Intervención Embajadora Rosenberg en Comisión RR.EE. Senado de Chile

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Estimados Senadores y Senadoras,  

En primer lugar, permítanme agradecer a  todos y cada uno de Uds. por vuestra amable  y cordial invitación y, sobre todo, por su  disposición a profundizar sobre una temática  desafiante y compleja, de luces y sombras -el  Medio Oriente- y, con ello, extender y  profundizar juntos nuestro entendimiento y  nuestros espacios de colaboración y amistad,  presente y futura.  

Por ello, hoy quiero invitarles a construir, crear  y seguir co-creando puentes de amistad. Chile  e Israel comparten principios y valores  comunes, un historial de cooperación en el  mundo de la ciencia, la tecnología, la  innovación y las humanidades, pero también  desafíos globales que requieren miradas  locales. Mi propósito desde que asumí este  cargo, y el de mis antecesores en estos 71  años de amistad, ha sido y será seguir profundizando esta importante relación,  aportar desde nuestras fortalezas, aprender de las vuestras e impulsar el encuentro y el  buen entendimiento, no solo entre dos  naciones sino entre dos pueblos. 


Permítanme empezar diciendo algo que  necesita ser dicho, a pesar de que debería ser 

totalmente obvio, y es que el estado de Israel  quiere la paz y ha trabajado incansablemente  por alcanzarla. Sí, somos un país pequeño  con sueños grandes. El sueño de los israelíes,  es el sueño de la paz. Un sueño que todavía  no se ha completado, pero que en los últimos  meses se está convirtiendo rápidamente en  realidad. 

Yo tengo hijos pequeños, como  probablemente algunos de ustedes, y me  angustio pensando que ellos también van a  tener que entrar al ejército para defender a  nuestro país. No conozco ningún padre o  madre israelí que sueñe con que sus hijos  vayan a luchar y arriesguen sus vidas.  Estamos dispuestos a pagar un enorme  precio por la paz, como ya lo demostramos en  innumerables ocasiones. Renunciamos a la  península del Sinaí, y al sur del Líbano, nos  retiramos unilateralmente de Gaza y del norte  de Samaria, y evacuamos más de 10.000  israelíes de sus hogares. 

Ya lo dijo Shimon Peres, nuestro ex  presidente, que en paz descanse, con ocasión  de la firma de los Acuerdos de Oslo, en 1993:  “Lo que estamos haciendo hoy es más que  firmar un acuerdo; es una revolución. Ayer  un sueño, hoy un compromiso”.

La historia de Israel ha estado marcada por  esta búsqueda incesante de la paz. Incluso en  los días de mayor efervescencia nacional,  cuando se creó el Estado, y la Declaración de  Independencia consagró un principio  revolucionario para ese contexto, cito:  

“EXTENDEMOS nuestra mano a todos los  estados vecinos y a sus pueblos en una oferta  de paz y buena vecindad, y los exhortamos a  establecer vínculos de cooperación y ayuda  mutua con el pueblo judío soberano asentado  en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto  a realizar su parte en el esfuerzo común por el  progreso de todo el Medio Oriente”. 

Y fue, precisamente ese mismo espíritu, lo  que nos llevó en los últimos meses a dar una  nueva muestra categórica de nuestro  compromiso con la paz: alcanzamos y  firmamos acuerdos históricos con los  Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y  recientemente Marruecos, acuerdos que  vienen a engrosar la lista de tratados de paz  que firmamos en el pasado con Jordania y  Egipto. Con estos acuerdos, y el nuevo  ambiente que se respira en la región,  comienza a fraguarse el sueño del gran  Shimon Peres, Premio Nobel de la Paz, de un  nuevo Medio Oriente, un Medio Oriente unido  por la cooperación y la empatía. Y si bien 

estamos en las etapas iniciales de este sueño,  hay que seguir soñando en grande sin perder  de vista el presente, un presente pleno de  fragilidades y esperanzas compartidas,  pensando que la única realidad posible es la  paz y la solidaridad entre los pueblos. 

Estos acuerdos marcan un nuevo paradigma  que simboliza la elección de un futuro mejor  sobre el pasado, de acuerdo sobre el conflicto  y de esperanza sobre la desesperación. Son 

un marco de cooperación abierto y en  expansión y todos los pueblos de la región  están invitados a unirse a ellos. 

Los Acuerdos de Abraham no vienen a  expensas de los palestinos, es todo lo  contrario, son una oportunidad que los  palestinos están dejando perder. Como  israelí, tengo la esperanza que sigamos  firmando acuerdos de paz en los próximos  meses y años, con todos nuestros vecinos de  la región.    

En este contexto cabe preguntarnos: ¿qué  pasa, entonces, con el tema palestino? Para  poder responder esta pregunta, permítanme y  con el permiso de cada uno y una de los  miembros de esta Comisión, desmitificar dos 

puntos, que a mi juicio son fundamentales  para profundizar en la situación.  

El primero es que, en muchos de los espacios  políticos, se ha tratado tradicionalmente el  conflicto palestino israelí como singular en el  Medio Oriente, es decir, como si el conflicto 

palestino-israelí fuera la raíz de los problemas de la región, intentando plantear que, hasta  que no se resuelva este conflicto, nada  avanzará. De esta forma, se ha instalado una  política perversa, según la cual, el mundo  árabe tendría una prohibición de avanzar en  la normalización de relaciones con Israel  hasta que se resuelva el tema palestino. 

Esta visión nunca fue correcta, pero hoy en  día es incluso más claro que el eje ha estado  puesto en el lugar equivocado. Al observar el  Medio Oriente de hoy, lo que está pasando en  Irak, Siria, Yemen, Libia, y en otros países  sumidos en guerras internas, queda claro que  la delicada situación de la región no tiene  relación ni con israelíes ni con palestinos. Y  creo que es importante poner esto en  contexto, porque incluso si logramos resolver  el problema entre los palestinos e Israel –y  espero que lo hagamos pronto- es iluso  pensar que de repente las demás piezas se  ordenarán mágicamente, y fundarán un rompecabezas armónico y melódico. 

¿Cambiará la situación en Siria, en Líbano o  en Yemen? La respuesta es NO. 

El Medio Oriente del presente es una región  inestable y golpeada, lo sabemos. Decenas  de millones de personas, hombres, mujeres,  niños y niñas, perdieron sus hogares y se han  convertido en refugiados, y cientos de miles,  quizás más, murieron en las sangrientas  luchas entre las diversas tribus y etnias en los  distintos países árabes.  

Esto ha sido: lamentable, reprochable,  responde a tensiones ancestrales, y no tienen  relación alguna con el conflicto palestino israelí, que por cierto también ha dejado  víctimas y refugiados, de ambos lados,  árabes que vivían en Israel y judíos que vivían  en los países árabes y fueron expulsados de  allí.  

Las tensiones en Medio Oriente no han  estado especialmente dominadas por el  contrapunto entre el islam y judaísmo. De  hecho, durante siglos la división en el mundo  árabe y pérsico fue entre musulmanes y  cristianos y entre chiitas y sunitas. 

En efecto, actualmente varios países, entre  ellos Irak, Siria, Yemen y el Líbano, están bajo  la influencia chiita iraní, que busca extender  su ideología (chiita, totalitarista e islamista) 

hacia el Mediterráneo, constituyéndose en el  foco principal de los conflictos en la región,  amenazando además a las democracias de  Occidente a través de la germinación  subterránea del islamismo radical. 

En este sentido, vemos con preocupación que  algunos estados democráticos, incluso en  Latino América, generan lazos estrechos con  esos países, sin mediar preguntas o  interrogantes respecto al rol de esos poderes  dentro de la inestabilidad del Medio Oriente.  Existiendo, además, una ausencia absoluta de voces reclamando libertad, igualdad y  protección a los pueblos subyugados. 

El Medio Oriente hoy está dividido en dos  campos claros, uno que elige la paz, la  cooperación, la prosperidad económica, la  estabilidad regional y un futuro mejor para  nuestros niños y niñas y el otro que está  liderado por Irán y sus afiliados que elige el  camino de la violencia extrema, el odio y el  terrorismo.

En este contexto, puedo señalar que, los  diversos y complejos problemas de la región  de Medio Oriente son los que están  impidiendo una solución real al conflicto  palestino-israelí. ¿Por qué menciono esto? Si  observamos la región con una mirada  comprensiva, podremos encontrar fuerzas  extremistas, radicales y fanáticas impulsadas  por Irán y sus aliados, como Hezbolah, Al  Qaeda o el Estado Islámico, que  desestabilizan la región y utilizan el terrorismo  como lenguaje permanente, encontrando eco y lo digo con preocupación, en una gran parte  de la sociedad palestina, especialmente a  través de Hamas y otros grupos considerados  como terroristas por parte de la comunidad  internacional en la Franja de Gaza. Allí, el  liderazgo islamista prefiere utilizar los fondos  de ayuda humanitaria para lanzar misiles contra la población israelí y construir túneles  para cometer atentados terroristas, en vez de  construir hospitales y escuelas.  

Al respecto, en el 2016 se descubrió que  Mohammed El-Halabi, quien ejercía como  director de la rama de Gaza de World Vision,  era en realidad una figura importante en el  brazo terrorista-militar de Hamas. El-Halabi se  habría aprovechado de su posición para  desviar los fondos y recursos de la  organización humanitaria en beneficio de las 

actividades militares y terroristas de Hamas.  Tal descubrimiento derivo en que países  como Australia suspendieran los fondos de  ayuda para la organización en Gaza.  

Lamentablemente, los ciudadanos palestinos  también son víctimas de sus líderes, no solo  porque los recursos no son utilizados para su  bienestar, sino porque sus minorías y grupos  vulnerables -como las mujeres, los activistas  cristianos y la comunidad LGTBIQ– son  víctimas de discriminación, violencia y odio por parte de las autoridades palestinas en  Judea, Samaria y Gaza. Como es el caso de  Rami Aman, activista palestino por la paz en  Gaza, quien permanece detenido por Hamas  desde el 9 de abril de este año solo por  mantener una video llamada con activistas  israelíes por la paz, y a quien organizaciones  pro Derechos Humanos lo consideran un  preso de conciencia y piden su liberación  inmediata e incondicional.  

El terrorismo, lo sabemos, no hace  distinciones, ni por raza, ni por religión, ni por  origen.  

El 11 de marzo del 2016, alrededor de las seis  de la tarde, Abdul Hamid Abu Srour, palestino proveniente del área de Belén, se inmoló 

dentro del bus número 12 en Jerusalén,  encendiendo el bus completo en llamas, e  hiriendo a 21 personas, 2 de ellas de  gravedad. Una de ellas es una compatriota  chilena, Sharon Raphael, de 28 años, quien  fue a Israel a cumplir su sueño de estudiar  arquitectura. Sharon, permaneció en coma  por dos semanas tras el atentado, fue  sometida a múltiples cirugías y tratamientos  intensivos contra las quemaduras que sufrió  en un gran porcentaje de su cuerpo, todo esto  como parte de un largo proceso de  recuperación.  

La historia de Sharon es una de miles, porque  los israelíes vivimos con miedo constante a  un ataque terrorista, las sirenas suenan cada  semana en la frontera con Gaza y los niños  tienen 60 segundos para llegar a un refugio  antiaéreo. Incluso, mientras Israel firmaba los  históricos Acuerdos de Abraham, los cohetes  de Gaza seguían cayendo sobre el suelo  israelí. 

Recuerdo todavía con angustia la primera vez  que tuve que llevar a mi hijo a un refugio anti  misiles. Estábamos de misión fuera del país,  y fuimos de visita a Tel Aviv, con nuestro hijo  de meses, para que los amigos y familia  extendida conocieran a nuestro primer hijo, y  de repente comenzaron a sonar las alarmas 

anunciando cohetes lanzados desde gaza, yo  tuve que salir corriendo a esconderme, cargando a un bebe de meses que lloraba  inconsolablemente por el ruido y la angustia  colectiva mientras pensaba en que esa era la  primera memoria que mi hijo iba a tener de  Israel. 

Hago una pausa aquí para enfatizar y  condenar enérgicamente las afirmaciones de  mi par palestino en este espacio el 14 de  octubre de este año, cuando definió a los  terroristas palestinos en las cárceles israelíes,  como “lo mejor de los nuestros”. Enaltecer el  terrorismo es inaceptable, siempre, y lo  mejor de los nuestros son los que se levantan  cada día para construir un mundo mejor y no  para asesinar personas inocentes que no  comulgan con las mismas ideas. Embajador,  su afirmación no me sorprende- es una de  tantas incitaciones a la violencia, que han  caracterizado al liderazgo palestino. Ese  mismo liderazgo que lamentablemente sigue  decidiendo pagarle sueldo a terroristas y a sus  familias.  

En este momento histórico que está  transitando el Medio Oriente, es fundamental  preguntarse en qué lado de la historia se  quiere estar. Apoyando la paz o apoyando al  terror, al miedo, a países que promueven la 

violencia, a organizaciones que han negado  una vez tras otra el sendero de la paz.  ¿Queremos, en definitiva, promover la paz y  la solución pacífica de los conflictos o  promover la guerra, el odio y el terror?  

Y esto me lleva a desmitificar otra grave  consigna. Se suele decir que la razón principal  por la que no hay paz entre israelíes y  palestinos es porque no hay un estado  palestino, y la verdad es que esta afirmación  no solo es falsa, sino que la respuesta apunta  en el sentido contrario.  

La verdadera razón detrás del conflicto no  radica en la creación de un Estado Palestino.  La verdadera razón detrás del conflicto es el  rechazo por la dirigencia palestina al derecho  de Israel a existir como un Estado  democrático y judío. En efecto, lo sabemos, el  liderazgo palestino durante décadas se ha  negado a aceptar la legitimidad del estado  judío.  

¿Cómo justifico esta hipótesis? La historia  habla por sí misma. Si observan con  detenimiento los intentos a lo largo de las  décadas de resolver el conflicto entre  palestinos e israelíes, verán que ha habido  numerosos puntos en la historia del Siglo XX 

y del Siglo XXI donde el estado palestino se  puso sobre la mesa como una posibilidad real  y concreta, y en todas aquellas ocasiones los  palestinos dijeron NO. 

Es así como rechazaron la propuesta de la  Comisión Peel del año 1937; rechazaron la  propuesta de Partición de la ONU en 1947 y  lanzaron la guerra contra los judíos;  rechazaron la propuesta del Presidente  Clinton en julio del 2000, en Camp David;  rechazaron la propuesta del Primer Ministro  Olmert en 2008; e incluso rechazaron la  propuesta de la administración que más  apoyaba su causa, la del Presidente Obama,  en la primavera del 2014, una propuesta que  era existencialmente difícil para los israelíes  y, sin embargo, el Primer Ministro Benjamín  Netanyahu accedió a negociar, mientras que  el presidente de la Autoridad Palestina,  Mahmoud Abbas, hizo lo mismo que en  épocas anteriores: dijo que debería consultar  con sus hombres y nunca regresó… 

Y bajo este mismo patrón de conducta, ahora  rechazaron el Plan del Siglo que propone la  administración americana, y que desde el  principio se planteó que es solo un punto de  partida con el objetivo de comenzar un  proceso de diálogo y negociación bilateral,  pero los liderazgos palestinos no estuvieron 

dispuestos ni siquiera a considerar la idea, y,  más aún, se están enfrentando a la Liga Árabe  por apoyar los esfuerzos de paz de Israel con  los países del golfo. 

Todas estas negativas tienen un común  denominador: un compromiso definitivo con la  paz, obligaría a los lideres palestinos a  reconocer el hecho de que los judíos estamos  vinculados por razones históricasnacionales y religiosas a esta tierra, por lo  que estamos en ella en virtud de derechos, y  no como parte de alguna “conspiración colonialista imperialista”, como suelen  declarar consignas que incitan al odio. SÍ,  también en latitudes chilenas, por desgracia.  

Lamento revelarles estimadas senadoras y  senadores, que: 

1- Más de lo que el liderazgo palestino  busca una solución, busca sentar a Israel  en el banco de los acusados.  

2- Más de lo que quiere un Estado propio  para su pueblo, pretende inculpar al  nuestro.  

3- Desde lo más profundo de su filosofía  política, el ethos que pretende inculcar el  liderazgo palestino a su pueblo, es un  ethos por la negativa. 

Hagamos un poco de historia. El artículo 20  de la Convención Nacional Palestina, el  documento de la fundación de la OLP Organización para la liberación de palestina,  dice, textual: 

“La Declaración Balfour (refiriéndose al documento del gobierno británico en 1917 que  reconoce el derecho del pueblo judío a  restablecer la soberanía sobre su  hogar nacional) y la redacción del mandato y  lo que deriva de estos se considerarán nulos.  Las afirmaciones de la conexión histórica o  espiritual judía con Palestina son  incompatibles con las verdades históricas. (y  sigue) El judaísmo como religión celestial no  es una nacionalidad con una realidad  independiente, por lo tanto, los judíos no son  un solo pueblo, sino ciudadanos de los  países en donde ellos viven”.  

Este artículo de la Convención Nacional  Palestina nunca se ha modificado. Así, para  los liderazgos palestinos, los judíos no somos un pueblo, sino solamente una religión, y por  lo tanto, no tenemos derecho a nuestra propia  tierra.  

Más aún, en la carta fundacional de Hamas,  quien gobierna Gaza desde el 2007, no solo  no se reconoce al estado de Israel sino se 

rechaza de plano toda iniciativa de paz y se  proclama la violencia como única solución, tal  como dice el artículo 13 que cito a  continuación: 

“Las iniciativas [de paz], y las llamadas  soluciones pacíficas y conferencias  internacionales contradicen los principios del  Movimiento de Resistencia Islámica (…) Estas  conferencias no son más que un medio para  designar infieles como árbitros en las tierras  del islam… No existe ninguna solución al  problema palestino sino por medio de la  Yihad. Les recuerdo que Yihad significa en el  islam: guerra santa contra los infieles.  

En la cima del desfile de consignas engañosas se encuentra la conocida  declaración de una “solución de dos Estados”.  ¿Por qué se trata de una declaración  tramposa? Porque esta afirmación tiene una  continuación que los liderazgos palestinos se  empeñan en ocultar: “Dos estados”, , pero  “para dos pueblos”. ¡Incluido el pueblo  judío! No se puede llegar a un compromiso si  no se reconoce la identidad y la existencia de  la otra parte. Si bien reconocimos que había  un movimiento nacional palestino en el otro  lado, nunca nos reconocieron como un pueblo  con un movimiento nacional legítimo. 

Pero no se necesita recurrir a cláusulas  escritas para entender la posición palestina.  Pueden escuchar a Mahmoud Abbas, el  presidente de la autoridad palestina, quien en  marzo del 2014 y en reiteradas ocasiones 

después, declaró: “no hay posibilidad de que  reconozca un estado judío”. Si no existe tal  reconocimiento, el conflicto nunca terminará y  las conversaciones sobre el “proceso de paz”  y “dos estados” estarán vaciadas de  contenido y, lo que es más lamentable aún, de  esperanza.  

Quisiera finalizar como empecé mi  intervención, reiterando nuestro compromiso  con la paz, el diálogo fraterno, con la  solidaridad, con la búsqueda de soluciones  innovadoras con impacto ciudadano, en un  mundo que requiere más que nunca, crear y  recrear las grandes preguntas del futuro, en  un presente incierto y frágil, pero luminoso, al  final del camino. 

Con ese mismo espíritu, y a pesar de las  dificultades del hoy, seguimos colaborando  con el pueblo palestino, llevando ayuda en  tiempos de pandemia y de crisis,  compartiendo conocimientos e insumos al  servicio de las generaciones presentes y  futuras. 

Estimados Senadores y Senadoras, hubiera  querido dedicar mi intervención el día de hoy  exclusivamente a hablar de nuestro  compromiso con Chile y la amistad entre  nuestros pueblos, hablar de iniciativas tales  como el COVID 19 Chile Israel Task Force y  el Consejo Chile Israel para la Ciencia,  Tecnología e Innovación, plataforma que  emerge desde la sociedad civil y que integra  a hombres y mujeres, chilenos y no chilenos,  judíos y no judíos, unidos por una causa  mayor: Tikún Olam, un concepto central de la  filosofía judía que llama a corregir el mundo,  en aras de un mundo mejor, para todos y  todas en áreas tan diversas tales como salud  digital, ciberseguridad, agua y recursos  hídricos, cultura, educación y artes liberales,  equidad de género e inversión social, entre  otras. 

Hubiera querido hablarles de todos los proyectos que ha financiado nuestra agencia  de cooperación internacional Mashav en  Chile. Las donaciones realizadas a hospitales  en el Maule, de las cajas de alimentos en la  Araucanía, de los almuerzos en las ollas  comunes en Antofagasta, de los tablets para  que niños y niñas de Aysén puedan  conectarse al mundo de la educación virtual  que la pandemia impuso de manera  intempestiva

Hubiera querido hablarles de nuestra robusta  agenda positiva, de los seminarios web  realizados para hospitales a lo largo del país,  contando nuestras experiencias en tiempos  de pandemia; hablarles de los adultos 

mayores del Hogar de Cristo que recibieron  servicios de telemedicina de Israel. 

Hubiera querido hablarles de ello y mucho  más, pero desafortunadamente los esfuerzos  de algunos pocos de importar el conflicto  Palestino Israelí a Chile ensombrecen y  nublan estas acciones de paz y solidaridad, de  empatía y cooperación, de entendimiento y 

diálogo.  

¡Por ello, reitero mi mayor disposición y, por  mi intermedio, la del Estado de Israel y su  pueblo, a seguir construyendo caminos de  diálogo, de tolerancia, de paz y de esperanza! 

Les quiero agradecer por esta oportunidad de  mostrar nuestra misión y nuestra visión. Es  muy importante para mí, y para el Estado de  Israel, compartir estos pensamientos con esta  honorable institución.  

Para culminar hoy, les invito, honorables  Senadores y Senadoras, a no dejarse llevar

por los vientos de odio, de deslegitimación y  discriminación.  

Hoy, les invito a poner un gran signo de  interrogación a las consignas binarias y  distorsionadas que impiden encontrar y  fortalecer los matices de encuentros fraternos.  

Les invito, a descubrir juntos, matices de  esperanza, matices presentes y futuros, de  amistad y de humanidad. A construir, a  cooperar, a crear y creer en la potencialidad  de la paz y el diálogo como el verdadero  camino hacia el entendimiento de los pueblos.  

¡Shalom! ¡Salam Paz! ¡Muchísimas Gracias! 

Embajadora Marina Rosenberg 3

Acá pueden ver el video completo de la sesión, con las preguntas y respuestas a continuación de la intervención: https://bit.ly/ComisiónRREESenado.

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