Adolescente conoce a especialistas de Hadassah que le salvaron la vida

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Jessa Perrin, una estudiante de preparatoria que se enfermó de gravedad durante su visita a Israel hace dos años, recientemente tuvo la oportunidad de conocer a los médicos y a la enfermera del Centro Médico Hadassah que le salvaron la vida cuando estos viajaron a su estado natal, Ohio, como parte de un intercambio clínico con el Hospital Infantil del Centro Médico de Cincinnati.

El Dr. Gadi Lalazar, gastroenterólogo y Coordinador de Trasplante de Hígado, el Dr. Micha Shamir, anestesiólogo y Jefe del Servicio de Resucitación y Gilat Yihye, enfermera principal de la Sala de Emergencia de Hadassah, no habían visto a Jessa desde 2009. Bonnie Ullner, la madre de Jessa, recuerda: “la última vez que la vieron, estaba conectada a un millón de tubos. Se estaba muriendo.” Sin saberlo, cuando Jessa viajó a Israel, tenía un trastorno genético muy extraño llamado enfermedad de Wilson, que le provocó repentinamente, una falla del hígado. Después de estabilizarla y determinar que lo mejor para Jessa era someterse a un trasplante de hígado de emergencia en Nueva York, los especialistas de Hadassah se organizaron para colocar a Jessa como una de las primeras en una lista de trasplante y apoyar su traslado de Israel al Centro Médico Presbiteriano de Columbia de Nueva York.


Hace 2 años se había publicado su historia en los periódicos comunitarios de México, donde relatamos que los médicos de Hadassah descubrieron que tenía la enfermedad de Wilson y le habían realizado un trasplante de hígado de emergencia durante su viaje de preparatoria.

La historia de Jessa había aparecido en el artículo del New York Times con fecha del 18 de agosto de 2009: ” Sana un Día, Muriendose al Día Siguiente: Una Carrera Médica.”

Hadassah trae nuevas esperanzas en este nuevo año 5772 para encontrar una cura a las enfermedades devastadoras como el cáncer, así como ver realizado el sueño más importante de Jerusalem: la construccion de la Nueva Torre Hospital, icono de la excelencia en la medicina en Israel para ser inaugurado en Octubre, 2012.

Ethel Fainstein, Directora Hadassah Internacional, América Latina.
Vicky Mamieh, Asistente Administrativa, Hadassah México.

Nota Original:

Hadassah en una carrera médica por salvar a una adolescente

Jessa Perrin tenía una mochila, un iPod y un aire de independencia cuando abordó un avión en Cincinnati el 5 de julio, con dirección a Israel con un grupo de otros estudiantes de preparatoria. Ella dijo a sus padres que no esperaran que llamara a casa con frecuencia y que los vería en un mes.

Cuando había pasado aproximadamente una semana de su viaje, ella enfermó con lo que aparentemente era un virus estomacal o intoxicación con alimentos. La examinaron en una clínica, dictaminaron que tenía una enfermedad leve y la dejaron ir.

Sin embargo, el día siguiente su piel empezó a verse amarilla y fue llevada a un hospital en el norte de Israel. De allí, la transfirieron al Centro Médico de la Universidad Hebrea Hadassah en Jerusalén. Posteriormente, su condición fue empeorando. Para el día siguiente, el miércoles 15 de julio, su hígado, riñones y pulmones empezaron a fallar y había signos de daño a su corazón. Se le colocó en un respirador.

Bonnie Ullner, su madre, dijo: “Literalmente, estaba muriendo”. Al principio, los médicos no sabían la causa de su condición.

Lo que sí estaba claro es que Jessa, de 16 años, necesitaba un trasplante de hígado — y rápido. De lo contrario, no viviría más de una semana. Las probabilidades de tener un hígado disponible lo suficientemente rápido en Israel eran muy bajas. Sus posibilidades habrían sido mucho mejores en Estados Unidos, pero estaba tan enferma que no era posible transportarla. Los médicos en la unidad de terapia intensiva hicieron todos los esfuerzos posibles para estabilizarla.

Al mismo tiempo, empezaron a llamar a centros de trasplantes en Nueva York, porque existen viajes directos desde Israel. El primer centro en responder fue el Hospital Infantil Presbiteriano Morgan Stanley de Nueva York. Los dos equipos médicos a ambos lados del Atlántico iniciaron un intercambio constante de correos electrónicos y de llamadas telefónicas con la esperanza de extender al máximo los límites de la medicina y del sistema de trasplantes de Estados Unidos para salvar la vida de una niña con una forma mortal de una enfermedad muy rara.

Kara Ventura, una practicante de enfermería y coordinadora de trasplantes en Nueva York, contestó la llamada del Dr. Gadi Lalazar, en la unidad hepática de Hadassah, aproximadamente a las 3 de la mañana del jueves 16 de julio. Su hospital nunca había recibido una llamada de emergencia para un trasplante para un paciente en otro país. La Dra. Ventura dijo que tenían que hacer todo lo posible para tratar de ayudarla.

Avisó al resto del equipo de trasplantes, incluyendo a la persona que se pondría en contacto con las compañías de seguro para asegurar que se pagaran los gastos. Los médicos del equipo empezaron a enviar avisos de que pronto necesitarían un hígado para una niña desesperadamente enferma. También se prepararon para evaluar a los familiares para ver si alguno podría ser una donador vivo y que pudiera dar una parte de su hígado para un trasplante.

Los equipos también llegaron a la conclusión que la causa más probable para la insuficiencia hepática de Jessa era: enfermedad de Wilson, un trastorno genético que ocasiona que el cuerpo acumule cobre y que se va depositando gradualmente hasta alcanzar niveles tóxicos. Con frecuencia, el punto crítico se alcanza cuando los pacientes llegan a la adolescencia o a la segunda década de su vida. En algunos de ellos, como Jessa, la enfermedad no envía señales de advertencia antes que el hígado deje de trabajar de repente. Las pruebas de sangre de Jessa sugirieron enfermedad de Wilson y un examen ocular mostró un anillo revelador de depósitos de cobre alrededor del iris.

La familia estaba consternada. La enfermedad de Wilson es rara y afecta a una de cada 30,000 personas. Los padres de Jessa son sanos y no tenían idea de que eran portadores de la enfermedad. No sabían que nadie la hubiera padecido en ninguna de las dos familias. Como es un gen recesivo, las personas que tienen una copia no desarrollan síntomas. Sin embargo, Jessa heredó dos copias, una de cada padre. La dosis doble le produjo la enfermedad. Después que enfermó Jessa, se hicieron pruebas a su hermana mayor y no tiene la enfermedad. El desafío real consistiría en estabilizar a Jessa el tiempo suficiente para que pudiera sobrevivir el vuelo transatlántico. El Dr. Steven J. Lobritto, director médico de trasplantes hepáticos pediátricos del Hospital Presbiteriano de Nueva York pidió con insistencia al Dr. Lalazar y a sus colegas que realizaran plasmaferesis, un procedimiento que separa las células sanguíneas del plasma y permite que los médicos reemplacen el plasma del paciente. En la enfermedad de Wilson, si se extrae el plasma se puede reducir el nivel de cobre y revertir algunos de sus efectos tóxicos.

Aunque el Dr. Lobritto aceptó que este procedimiento no había sido estudiado estrictamente en la enfermedad de Wilson, explicó: “Este procedimiento nos podría otorgar 24 horas más”.

Los israelíes lo intentaron y funcionó. Jessa se estabilizó lo suficiente para poder viajar.

El jueves por la noche, el Dr. Lalazar, una enfermera y un anestesiólogo subieron la camilla de Jessa en un vuelo de El Al a Nueva York, e instalaron una unidad de terapia intensiva en una parte de la cabina, separada por cortinas, dónde se habían quitado varias hileras de asientos. Jessa estaba inconsciente y seguía en un respirador.

Cuando el avión estaba en el aire, el Dr. Lobritto llamó a la Red Unida para Compartir Órganos, que rige los trasplantes en Estados Unidos, y pidió que se hiciera una excepción a las reglas acostumbradas. Por lo general, los médicos no pueden incluir a los pacientes en la lista de trasplantes antes de examinarlos. Como Jessa solamente podría sobrevivir uno o dos días, el Dr. Lobritto deseaba que estuviera en la lista antes que aterrizara el avión.

El grupo aceptó. El Dr. Lobritto dijo: “Cuando llega un hígado, es el momento. Es posible que no haya otro antes de tres días”.

La condición de Jessa la colocó a la cabeza de la lista. Llegó a Nueva York el viernes por la mañana. Esa tarde, hubo un hígado disponible en Tennessee. El Dr. James V. Guarrera, un cirujano de trasplantes en el Hospital Presbiteriano de Nueva York, voló de inmediato en un jet alquilado. La donadora era una niña de 7 años con parálisis cerebral con muerte cerebral por un problema respiratorio que interrumpió su suministro de oxígeno. El Dr. Guarrera la examinó antes de la cirugía, pero no se reunió con su familia.

El Dr. Guarrera explicó: “No quiero que el último recuerdo que tenga la familia de la niña es el del cirujano que llega para extraer los órganos”.

Otros dos equipos de trasplantes habían llegado también para extraer los órganos. Pasaron una solución preservadora fría por los órganos para lavarlos antes de extraerlos, y llenaron el tórax y el abdomen con un medio helado para enfriar los órganos más. Extrajeron el corazón, después el hígado y, finalmente, los riñones. Todos los órganos se colocaron en bolsas estériles selladas y se empacaron en hieleras llenas de hielo, y los médicos se dirigieron a toda velocidad a sus ambulancias y jets.

El Dr. Guarrera explicó: “Cuando el órgano está fuera del cuerpo, el tiempo es limitado, 12 a 15 horas para un hígado. Por cada hora ahorrada, la función mejora drásticamente”.

A la 1 a.m., el Dr. Tomoaki Kato estaba realizando el trasplante de hígado en Jessa.

Dijo: “Este caso fue difícil. La preocupación era saber si podríamos obtener un órgano a tiempo para evitar daño cerebral”.

Explicó que la insuficiencia hepática aguda, como la de Jessa, “es el único lugar en la lista de trasplantes donde seguimos perdiendo a pacientes”.

Jessa salió de cirugía el sábado por la mañana. Daniel Perrin, su padre, y su madre y padrastro, Jon Ullner, esperaban angustiosamente que despertara. Temían que el cobre hubiera dañado su cerebro y se preguntaban si Jessa sería la misma joven que ellos conocían — amante de la vida, original, poeta y música.

Debido a la gran cantidad de sedantes administrada, no despertó sino hasta el martes. Poco a poco surgió la vieja Jessa: recordó que su padrastro le había prometido una guitarra y le recordó que Jimi Hendrix había tocado como zurdo.

En un examen que se le realizó cuatro semanas después de la operación, se vio una gran transformación en Jessa. El hígado nuevo estaba realizando su trabajo; su corazón, riñones y pulmones se habían recuperado y su piel ya no tenía ese matiz verdoso tan horrible. Su enfermedad de Wilson había quedado curada gracias al trasplante.

Se sentía lo suficientemente bien para quejarse por estar hospitalizada. Estaba harta del hospital y quería regresar a su vida. Ella comentó: “Me gustaría odiar este lugar, pero no puedo porque ellos me dieron un hígado nuevo”.

Tendrán que desaparecer sus perforaciones en la nariz y lengua, ya que representaban un riesgo muy alto de infección, y además tendrá que olvidarse de los tatuajes que tenía pensado.

Dijo: “Mi mamá se siente muy contenta por eso”.

Todavía se sentía cansada y débil y la incisión seguía doliendo.

El Dr. Lobritto le explicó: “Es cuestión de tiempo. El hígado nuevo se está adaptando. Tu cuerpo se está acostumbrando a él, el hígado se está acostumbrado a ti”.

Jessa tomaba una gran cantidad de pastillas para prevenir un rechazo, pero le dijo que dentro de un año solamente tendría que tomar dos medicamentos.

Le dijo: “Eres una persona normal, como todos”. Sin embargo, también le dijo que estaba preocupado por la forma en que se ajustaría sicológicamente a todo lo que había sucedido. Casi todas las personas que reciben un trasplante tienen tiempo para prepararse, pero ella simplemente se despertó un día en una unidad de terapia intensiva, pensando que todavía estaba en Israel, para darse cuenta que estaba en Nueva York — con un hígado nuevo.

Lo único que pudo decir Jessa fue: “Es una locura”.

El médico pidió a la familia que tuvieran a Jessa en casa y que no fuera a la escuela un mes para que pudiera recuperar sus fuerzas. Les explicó que cuando regresara, “ella tendría la mejor historia que contar cuando hicieran la pregunta “qué hicieron en el verano”.

Acerca de Hadassah International

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