Las actas del Mossad muestran que Israel decidió dejar escapar a Menguele porque tenían otras prioridades

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La figura del médico de Auschwitz Josef Mengele (1911-1979) es una de las más horripilantes de la historia del Holocausto y, pese a que los servicios secretos israelíes, el Mossad, lo buscaron incluso hasta después de su muerte, el criminal de guerra nazi nunca tuvo que responder ante ningún tribunal.

El semanario “Die Zeit” publica un resumen de las actas del Mossad sobre Mengele, material confidencial durante años que ha analizado el periodista israelí Ronen Bergman.

El relato de la infructuosa búsqueda por Sudamérica muestra que la impunidad de que gozó Mengele hasta su muerte tuvo que ver con la ayuda de cómplices, algo de suerte y, también, con la vacilación de los servicios secretos en un momento en que lo tuvo a su alcance, pero no se decidió a dar el golpe.


Las actas repasan la biografía del médico desde su nacimiento, pasando por su formación, su ingreso en el partido nazi y sus métodos de selección en el campo de exterminio de Auschwitz, donde decidía qué prisionero era apto para el trabajo y quién iba a la cámara de gas y se reservaba alguno, sobre todo gemelos, para crueles experimentos.

Después de la guerra, cambió su nombre por el de Josef Mengling y vivió tres años en Europa sin que nadie le buscara, pese a que durante los juicios de Núremberg había habido testimonios que hablaban de un médico de Auschwitz recordado por su sadismo.

En 1948, según el acta del Mossad, Mengele sintió que su situación en Europa no era segura y decidió emigrar a Sudamérica.

Con ayuda de una red de antiguos nazis que tenían contactos con la Cruz Roja cambió por segunda vez su identidad por la de Helmut Gregor y, como tal, llegó a Buenos Aires el 20 de junio de 1949 a bordo del North King.

Sin embargo, ante el consulado alemán de Buenos Aires no parecía tener necesidad de usar un nombre falso, como lo muestra el acta de divorcio de su primera esposa, de 1956, dos años antes de casarse con la viuda de su hermano.

El artículo de Bergman revela que en una ocasión un miembro del Mossad le preguntó al embajador alemán en Argentina si sabía quién era Josef Mengele y éste le respondió que tenía instrucciones del Ministerio de Exteriores de no pronunciarse al respecto.

En febrero de 1959 la fiscalía de Friburgo (suroeste de Alemania) dictó una orden de detención contra Mengele y, como se sabía dónde estaba, pidió su extradición a Argentina.

Pero alguien tuvo que haber alertado al prófugo porque, antes de que pudiera ser detenido, viajó con su familia a Paraguay y se hizo ciudadano de ese país.

Justo en aquella época el Mossad había intensificado la búsqueda de criminales de guerra nazi y había capturado en Argentina a Adolf Eichmann, el organizador de la maquinaria burocrática del Holocausto, que fue trasladado a Israel donde fue condenado a muerte y ejecutado.

Esa operación hizo que Mengele volviera a sentirse inseguro; abandonó Paraguay y su pista se perdió durante dos años.

En 1961 el fiscal alemán Fritz Bauer, que había averiguado y revelado al Mossad el paradero de Eichmann, puso a los israelíes en contacto con el periodista alemán Paul Limbach, que había recopilado información sobre la familia Mengele.

Había averiguado que Martha Mengele, la segunda esposa del médico, había regresado a Europa y vivía cerca de Zurich (Suiza), aunque esa pista no llevó a ninguna parte.

En cambio, también en 1961, otro periodista, Wilhelm Sassen, que trabajaba para un periódico cercano a antiguos nazis, reveló al Mossad que Mengele estaba en Brasil y, concretamente, en Sao Paulo.

En esa ciudad se encontraba también uno de los principales cómplices de Mengele, Hans-Ullrich Rüdel, antiguo piloto de la aviación nazi que después fue asesor militar de varias dictaduras latinoamericanas.

La vigilancia de Rüdel permitió dar con el paradero de Mengele y, el 23 de julio de 1962, varios agentes armados del Mossad lo vieron de cerca. Sin embargo, sin demasiadas explicaciones y alegando que se necesitaba más planificación, la cúpula de la organización no dio luz verde para su secuestro.

La búsqueda se interrumpió durante más de una década y se reanudó sólo en 1977, cuando Menachem Begin llega al poder el Israel y da prioridad a la caza de antiguos nazis; si no se puede llevarlos ante los tribunales, dice, hay que buscar la manera de liquidarlos.

En los años ochenta hay dos nuevos planes para intentar localizar a Mengele, sin saber que el criminal de guerra había muerto ahogado, cerca de Sao Paulo, en 1979, bajo el nombre de Wolfgang Gerhardt.

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