La época parece muy lejana. Según se lee en los diarios, el general Francisco Franco se nombra caudillo eterno en España y el presidente Adolfo López Mateos encabeza su primer desfile del Día del Trabajo en la Ciudad de México. Es 1 de mayo de 1959. Ese día, el América fue comprado por la familia Azcárraga, pero la noticia no aparece, ni siquiera, en las secciones deportivas.
Hasta ese momento, el equipo había cambiado varias veces de escritorio y se encontraba en los activos del empresario refresquero Isaac Bessudo, dueño de la embotelladora Jarritos.
No era entonces el equipo más ganador. De hecho, estaba lejos de serlo. No tenía ningún título en la era profesional y apenas asomaba la cabeza tras una crisis comercial y deportiva. Bessudo había comprado algunos extranjeros y había empezado a sanear el equipo. Entonces llegó la oferta del empresario de las telecomunicaciones. Para conocer la historia, se debe soplar el polvo de los documentos del momento.
No fue un contrato largo y tampoco estuvo lleno de términos legales. La venta del club se pactó en una sola página y con un lenguaje coloquial. La parte alta de la hoja está membretada con mayúsculas, en el lado izquierdo, con el nombre de Emilio Azcárraga Milmo; del otro lado de la página está escrita la leyenda CONFIDENCIAL. Quienes lo conocieron dicen que ‘El Tigre’, como se conocía a Azcárraga, tenía un tono imperativo. Las líneas iniciales de la carta dan cuenta de ello. En el primer punto fija el valor del equipo a su amigo Bessudo. Redacta con un firme estilo empresarial:
1. Me vendes el Club de futbol América libre de todo gravamen y responsabilidad, en la cantidad de 425 mil pesos y te obligarás a la evicción y saneamiento a partir de esas fechas.
Ya con un precio establecido, continúa con las condiciones:
2. El club me lo entregarás materialmente o a la persona que designe el próximo 25 de junio, así como las acciones, contratos, cartas de los jugadores, y todo lo que de hecho y por derecho le pertenezca al debido club.
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En el tercer punto, Azcárraga aclara que el valor total del club lo cubrirá con dos documentos adjuntados a la carta, el primero por 125 mil pesos y con un vencimiento del “2 de julio próximo” y el segundo por 300 mil, “con vencimiento al Primero de agosto”. Los cheques, explica Azcárraga, estaban avalados por la cadena Radiodifusora Mexicana SA.
Eran días de radio y de crecimiento de la clase media mexicana. En ese contexto se puede evaluar la transacción. Aquellos 425 mil pesos no alcanzaban para comprar una residencia de 760 metros cuadrados en las Lomas de Chapultepec, valuada en el aviso oportuno de la época en 655 mil pesos. Aquella misma sección del periódico anunciaba un Cadillac último modelo en 71 mil pesos, es decir, con seis de ellos Azcárraga podía comprar al equipo crema.
La entrega del club no se hizo como se planeaba en el documento. En el archivo se encuentra otra carta, también con el membrete de Emilio Azcárraga M., fechada poco más de dos meses después, el 9 de julio de 1959. Azcárraga explica a su “Estimado Isaac”, que no pudo despedirse en persona, a causa de que “la pelea de box afectó todos mis planes y me llenó de cosas urgentes”. La pelea a la que se refiere fue el título mundial, en el que Joe Becerra venció a Alphonse Halimi y que convulsionó la televisora propiedad de Azcárraga.
Dejaba más instrucciones, en las que de nuevo aparecen nombres familiares de la historia del equipo: “Esta es nada más para decirte que he dejado un poder a mi cuñado Fernando Diez Barroso para recibir las acciones del club América, te suplico que se las entregues a tu conveniencia”. Y: “Acerca de la directiva, el portador de la presente señor Darío Pastrana, quedará como Presidente; como Vice-Presidente y Secretario, el señor Emilio Echeverría y, como Tesorero, el señor Antonio Azuela”.
Otra firma da punto final al documento. El América, el equipo que una década antes luchó por reducir el número de extranjeros en el pasto, se plantea con Azcárraga una filosofía más cercana a los contenidos de televisión: Si el Guadalajara asume el papel del equipo bueno, el que alinea a los mejores mexicanos y tiene los títulos en la vitrina; el América estaba predestinado a convertirse en el villano de la pantalla: el club millonario que tiene a los mejores extranjeros en el campo. El melodrama nacional del futbol acababa de firmarse. Y por sólo 425 mil pesos.
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