Philippe Sands, judío y juez internacional especializado en derechos humanos, escribe y protagoniza este valioso documento. Dos hijos de altos oficiales nazis lo acompañan en un viaje al pasado que supone un acto de confrontación y autodefinición. Con la cercanía emocional del hombre a quien los nazis asesinaron a toda su familia, el abogado se propone descubrir cuál es el legado directo que aquellos criminales de guerra dejaron en sus hijos.
Lo curioso es que sus entrevistados, Niklas Frank y Horst von Wächter, dos hombres con el mismo background, revelan diferentes versiones y actitudes hacia sus progenitores. En medio de ellos, Sands deviene en juez y víctima, y el filme en una especie de juicio moral a la conciencia del hombre empeñado en sostener la “decencia” de uno de los responsables del homicidio de millones de seres humanos.
El filme nos lleva por diversos sitios que han quedado en la memoria del holocausto, como la sinagoga destruida de Lvov y el bosque cercano en cuyo suelo yacen miles de judíos –incluida la familia de Sands–, situando a ambos descendientes en las entrañas del genocidio. Hay un dramático contraste entre ellos. Pero no se trata solo de la opinión de un hombre; la conclusión final de este filme es mucho más alarmante.
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