La indecisión está especialmente extendida entre quienes se definen como centristas (34%, en comparación con solo el 8% el año pasado).
La incertidumbre también es más frecuente entre los de izquierda, pero no en la misma medida (19% hoy, 9% hace un año). El porcentaje de indecisos es más bajo en la derecha (14%), pero aún mucho más alto que antes de las últimas elecciones (8%).
Las causas de esta incertidumbre varían de un campo a otro. El centro aún tiene que recuperarse de la traumática ruptura de las esperanzas depositadas en el partido Azul y Blanco. Algunos de los que apoyaron al partido hace un año, ahora se inclinan a votar por Nueva Esperanza, con la expectativa de que podría poner fin al gobierno de Netanyahu; pero al mismo tiempo, están descontentos con esta decisión. Es que Gideon Sa’ar, quien dirige Nueva Esperanza, es claramente de derecha.
Solo dos partidos permanecen en la izquierda judía, por lo que no hay una división dramática a nivel partidario, pero ambos están luchando por superar el umbral electoral y sus listas de candidatos no son particularmente apasionantes. Ninguno de ellos — Laborismo y Meretz — ofrece un mensaje conceptual u operativo nuevo o soluciones para las preocupaciones urgentes del momento. Dado que está claro que ninguno de ellos jugará un papel central en cualquier coalición factible, algunos de sus votantes potenciales están dudando y están considerando un voto “estratégico” para uno de los partidos grandes, principalmente Yesh Atid.
En la derecha, la incertidumbre se puede atribuir a la proliferación de listas en competencia (Likud, Nueva Esperanza, Israel Beitenu [Israel Nuestro Hogar], Yamina y Unión Nacional) que están carcomiéndose unas a otras.
Quizás la incertidumbre disminuya el día de las elecciones. Pero otra posibilidad, mucho más peligrosa para la democracia israelí, es que los indecisos simplemente decidan quedarse en casa; esto socavaría la legitimidad de cualquier gobierno futuro.
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