En 1875, la dirección de los Teatros Imperiales en Moscú ofreció a Chaikovski un encargo inusual. Se le pidió que escribiera un ballet. Era algo inusual ya que, anteriormente, los compositores ‘serios’ —o sea los que componían óperas— no habían escrito música para ballet. Los teatros contaban con compositores de plantilla para este tipo de obras: Cesare Pugni, Ludwig Minkus y más tarde Riccardo Drigo. La música de ballet típica de aquellos años era sencilla y servía de acompañamiento rítmico a lo que ocurría en el escenario. Sin embargo, Chaikovski abordó el encargo con mucha responsabilidad, aunque no dejó de aprovechar la oportunidad para devaluarlo un poco haciendo notas condescendientes en los márgenes de la partitura: “como suele ocurrir en los ballets”.
Sus contemporáneos recuerdan que “antes de escribir el ballet, intentó durante mucho tiempo averiguar con quién podía ponerse en contacto para obtener los detalles exactos de la música necesaria para las danzas. También preguntó […] qué debía hacer con los bailes, qué duración debían tener, la partitura, etc.”. Chaikovski estudió cuidadosamente varias partituras de ballet para entender “este tipo de composición en detalle”. Solo entonces comenzó a componer.
El lago de los cisnes se estrenó en el Teatro Bolshói el 4 de marzo de 1877 y pasó a la historia como una producción que “fracasó casi desde la primera representación”.
La partitura era revolucionaria por su novedad pero quedó incomprendida. El compositor percibió la primera interpretación como una “humillante decepción”. Se cree que Vaclav Reisinger, el primer coreógrafo del ballet, se sintió tan abrumado por la ambiciosa composición de Chaikovski que no supo resaltar la grandeza de la pieza. Los movimientos de las bailarinas fueron calificados por los críticos como “temblorosos”. Irónicamente, las propias bailarinas describieron la música del compositor como desagradable e incómoda.
Sin embargo, el primer ballet de Chaikovski permaneció en el repertorio durante ocho temporadas. Chaikovski no llegó a ver ninguna otra producción de su ballet.
Chaikovski, que murió en 1893, nunca supo el éxito que tendría su Lago de los cisnes. El ballet tardó casi 20 años en alcanzar su “madurez”. El guión de la nueva producción del ballet fue diseñado por el coreógrafo Marius Petipa.
Es una historia mágica “medieval” de la niña encantada Odette, el príncipe Sigfrido enamorado y el malvado brujo Rothbart, que engaña a Sigfrido para que se case con su hija Odile, que se parece a Odette como dos gotas de agua.
Su trabajo con Сhaikovski comenzó en la primavera de 1893, pero fue interrumpido por la prematura muerte del compositor. En una velada conmemorativa de Сhaikovski, que se celebró el 17 de febrero de 1894, se interpretó por primera vez el segundo cuadro de El lago de los cisnes —el famoso acto de los cisnes— en una producción del coreógrafo Lev Ivánov.
En 1895, el estreno de El lago de los cisnes tuvo lugar en San Petersburgo, en el Teatro Mariinski. Marius Petipa y su ayudante Lev Ivánov fueron los responsables de la producción, y el libreto fue escrito por el hermano del compositor, Modest Ilich. El destino de este ballet tampoco fue fácil: el estreno tuvo que ser aplazado debido a la muerte del emperador Alejandro III y al luto oficial.
El coreógrafo Marius Petipa (1822-1910) fue el principal responsable del renacimiento del ballet como forma artística. Petipa, coreógrafo francés, llegó a Rusia en 1847. Durante sus 60 años de carrera en el Ballet Imperial del Teatro Mariinski, creó 46 ballets nuevos y reelaboró otros 17. Sus ballets eran exuberantes espectáculos en varios actos con temas románticos o de cuentos de hadas. Estaban llenos de procesiones reales, danzas folclóricas y nacionales, pantomimas y ‘divertissements’ (suites de danzas que no tenían nada que ver con la trama, sino que solo pretendían entretener o mostrar el talento de las bailarinas), y numerosos solos, dúos, tríos y conjuntos para las mejores bailarinas del Ballet Imperial.
Durante su larga carrera en Rusia, Petipa compuso ballets bajo la influencia de cuatro componentes: las preferencias del público y la corte, los deseos de las bailarinas y el legado aceptado de los coreógrafos que le habían precedido. Pero a pesar de la experiencia de Petipa como coreógrafo, la música de Chaikovski no se prestaba todavía a ser traducida a la danza.
Siguiendo las instrucciones de Petipa, el director de orquesta Riccardo Drigo, que amaba mucho la música de Chaikovski, realizó importantes cambios en la partitura. Drigo compuso él mismo las partes y conexiones deseados o los eligió de otras obras de Chaikovski. Junto con Petipa, produjeron un ‘gran espectáculo’ en el espíritu de la ‘fórmula del éxito’ de Petipa, en el que interpretó una obra maestra tras otra, desde La bella durmiente hasta Raymonda.
Lev Ivánov, responsable del famoso acto ‘blanco’de los cisnes, demostró que las escenas de cisnes podían tener un aspecto radicalmente nuevo. Los cisnes fueron despojados de sus alas de maniquí, usadas en Moscú, y así aparecieron aún más hermosos. La famosa Danza de los cisnes pequeños aparece en esta producción.
Según los estudiosos del ballet, la solución coreográfica de Ivánov ofrecía “no tanto giros como expresiones plásticas de la emoción” en las que “la emoción humana recibe una ligereza inherente al pájaro, la pose majestuosa del cisne se convierte en característica de la chica cautiva”.
Para diversificar la coreografía, Marius Petipa se inspiró en el estilo tradicional de la corte del período del Renacimiento italiano. El lago de los cisnes era una mezcla de danzas tradicionales de todo el mundo. Así, Petipa llenó su coreografía con movimientos de Polonia, Hungría, Italia, Rusia y España.
El papel del príncipe Sigfrido fue interpretado por primera vez en San Petersburgo por Pável Gerdt. El veterano bailarín tenía ya 50 años y, para preservar su salud, los coreógrafos tuvieron que recurrir a un truco: en el Adagio lírico, Odette no bailó con el príncipe sino con su amigo Benno, y Sigfrido se limitó solo a estar cerca.
Esta versión de El lago de los cisnes, en la que se modificaron la partitura, el libreto, el acompañamiento musical y la coreografía, constituyó la base de todos los cambios posteriores.
El lago de los cisnes de Petipa mostró una nueva profundidad psicológica, así como el tema de la duplicidad, el conflicto del primer amor y la traición. En el siglo XX, los coreógrafos intentaron añadir aún más psicología a la historia de la princesa encantada.
El coreógrafo ha sido criticado por representar una historia de amor homosexual (en el cuento, el príncipe, no amado por la reina madre y rechazado por la sociedad, encuentra el amor en el cisne), pero también podría interpretarse como el amor de un hombre frágil e indefenso por una persona fuerte y misteriosa. A pesar del enfoque poco convencional de la trama, esta versión ya se ha ganado su lugar en la lista de clásicos del teatro del siglo XX y ha sido galardonada con más de 30 premios teatrales.
Para la población de la antigua URSS, el ballet tiene un significado bastante alarmante, ya que en el momento del golpe de Estado de agosto de 1991, fue emitido por todas las televisiones del país. Es difícil decir por qué El lago de los cisnes, y no cualquier otro ballet, pero sin embargo la obra maestra de Chaikovski se convirtió durante muchos años en un símbolo de la expectativa de algo inquietante y significativo para muchos ciudadanos.
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