La intervención del primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, ante un auditorio la Asamblea General de la ONU en Nueva York ocupó los principales titulares de los diarios israelíes.
En su discurso, Netanyahu hizo una defensa de Israel contra las acusaciones del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, de cometer crímenes de guerra en Gaza durante la operación militar «Margen Protector».
Netanyahu afirmó que respondería a las «mentiras y calumnias» de Abbás, volvió a reiterar que «el Estado Islámico es Hamás y Hamás es el Estado Islámico» y aseguró que estas dos organizaciones junto a Hezbolá y a Irán «son diferentes manifestaciones de un mismo fenómeno, de un islam militante que aspira a destruir a Israel y a Occidente».
El mandatario hebreo reafirmó su disposición a hacer concesiones históricas para el bien de la paz, pero indicó que el camino hacia ella se trazaría a través de un acuerdo regional con «los Estados sunitas moderados», tras el cual el conflicto con los palestinos se podría resolver.
En el diario «Maariv», el analista Ben Caspit remarcó la disparidad entre la retórica de Netanyahu y sus políticas reales sobre el terreno: «Mi problema con el discurso de Netanyahu no fue con su contenido sino con lo que no conteníaz: la audiencia».
Caspit trató de «imaginarse a Ariel Sharón, Ehud Olmert o Itzjak Rabín pronunciando este mismo discurso en la Asamblea General de la ONU».
«En este caso, alguien se habría tomado sus declaraciones en serio. Pero cuando es Netanyahu el que dice estas cosas no impresiona a nadie en este mundo. Viajó a la ONU nueve veces y declamó su profecía anual sobre el fin del mundo. Nueve veces, y no pasó nada. No hubo cambios. Irán está más cerca que nunca de obtener la bomba nuclear. Los palestinos están más cerca de tener un Estado, a pesar de lo que hacemos nosotros. La posición internacional de Israel nunca fue más baja. Y, lo peor de todo, no hay nadie en el mundo civilizado que crea una sola de las palabras que salen por la boca del primer ministro israelí», escribió el comentarista.
Los discursos de Netanyahu en la ONU, según él, «están diseñados básicamente para los israelíes. Como discurso electoral es excelente. ¿Y cómo un discurso que pretende cambiar nuestra triste situación en la comunidad internacional? Nada. En el ámbito internacional, también se necesitan acciones, no palabras», agregó.
En el rotativo «Yediot Aharonot», el veterano analista, Nahum Barnea, también tomó nota de esta contradicción de Netanyahu: «Dice una cosa y a la vez la contraria», señaló.
Barnea también atribuyó al primer ministro signos de delirios de grandeza: «Netanyahu cambió en sus discursos el plural «nosotros» por el singular «yo»: «Yo creo, yo estoy dispuesto a hacer un compromiso histórico, hay gente que no se toma en serio la seguridad de Israel, yo sí, siempre lo hare», destacó.
«Era como si estuviera diciendo al mundo: quizás haya otros israelíes con los que usted podría llevarse bien, pero está tratando conmigo. ¡Conmigo! ¡Yo! ¡Con toda mi grandeza! ¡Tenga cuidado!», añadió.
«Al final del discurso, se comparó a sí mismo con el profeta Isaías, que juró: «Por el amor de Sion no callaré, y por el amor de Jerusalén no descansaré» (Isaías; 62-1]. Esto es un proceso común. Es natural que después de muchos años en el poder, el sentimiento del hombre que está al timón es que es insustituible, que es cada vez más magnífico, a sus ojos y los de sus partidarios, que el país, débil y flácido, no es apenas capaz de seguirlo», manifestó Barnea.
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