La sede lagunera de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (RSEAPT) acoge durante un mes un pequeño trozo de la diáspora de los sefardíes españoles, aquellos judíos expulsados de su país por los Reyes Católicos en 1492. La exposición itinerante Hispano-judíos de Marruecos permite establecer una ruta por la trayectoria, costumbres y tradiciones de quienes, tras sufrir este proceso traumático, se instalaron en el norte de África, la zona más próxima a Canarias y a Tenerife.
La muestra, que ya puede ser visitada en el histórico edificio de la calle San Agustín, está organizada por la RSEAPT junto al Centro Sefarad-Israel del Ministerio de Asuntos Exteriores y el Instituto Encuentro Canarias-Israel con la colaboración de la embajada hebrea en Madrid. Se enmarca en el ciclo Sefarad ayer y hoy que arranca esta tarde (19:00 horas) con la conferencia sobre la Ley de Nacionalidad para estas personas que ofrece Isaac Querub, expresidente de la Asociación de Comunidades Judías de España.
Ángel Pérez, su comisario, resume como la instalación desglosa en 19 paneles divulgativos -divididos en bloques temáticos- el origen y la evolución de este colectivo, obligado al éxodo a lo que se convertiría posteriormente en Protectorado español; es decir, hacia lo que hoy es Túnez, Argelia y, sobre todo, Marruecos. En un giro paradójico de la historia, estos sefardíes –otros muchos se establecieron en Turquía o Grecia–volvieron a formar parte durante varias décadas de una España muy distinta de la que habían sido obligados a salir en el siglo XV.
Valora Pérez: “El objetivo es dar a conocer la historia y la realidad de la cultura sefardí que es una gran desconocida para la sociedad”. Documentos, fotografías o dibujos que rodean los detallados textos explicativos intentan plasmar la vida cotidiana de aquellos que tuvieron que dejar Sefarad casi de un día para otro tras el edicto promulgado en marzo de 1492. En su destino fueron siempre llamados forasteros en contraposición a los judíos establecidos antes, desde finales del siglo XIV, en concreto a partir de 1391.
Pérez subraya la importancia del recorrido por varios siglos de evolución. Desde aspectos como la historia, la literatura o la economía al folclore, la gastronomía o el deporte (hubo hasta un equipo de fútbol llamado Los Macabeos). Sin olvidar las costumbres, el culto religioso o los aspectos más detallistas de la vida cotidiana de una comunidad que se mantiene, aunque en claro descenso demográfico. De esta forma. apenas quedan hoy varios centenares de personas, muy lejos de las 15.000 contabilizadas en la década de los años 40 del siglo pasado. Varios paneles recuerdan sus vivencias diarias en las principales ciudades de su exilio marroquí, Tetuán, Tánger o Larache.
En Tenerife
Incide Pérez, justo delante de una larga lista de apellidos, en los ejemplos de permanencia de esa herencia en esta época, incluso en la propia Isla: “Desde el caso de Pérez, muy común tras el cambio de la ese final por una zeta, hasta otros como Pinto. La gente los lleva en el ADN pero desconoce su origen judío”.
Además de recordar como los sefardíes ya estaban en la Península en la época visigoda, el comisario de la muestra y del proyecto insiste en trasladar la realidad del pasado a Ias Islas y a la actualidad: “Hay unos 300 judíos en el Archipiélago. De ellos sobre 200 están en Gran Canaria y un centenar en Tenerife. En este último caso de trata de cinco o seis familias practicantes”. Incluso, añade, “llegaron a contar con una sinagoga en el centro de Santa Cruz, la capital, que hubo que desmontar por la falta de practicantes en una ceremonia religiosa que requiere de un mínimo de diez hombres para poder desarrollarla”.
De vuelta a la diáspora sefardí, Pérez resalta: “Algo poderoso debe tener un pueblo que conserva las llaves de sus casas de Toledo o de Granada como si fuera ayer más de cinco siglos después de tener que dejarlas a la fuerza”.
Y añade: “O ceremonias exactamente iguales desde hace 3.000 años como la cena del shabbath, la Pascua o la hanucá o janucá (Fiesta de las Luces o Luminarias, que conmemora la rededicación del Segundo Templo de Jerusalén y la rebelión de los macabeos contra los sirios). Tradiciones mantenidas, incluso, en los campos de concentración nazis durante el Holocausto.
Ángel Pérez concluye: “Este pretende ser un homenaje a quienes durante siglos han conservado la memoria y el afecto hacia España pese a ser expulsados de ella, un referente transmitido de generación en generación. Sefarad es España más allá del significado de la palabra porque son sinónimos”. Como dice una frase en ladino, su lengua, que se muestra ahora en La Laguna este es el sueño de “hombres serios y buenos, hombres cabales y completos”.
Un mundo de ida y vuelta
Perdido y recobrado, el mundo de la diáspora sefardí hacia el norte de África brilla por la singularidad de sus antecedentes históricos, una identidad forjada por múltiples influencias y la tradición repetida en comunidades de todo el mundo. Durante siglos de lejanía con la España peninsular, las comunidades sefardíes de Marruecos enriquecieron su raíz hispana y su devoción judía con el poderoso contexto local. De este crisol emergió una cultura fascinante con expresiones en todos los ámbitos posibles, desde la ciencia y la intelectualidad a lo más cotidiano. Por ejemplo, en esta Canción para la novia de una boda sefardí citada en el libro de Sarah Leiboci sobre una ceremonia de casamiento en Tetuán y reproducida en la muestra en ladino: “Dice la nuestra novia como se llama la cabeza. Que no se llama cabeza sino campo espacioso. Ay, mi campo espacioso. Dice la nuestra novia cómo se llama el cabello. No se llama cabello sino seda de labrar. Ay, mi campo espacioso- Ay, mí seda de labrar… Así durante siglos.
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