Irán ha anunciado la exposición de una nueva “ciudad de misiles” ubicada en lo profundo del subsuelo, en lo que parece ser una nueva fase de su campaña de disuasión dirigida tanto a Israel como a Occidente. Este tipo de revelaciones, cuidadosamente programadas, se enmarcan dentro de una estrategia propagandística ampliamente utilizada por el régimen: exhibir capacidades militares avanzadas para desviar la atención de las crecientes crisis internas y presiones internacionales.
La revelación ocurre en un momento delicado para la región, marcada por una creciente inestabilidad en Medio Oriente y un incremento en la tensión entre Irán y sus enemigos regionales. Este tipo de mensajes busca elevar el nivel de alerta y proyectar una imagen de poder militar capaz de responder ante cualquier ataque o intervención externa.
Sin embargo, más allá de la espectacularidad del anuncio, no está claro si esta infraestructura representa una capacidad novedosa o si se trata de una instalación ya conocida presentada bajo un nuevo formato mediático. En el pasado, Irán ha utilizado estas “ciudades subterráneas” como parte de su narrativa de autodefensa, en especial a través de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), quienes operan de forma opaca y estratégica dentro y fuera del país.
Desde Israel, la evaluación es clara: no se subestima ninguna amenaza, pero se considera que gran parte de estas revelaciones tienen un objetivo más mediático que operativo. Las fuerzas de defensa israelíes mantienen un estado de alerta permanente frente a cualquier desarrollo en la región y cuentan con la capacidad tecnológica e inteligencia necesaria para detectar y neutralizar amenazas reales.
Por lo tanto, aunque el anuncio iraní incrementa la tensión y busca reforzar su imagen regional, aún está por verse si esta “ciudad de misiles” constituye una amenaza estratégica concreta o si no es más que otro telón de fondo en el teatro de la guerra psicológica que Irán libra contra sus adversarios.
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