permanente”.
La normalización de las relaciones con Venezuela también vino con el compromiso de Chávez de que no permitir la presencia de la guerrilla en su territorio, promesa que habría estado cumpliendo según declaraciones del propio Santos.
Pero algunos de los analistas señalaron que el mandatario venezolano es poco confiable, y ostenta un largo historial de promesas incumplidas.
“Confiar en Chávez sería un error garrafal”, señaló Luis Fleischman, profesor adjunto de Sociología y Ciencias Políticas del Wilkes Honors College de la Florida Atlantic University.
“Chávez es un revolucionario que no tiene necesariamente una agenda racional, y si llega a un acuerdo con Colombia es porque lo necesita temporalmente. A largo plazo, Chávez continúa viendo a Colombia como un enemigo de su revolución porque es un país que está cerca de Estados Unidos”, sostuvo.
Fleischman se mostró pesimista sobre los prospectos a largo plazo de la reconciliación, señalando que un verdadero acercamiento entre Colombia y Venezuela conllevaría un muy poco probable cambio de pensar y de actuación por parte de Chávez.
“Si él quiere ser una persona distinta, tiene que primero parar su peligrosa revolución y parar sus ataques externos porque hasta ahora Chávez ha tratado de entrometerse en los asuntos externos”, comentó Fleischman. “Puede que esté ahora debilitado […] pero ha demostrado que no es una persona confiable y hostil, no solo hacia Colombia sino hacia todos los países latinoamericanos.
Fuente:El Nuevo Herald
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