Zarem, quien nació en Chicago en 1917, formó parte del grupo de ingenieros que se reunieron en laboratorios secretos durante la Segunda Guerra Mundial para desarrollar la bomba atómica.
Tras finalizar la guerra, Zarem continuó su carrera en la industria tecnológica y de consultoría. Desarrolló una cámara de alta velocidad y trabajó en diversas instituciones de prestigio como académico e investigador.
Además, una de las empresas de Zarem desarrolló el primer motor iónico práctico para propulsión espacial, un logro que dejó huella en la ciencia y la tecnología.
Zarem también fue un miembro activo y generoso de la comunidad judía, y su legado en la ciencia perdurará en la historia.
A diferencia de otros colaboradores del Proyecto Manhattan, no existe registro público de Zarem enfrentándose a las implicaciones morales de la bomba atómica.
Quienes lo conocieron recuerdan a Zarem por su contribución a eventos científicos clave y su interés en las personas que tuvieron la suerte de encontrarse con él.
Con su fallecimiento, se cierra un capítulo importante en la historia de la ciencia y la tecnología del siglo XX.
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