La Bolsa de Valores de Tel Aviv viene cayendo en forma pronunciada. Desde comienzos de semana los principales índices bajaron en alrededor de un 5%. Esta caída devolvió a los índices al nivel que tenían hace aproximadamente un año y puso una vez más de manifiesto la estrecha conexión entre el Mercado de Valores de Israel y el de EEUU. Las Bolsas norteamericanas de Wall Street y Nasdaq también sufrieron serias bajas. Los inversores, como sucede cada vez que se escuchan sonidos de guerra en Oriente medio se refugiaron en las principales monedas extranjeras. Tanto el dólar como el euro se fortalecieron fuertemente frente al shekel, una vez que el producido de la venta de acciones y obligaciones fue volcado a la compra de divisas.
El precio internacional del petróleo es otro de los que sufre alteraciones en épocas de conflicto. Saltó a valores por encima de 114 dólares el barril, después de semanas de descenso en las que había llegado a estar por debajo de los 80 dólares. Los primeros en sufrir las consecuencias del aumento son los propietarios de vehículos que pagarán más por el litro de nafta a partir de la semana próxima. El precio llegaría a 7.80 shékels o más por litro de combustible de 95 octanos.
Analistas del mercado financiero no pierden el optimismo. Recordaron que el país pasó por circunstancias similares durante la Segunda Guerra del Líbano. Los índices bursátiles cayeron durante algunos días. Luego subieron y no tardaron en pasar las cifras que tenían antes del comienzo de los combates.
Entienden los expertos que las presentes bajas no son un derrumbe. Inversores, tanto locales como extranjeros darán órdenes de compra en cuanto se vislumbre un cambio en la situación geopolítica. Añaden que, de todas maneras, los inversores institucionales como fondos de pensiones vienen reduciendo su exposición a la Bolsa local que muestra señales de debilidad desde hace más de un año. Aconsejan a los inversores privados que no tomen decisiones apresuradas porque vender papeles en días de notorias bajas les representará pérdidas. Por ello conviene esperar “hasta que pase la tormenta”.
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