Canadá se endurece contra el antisemitismo

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Ayer, el gobierno de Canadá dio un paso histórico al firmar el Protocolo de Ottawa para Combatir el Antisemitismo. Al hacerlo, reconoció al antisemitismo como un mal pernicioso y una amenaza global contra el pueblo judío, el Estado de Israel y los países libres y democráticos en todas partes. Como lo hizo notar el Primer Ministro Stephen Harper: “Aquellos que odian y destruyen al pueblo judío, finalmente, odian y destruyen también al resto de nosotros”.

El protocolo es una declaración de que el odio, de esta naturaleza, no será tolerado en este país. Establece un plan de acción para apoyar las iniciativas que combatan el antisemitismo y proporciona un marco para que otras naciones lo sigan.


También presenta una vibrante definición de antisemitismo que, por primera vez en la historia, vincula el antisemitismo con la negación del derecho del pueblo judío a tener su patria ancestral – el Estado de Israel.

Ésto, de hecho, es lo que diferencia, de sus raíces históricas, al antisemitismo posterior a la Segunda Guerra Mundial. El antisemitismo actual tiene que ver con la negación: la negación de la legitimidad del sionismo como un movimiento judío para recuperar la tierra de Israel; la negación de la historia judía conectada a la tierra santa y, en particular, la centralidad de Jerusalem para el pueblo judío; la negación del Holocausto (mientras que, al mismo tiempo, se acusa a los judíos de nazismo); y la negación a los judíos a vivir libres de antisemitismo, odio e intolerancia.

Al dar a conocer los Protocolos, el Ministro de Relaciones Exteriores, John Baird, ha expresado el inequívoco apoyo de su gobierno al Estado de Israel. Al referirse a la agitación de esta semana en las Naciones Unidas y la amenaza palestina de declarar unilateralmente un estado, Baird dijo: “Canadá no estará detrás de Israel en las Naciones Unidas, estaremos justo a su lado. Nunca es una mala cosa hacer lo correcto”.

De acuerdo a Baird, más y más países se niegan a participar en la conferencia de la ONU llamada “Durban III” – por lo demás conocida como un festival de odio antisemita, que comenzó como un foro de derechos humanos en Sudáfrica en 2001; el foro, finalmente, degeneró en un partido de hondazos antisemitas, en el que represivos países árabes y africanos culpaban a Israel de todos los problemas de sus propios países y del mundo. Los gobiernos de Francia, Nueva Zelanda y Polonia (hoy) se unieron a Canadá y otras 10 naciones occidentales, esta semana, declararon que no participarán.

Sin lugar a dudas, la postura del Gobierno de Canadá sobre Israel, se basa en el principio de apoyar a los amigos – especialmente cuando son democracias y defensores de los derechos humanos. La mayoría de los líderes judíos estarían de acuerdo en que Israel es, realmente, el mayor aliado de Canadá en la lucha contra el odio y la intolerancia.

Pero la lucha contra el odio y el antisemitismo también debe ser ganada aquí, en Canadá. El Protocolo de Ottawa es, principalmente, el resultado de un informe publicado este verano por una Coalición Parlamentaria Canadiense para Combatir el Antisemitismo, que estuvo compuesta por líderes políticos canadienses que, voluntariamente, ocuparon su tiempo para investigar la creciente y alarmante marea de antisemitismo en Canadá.

En una carta que acompaña al informe, los Presidentes del Panel de Investigación y del Comité Directivo, Mario Silva y Scott Reid, escribieron: “La conclusión del Panel de Investigación, por desgracia, es que el flagelo del antisemitismo es una amenaza creciente en Canadá, especialmente en los campus de nuestras universidades”. El informe cita numerosos ejemplos de antisemitismo en varios campus, incluyendo el infame incidente de 2009, cuando estudiantes judíos de la Universidad de York fueron perseguidos y se atrincheraron en el salón Hillel, mientras una turba, afuera, se mofaban de ellos con insultos antisemitas. La lista de ejemplos es larga y preocupante.

Las universidades deberían tomar nota del informe y de la rúbrica de los Protocolos de Ottawa. Deberían poner fin, de inmediato, a los aborrecibles y falaces eventos como la Semana del Apartheid Israelí; deberían declarar, de manera inequívoca, que no debe abusarse de la libertad de expresión, proporcionando una cubierta para el antisemitismo; deberían asegurar que los estudiantes judíos se sientan bienvenidos en los campus y que su ambiente de estudio esté libre de acontecimientos anti-Israel y, por último, las universidades deben hacerse responsables por permitir que sus propiedades privadas sean sedes de conductas de odio entre estudiantes.

El Protocolo de Ottawa para Combatir el Antisemitismo es un modelo a tener en cuenta por todos los canadienses. Pero es, sobre todo, un documento de importancia para las universidades que han permitido convertirse en vehículos de odio y en cómplices de su promoción. Como mi amigo, el profesor Irwin Cotler, dijo anoche en la ceremonia de rúbrica en Ottawa, el antisemitismo no es sólo la forma más larga de odio conocida de la historia de la humanidad – es la única forma de odio que es verdaderamente global.

Toda persona con conciencia, debería tomar nota de los Protocolos de Ottawa y nunca olvidar las lecciones del Holocausto, cuando el mundo se mantuvo en silencio.

Traducido para Generaciones de la Shoá por José Blumenfeld

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