Alrededor de diez mil eritreos y sudaneses, que ingresaron al país ilegalmente, y reclaman asilo político viajaron junto a activistas de izquierda a Jerusalén, para llevar sus reclamos ante el Parlamento (Knéset), en el cuarto día de protestas.
Los manifestantes, que ingresaron al país tras pagar entre cientos y miles de dólares a beduinos egipcios para su traslado a Israel, fueron llevados a Jerusalén en 90 autobuses preparados especialmente para la ocasión.
Ocho de los representantes de los inmigrantes africanos habían programado un encuentro con los diputados Michal Rozin, del partido izquierdista Meretz y Dov Khenin del ex comunista Hadash. Sin embargo, el presidente de la Knéset, Yuli Edelstein rechazó sus ingresos al Parlamento, al aceptar el pedido de la diputada Miri Regev, del partido
Likud, conocida por su vehemente oposición a la presencia de los migrantes eritreos y sudaneses, que exigen recibir el estatus y los beneficios de asilados políticos, en Israel.
Frente a la Knéset, los manifestantes, que están realizando una huelga desde el domingo pasado, cantaban “necesitamos protección” y llevaban carteles que rezaban “no somos criminales, somos refugiados” y “no somos infiltrados, somos seres humanos”.
El Gobierno afirma que en su gran mayoría no son ni “refugiados” ni perseguidos sino migrantes laborales que buscan mejores oportunidades económicas. El primer ministro, Biniamín Netanyahu, los describió como “gente que está violando la ley”.
“Los infiltrados buscan congregarse en Jerusalén para beneficiarse de la continua campaña para destruir al Estado de Israel, y esto es un insulto a la Knéset”, escribió Regev a Edelstein. “Se trata de otro intento de dañar la imagen de Israel, para tratar de convertirlo en un violador de derechos humanos ante los ojos del mundo”
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