En un ambiente de gran polarización, los iraníes decidirán este viernes en las urnas si reeligen al actual presidente moderado, Hasán Rohaní, o si apuestan por un gobierno ultraconservador liderado por Ebrahim Raisí.
El electorado está bastante dividido. Según una encuesta de la agencia estatal Irna, aunque dos son los candidatos principales, se presentan tres guarismos así: el 27,8 por ciento de los encuestados respalda a los reformistas –que también apoyan al actual mandatario–; un 23,3 por ciento, a los conservadores, y un 14 por ciento, a los moderados.
Rohaní tiene a su favor que ningún mandatario en la República Islámica ha perdido una reelección y el apoyo de una base importante de simpatizantes que abogan por la apertura económica y diplomática de su país, el respeto por los derechos humanos y mejoras en las libertades individuales.
Sin embargo, el acuerdo nuclear que firmó con seis potencias, incluida EE. UU., podría ser el elemento determinante para inclinar la balanza a su favor, pues “llevó a levantar algunas sanciones (impuestas por Occidente) y a estabilizar la economía (…). La inflación se redujo de más del 40 por ciento a menos del 7”, dijo a EL TIEMPO Muhammad Sahimi, experto en el programa nuclear iraní de la Universidad del Sur de California.
El pacto nuclear, firmado en julio del 2015, estableció que Irán limitaría su programa de enriquecimiento de uranio a fines exclusivamente pacíficos a cambio del levantamiento de las sanciones que Occidente mantenía contra Teherán, lo que
permitió su entrada al mercado internacional y obtener mayores ingresos petroleros, además de la capacidad de llegar a otro tipo de acuerdos, como los alcanzados con las compañías Boeing y Airbus para modernizar su decadente flota aérea y acercarse comercialmente a países de la Unión Europea.
Pero no todo ha sido color de rosa. “Si hacer el acuerdo fue el mayor logro de Rohaní, sus consecuencias podrían ser el mayor fracaso. El presidente hizo muchas promesas con el fin de vender este pacto al pueblo (…) y ha tenido éxitos limitados”, dijo a este diario Jonathan Leslie, investigador del Centro de Estudios Iraníes de la Universidad de Londres.
El presidente hizo muchas promesas con el fin de vender este pacto al pueblo y ha tenido éxitos limitados
Si bien es cierto que la inflación generalizada descendió y el crecimiento de la economía repuntó, también lo es que los ciudadanos del común no han visto estas mejoras en su vida. “El desempleo aún es muy alto y la inversión extranjera, un componente clave para la recuperación económica, sigue siendo bastante baja. La incertidumbre por las sanciones no nucleares (que se mantienen) y la corrupción hicieron que los bancos extranjeros duden en financiar nuevos proyectos en Irán”, recalcó Leslie.
En ese sentido, la retórica de la nueva administración de Estados Unidos tampoco ayuda mucho. El presidente Donald Trump ha dicho en reiteradas ocasiones que el acuerdo con Irán es “desastroso” y que lo mejor es cambiarlo. Además, prohibió la llegada a su país de vuelos provenientes de Irán. Según analistas, esto ha calado en algunos votantes de la República Islámica, que creen que la salida de Barack Obama de la presidencia de EE. UU. volvió a Rohaní un presidente inservible.
Y es ahí donde se abre campo la otra parte del electorado iraní, que ve con recelo la apertura de su país y que es la base electoral de Raisí, un clérigo que desde muy joven estuvo bajo la sombra del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, y que apuntaría a una restricción de libertades y a una política internacional más hostil. De hecho, el propio Jomenei lo nombró guardián del santuario del imán Reza en la ciudad santa de Masha, uno de los cargos religiosos más importantes.
“Aunque Rohaní todavía tiene una fuerte ventaja en las elecciones, las últimas encuestas de opinión revelan que (…) Raisí está reduciendo la brecha”, escribió Massoumeh Torfeh, especialista en política y medios iraníes, en una columna en la web de Al Jazeera.
Y es que el favoritismo de Rohaní podría no ser suficiente frente a la cercanía entre Jamenei y Raisí, si se tiene en cuenta que, desde hace dos años, se viene hablando de la posible elección del sucesor del líder supremo y, según analistas, el siguiente periodo presidencial será definitivo en este aspecto.
“La sucesión del ayatolá Jamenei, que es secundario en este proceso electoral, será el factor principal en el futuro. La dirección del (país) se afectará fuertemente”, afirmó Arshin Adib-Moghaddam, autor del libro Iran in world politics (Irán en la política mundial).
Lo cierto es que puede haber sorpresas, como las hubo en 1997, cuando llegó al poder el reformista Mohammad Jatamí; o en 2005, cuando los conservadores volvieron a la presidencia de la mano del hasta entonces desconocido Mahmoud Ahmadinejad. Todo está por verse.
Artículos Relacionados: