- La fotógrafa estadounidense, que había sido una de las modelos más cotizadas de su tiempo, entró antes que nadie en algunos campos de concentración nazis.
- Tras retratar la liberación de Dachau, se dio un baño en el piso de Hitler en Múnich y dejó que su novio inmortalizara el momento: “Me limpié de la suciedad.
- Violada de niña, primera en anunciar tampones, musa y ayudante de Man Ray, la obra bélica de Miller se expone ahora en Viena.
La estadounidense Lee Miller (1907-1977) llegó a la fama por varios caminos: fue una de las modelos más cotizadas del tiempo de las flappers de los años veinte, cuando alguien la definió como “la mujer más bella del siglo XX”; se atrevió a aparecer en un anuncio de tampones en 1928, cuando la menstruación femenina era un tabú social en los EE UU; en París fue musa, amante y ayudante de Man Ray —algunos dicen que él firmó como suyas abundantes fotos que había tomado ella— y cautivó a Picasso, Dora Maar, Max Ernst y todos los demás…
La exposición antológica sobre Miller que organiza el Albertina de Viena entre el 8 de mayo y el 16 de agosto parte de la evidencia de que estamos hablando de “una de las artistas más fascinantes del siglo XX” y de más amplio recorrido: desde el surrealismo a la moda. Por eso la muestra, que incluye una selección de 80 piezas, está centrada en el papel de la fotógrafa como reportera durante la II Guerra Mundial, cuando también entró en la historia por un camino que nadie habría adivinado: fue la primera fotoperiodista en acceder a los campos de concentración de Dachau y Buchenwald.
El mismo día del suicidio de Hitler
Una de las imágenes que expone la pinacoteca austriaca es la muy conocida pero escasamente exhibida foto de Miller dándose un baño en el apartamento de Adolf Hitler en Múnich el 30 de abril de 1945, el mismo día en que, según los libros de historia, el líder nazi se suicidó en su búnquer de Berlín ante la inminencia de la derrota. Miller, que viajaba con la Infantería del Séptimo Ejército de los EE UU como enviada de Vogue, la revista en la que había aparecido tantas veces antes como modelo, estaba acompañada por el corresponsal de Life David E. Scherman. Ambos eran amantes.
Las fotos de la bañera, tomadas en el apartamento del número 27 de la Prinzenregentplatz de Munich, suelen aparecer como firmadas por Miller y Scherman, juntos o por separado. Habían entrado en la casa vacía con la intención de descansar y una vez dentro se percataron de que era la vivienda en la ciudad de Hitler.
‘Necesitaba lavarme’
Una horas antes, en esa misma jornada, habían entrado con la primera unidad militar que llegó al campo de exterminio de Dachau, y se enfrentó al genocidio. “Necesitaba lavarme, limpiarme de la suciedad”, declararía más tarde Miller cuando le echaron en cara que la imagen del baño era un montaje sensacionalista en parte preparado —colocaron un marco con un retrato de Hitler en la bañera, un lugar poco adecuado para el adorno—.
No es la única imagen icónica de la exposición, Miller también retrató a soldados muertos, nazis que optaron por el suicidio, heridos civiles, cadáveres apilados en el campo de exterminio, fusilamientos sumarios y otras crudísimas imágenes de los días finales de la guerra. Después de terminada la guerra viajó a Salzburgo, donde mostró la ciudad destrozada por los combates y bombardeos, entró en hospitales de niños heridos e hizo algunos retratos a artistas, como al bailarín Nijinsky.
A los siete años Miller había sido víctima de una violación cometida por un amigo de la familia —con contagio de gonorrea añadido—. El delito no fue denunciado, al parecer, para evitar el escándalo, y el padre de la cría, Theodore Miller, un tipo que pasaba por liberal y artista, comenzó a hacer fotos de Lee desnuda, una práctica que continuó hasta que ella cumplió 20 años. La familia sostiene que se trataba de un ceremonial para devolver a la cría la autoconfianza.
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