Mensaje de Peisaj de la Unión Mundial Macabi para todos los miembros Macabeos y a toda la comunidad judía

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עבדים היינו, עתה בני חורין

“Fuimos esclavos; ahora somos libres”:
la narrativa de la superación

Queridos amigos:
Estamos a apenas unos días de comenzar la celebración de Pésaj, la Fiesta de nuestra libertad. Durante la noche del Séder, en la compañía de nuestros seres queridos, cantaremos la melodía tradicional del “Avadim haínu, atá benéi jorín” – “Fuimos esclavos; ahora somos libres”-, recordando la amarga realidad de la esclavitud y la redentora acción divina que nos dio la posibilidad de iniciar nuestra historia nacional y nuestro destino como pueblo libre. Ese mismo texto continúa diciéndonos: “Aun si todos fuésemos sabios, todos juiciosos, todos ancianos, todos conocedores de la Torá, incluso entonces es nuestro deber relatar la salida de Egipto”, reconociendo en ese evento magno lo fundamental y revolucionario de lo acontecido.


La insistencia de la Hagadá de Pésaj – el libro que guía el orden de esa maravillosa cena familiar y educativa – de recordarnos que nuestros antepasados fueron esclavos, es reiterada a lo largo de todo el Maguid, el relato de la liberación. Esto se manifiesta quizás en su máxima expresión cuando la Hagadá nos indica que “en cada generación el hombre debe verse a sí mismo como si él mismo hubiera sido liberado de Egipto” – pidiéndonos no sólo que nos identifiquemos con la liberación de nuestros antepasados, sino, también, que recordemos que provenimos de un pueblo de esclavos, de la opresión y el yugo egipcios.

Esta última demanda es, cuanto menos, sorprendente. Mientras que las naciones del mundo construyen narrativas de gloria en derredor a su historia – afirmando su condición de naciones fuertes, conquistadoras, u otros calificativos que señalen la grandeza de sus pasados -, los Sabios que redactaron la Hagadá nos impelen a que recordemos que, al final del día, somos descendientes de un pueblo esclavizado – o, en otras palabras, que somos hijos de esclavos -. ¿Es que acaso faltan grandes figuras en nuestro pueblo que debemos volver nuestras mentes hacia nuestro pasado en Egipto – a nuestra esclavitud -? ¿Por qué no construir una memoria histórica alrededor del Rey David, de Zerubabel, del heroísmo de los macabeos, de Rabi Akiva y de Bar Kojvá?

Nuestros Sabios elaboraron, en la profundidad de su pedagogía, una narrativa verdaderamente integral de nuestra historia como pueblo. Recordando – ya no en la Hagadá, pero en incontables otros textos – las glorias y los logros de nuestro pueblo y de nuestros líderes, quisieron que también mantengamos la honra y el agradecimiento por la liberación divina y el reconocimiento – un humilde reconocimiento – a nuestra propia libertad presente.

Al evocar nuestra pasada esclavitud, lejos de desvalorizar el legado de los grandes hombres y mujeres de nuestro pueblo – y el ejemplo que nos heredaron-, encontramos la razón de su propia grandeza – nuestra propia grandeza -. Esos líderes, como tantas y tantas generaciones judías, tuvieron que levantarse del dolor de la esclavitud, de la opresión, de la persecusión y de la discriminación para lograr ser las extraordinarias personas que fueron. Es precisamente ese pasado de dolor y de oprobio el que agiganta el tamaño de cada conquista, de cada logro y concreción. Ellos fueron destacados, exitosos, comprometidos y dedicados guías de nuestro pueblo a pesar de los abusos; a pesar de las injusticias; a pesar de los sufrimientos y de las penurias. Al vincularnos con nuestro dolor, con los abusos sufridos, nuestros Sabios crearon una verdadera narrativa de superación nacional, familiar e individual que ha hecho de nosotros el pequeño gran pueblo que somos. Sí: somos hijos de esclavos, y desde ese lugar logramos brindarle al mundo sus máximas morales elementales, reconstruir nuestra historia nacional de la persecución y el exilio, y levantar el Estado de Israel desde las cenizas de la Shoá.

Nuestros Sabios, que supieron de nuestras glorias y que atravesaban por un período de opresión, nos enseñaron a valorar nuestro presente – “atá benéi jorín”, “ahora somos libres” – en función de nuestra perspectiva histórica.

Quiera Dios que en la evocación de nuestro sufrimiento pasado logremos solidarizarnos con los que aún sufren de persecuciones, discriminación y abuso. Quiera Dios que el llamado de Pésaj nos conduzca a revalorizar nuestro presente, dimensionando nuestros logros en virtud de las dificultades de nuestra historia. Y quiera Dios que sepamos superarnos como nación permanentemente, en la cautela de las tremendas dificultades pasadas, y en la gozosa alegría de este presente de gloria y de reconstrucción.

Que este Séder y todos los futuros sean
de liberación y de redención para nuestro pueblo
y para todos los hombres y mujeres de buenas acciones,

¡Jag Pésaj Saméaj!
¡Jazak ve’ematz!

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