Aristides de Sousa Mendes, el diplomático que salvó a miles de judíos llega al panteón de Portugal

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En tiempos de derribar estatuas, a Aristides de Sousa Mendes le van a levantar una; ha tardado 80 años desde su heroicidad y 66 desde su muerte, pero el lugar escogido es el más exclusivo, el Panteón Nacional, donde se encuentran los grandes de la historia de Portugal, los escritores Almeida Garrett y Sophia de Mello Breyner, la fadista Amália Rodrigues o el futbolista Eusebio, entre otros pocos.

Aunque no era futbolista, De Sousa Mendes (Cabanas de Viriato, 1885–Lisboa, 1954) le metió una goleada histórica al primer ministro de su país, el dictador António Salazar (Vimieiro, 1889-Lisboa, 1970), que, por supuesto, no se la perdonó jamás.

De familia aristocrática rural, De Sousa Mendes ejercía de cónsul de Portugal en Burdeos cuando, en 1940, las tropas nazis ocuparon Francia. En su país, el dictador Salazar mantenía una neutralidad oficial en el conflicto bélico y, sobre todo, no quería incomodar a Hitler —ni a Franco en España—, por si le daba por estirar sus planes invasores hasta el otro extremo de Europa. Espías nazis y aliados compartían timbas en el casino de Estoril y los pescadores locales se sacaban sobresueldos informando a unos y a otros de movimientos de barcos, pero en Burdeos la cuestión era de vida o muerte o de campo de concentración. Al consulado portugués había llegado una orden directa desde Lisboa para prohibir la emisión de visados, salvo casos excepcionales.


De Sousa Mendes, que durante su ejercicio profesional en la ciudad francesa había confraternizado con la comunidad judía, decidió contrariar a Salazar y, durante tres días y tres noches de julio de 1940 su oficina se convirtió en una fábrica expendedora de visados para viajar a Portugal. Según la fundación que lleva su nombre, levantada en el año 2000 en su pueblo natal, el diplomático concedió unos 30.000 visados, en la que considera la mayor acción de salvamento de judíos realizada por una sola persona.

Otras fuentes rebajan la cifra a 10.000 los visados concedidos. En cualquier caso, la fundación ha identificado a 1.300 personas beneficiadas por el salvoconducto del diplomático rebelde, entre ellas, miembros de la familia Rothschild, el cineasta King Vidor o el pintor español Salvador Dalí.

Para cuando Salazar se alertó y dio avisó a España, ya habían cruzado la frontera de Hendaya miles de judíos. De Sousa Mendes fue defenestrado inmediatamente de su cargo, de su profesión y de su correspondiente pensión, llevando una vida de penurias hasta su muerte en 1954. La dictadura de Salazar aún duraría muchos años más.

El dictador portugués apenas tiene alguna calle a su nombre —en su pueblo— y las estatuas han desaparecido. Sin embargo, De Sousa Mendes se recuerda en el callejero de la capital portuguesa y en otras ciudades desde 1988. La novedad del nuevo reconocimiento oficial es a propuesta de una diputada independiente del Parlamento, aprobada por unanimidad, de la extrema derecha a la extrema izquierda, hace unas semanas.

La proponente, Joacine Katar Moreira, del partido ecologista Livre, ha destacado la defensa de los valores humanistas del homenajeado, que “priorizó la ética sobre las órdenes del estado fascista, salvando millares de vidas (…) A veces desobedecer es un acto de absoluta empatía con la humanidad”. Para la diputada Bebiana Cunha, del partido Pessoas-Animais-Natureza, la desobediencia de Sousa Mendes es una inspiración para salvar emigrantes en las fronteras europeas actuales. El portavoz derechista de Iniciativa Liberal alabó también la figura de De Sousa Mendes: “Son estos bravos solitarios los que merecen ser reconocidos”.

El túmulo del Panteón Nacional, en el barrio lisboeta de Alfama, recordará la figura y vida de Aristides de Sousa Mendes, pero no guardará sus restos mortales, que se mantendrán en Carregal do Sal, pueblo donde nació y residió.

2 comentarios en «Aristides de Sousa Mendes, el diplomático que salvó a miles de judíos llega al panteón de Portugal»
    • La razón que dá Yad Vashem es de que al ser un diplomático en funciones de un país no involucrado en el conflicto, el Consul Bosques nunca puso en riesgo la vida, la libertad o su posición, considerando que lo que hizo no fue un acto de heroísmo sino en cumplimiento de su deber.

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