A pesar de las promesas realizadas a principios de la temporada para mantener la neutralidad en las relaciones con Israel y la Autoridad Palestina, Donald Trump ha puesto hincapié en intención pro-israelí y dio a entender una desviación importante de las políticas financiadas por los presidentes de ambas partes desde la Guerra de los Seis Días de 1967, incluyendo la solución de dos estados, la construcción israelí en Judea y Samaria y la embajada de Estados Unidos en Israel.
En un intento por atraer a los votantes y simpatizantes de judíos, Trump ha dependido en gran medida de los proxies, incluyendo su hija Ivanka, que está convertida al judaísmo ya que se casó con un judío ortodoxo, así como los portavoces de la campaña y asesores.
El jueves, David Friedman, quien desde hace mucho tiempo es confidente de Trump y es destacado por su ardiente apoyo a su candidatura, comentó que su oponente en las elecciones, Clinton, sería “terrible” para Israel y no tendría amor por el estado judío.
“La política de Trump es en primer lugar confiar en Israel ya que ellos saben lo que están haciendo”, aseguró Friedman. “Israel ha sido independiente durante 70 años. Son un país crecido. No son un Estado cliente de Estados Unidos, sino un socio de los Estados Unidos en una guerra global contra el terrorismo. Confiamos en nuestra pareja y queremos que nuestra pareja sea estable y segura. Confiamos en ellos para hacer lo correcto”, remarcó.
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