Nigeria: se intensifica el genocidio yihadista contra los cristianos

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Desde que se inició la insurgencia islámica, en julio de 2009, son más de 60.000 los cristianos que han sido asesinados o capturados en razias. Los cristianos capturados jamás regresan a sus hogares y sus seres queridos los dan por muertos. En el mismo periodo de tiempo, unas 20.000 iglesias y escuelas cristianas han sido incendiadas y destruidas. En la imagen (AFP, vía Getty Images), tomada el 6 de julio de 2015, los calcinados restos de un templo de la Misión de la Primera Iglesia Africana en Jos, Nigeria.

Lo que varios observadores internacionales vienen considerando un “genocidio puro y duro” contra los cristianos de Nigeria está alcanzando nuevas cotas.

Desde que se inició la insurgencia islámica, en julio de 2009 –primero por cuenta de Boko Haram, una organización terrorista, y después por los fulanis, pastores musulmanes radicalizados y excitados por la ideología yihadista–, son más de 60.000 los cristianos que han sido asesinados o capturados en razias. Estos últimos jamás regresan a sus hogares y sus seres queridos los dan por muertos. En el mismo periodo de tiempo, unas 20.000 iglesias y escuelas cristianas han sido incendiadas o destruidas.


Estos son algunos de los hallazgos documentados en un informe publicado el pasado 4 de agosto por la International Society for Civil Liberties and Rule of Law (Sociedad Internacional por las Libertades Civiles y el Imperio de la Ley), también conocida como Intersociety, una ONG nigeriana. Aunque merece la pena leerlo entero, aquí van unos cuantos pasajes notables:

“El número total de muertes cristianas ‘directas’ (…) desde julio de 2009 hasta julio de 2021 (…) es estimado [por fuentes independientes] en no menos de 43.000 (…) Las matanzas se deben a la propagación del islamismo radical en Nigeria (…)”.

“Los yihadistas y el ‘espíritu de yihad’ [que alienta] en las fuerzas de seguridad nigerianas han sido responsables de al menos [otras] 18.500 muertes cristianas en desapariciones forzadas, o de [individuos] secuestrados que muy improbablemente regresen vivos (…) Mientras que la mayoría de los musulmanes secuestrados por yihadistas son posteriormente liberados de manera incondicional y entegados a sus familias, la mayoría de los cristianos son asesinados en cautividad o forzados a convertirse al islam (…)”.

“Entre las atrocidades de los yihadistas dirigidas primordialmente contra los cristianos (…) se cuentan las matanzas, las mutilaciones, las degollaciones, el destripamiento de embarazadas, las decapitaciones, las torturas, las mutilaciones, los secuestros, las tomas de rehenes, las violaciones, las vejaciones a niñas, los matrimonios forzados, las desapariciones, las extorsiones, las conversiones forzosas y la destrucción o quemas de hogares y lugares de enseñanza o culto, así como la ocupación de granjas, la destrucción de cosechas y otros actos internacionalmente prohibidos (…)”.

“En los últimos 12 años (…) al menos 17.500 iglesias y 2.000 escuelas y otros centros de enseñanza cristianos han sido atacados por los yihadistas y destruidos total o parcialmente, incendiados o demolidos. En los primeros siete meses de 2021, el número de iglesias amenazadas o atacadas y destruidas o incendiadas ha superado los 300 (…)”.

“En esos mismos 12 años, según fuentes independientes, no menos de 30 millones de cristianos (…), especialmente en el norte de Nigeria [de mayoría musulmana], fueron amenazados, y diez millones de ellos fueron desplazados, seis millones fueron obligados a abandonar sus hogares o lugares de residencia (…) y más de cuatro millones fueron desplazados y convertidos en PDI [Personas Internamente Desplazadas] (…)”.

Aunque el último mes incluido en el informe de Intersociety es el pasado julio, las atrocidades y las matanzas han continuado. He aquí unos cuantos casos de agosto:

En el estado de Plateau, terroristas fulanis “mataron a 70 cristianos, desplazaron a otros 30.000 y quemaron 500 viviendas [y 1.000 granjas]” en las tres primeras semanas del mes, según un informe publicado el día 25. Davidson Malison, líder cristiano de una de las zonas afectadas, lamentó:

“Nuestros ojos no dejan de verter lágrimas, como nación y como pueblo. El terror desatado por los pastores fulanis sobre los cristianos irigwe no cesa, y no hay rastro de remordimiento o arrepentimiento”.

El reverendo Ronku Aka, otro líder de la comunidad cristiana irigwe, comentó:

“Los pastores fulanis atacaron mis comunidades y los soldados y otros miembros de las fuerzas de seguridad estaban por los alrededores. Confiábamos en que hicieran frente a los invasores y pusieran fin a la destrucción, pero nada de eso sucedió”.

Cuando Aka se enfrentó a los soldados por su pasividad, le respondieron que “no habían recibido órdenes de repeler los ataques”.

Elishi Datiri, otro líder cistiano cuya feligresía fue asesinada en esta oleada yihadista, explicó la situación con menos miramientos:

“Por desgracia, esta carnicería, este genocidio, la destrucción gratuita de propiedades, se llevó a cabo ante la mirada del personal de seguridad, en el que el Gobierno gasta miles de millones del contribuyemte para que proteja las vidas y haciendas de todos los niogerianos. En muchos casos, los militares colaboraron con los fulanis en los viles ataques. La implicación directa del Ejército en la destrucción de las granjas y propiedades cristianas ha generado muchas peticiones, conferencias y comunicados de prensa, y a veces manifestaciones de las comunidades cristianas en demanda de la retirada del Ejército (…) Hay un asedio continuo contra los cristianos capitaneado por los fulanis, ayudados por agencias de seguridad encargadas de proteger vidas y haciendas (…) Queremos advertir con profunda preocupación del inaceptable saqueo de nuestras tierras ante la mirada de las autoridades encargadas de velar por los derechos de todos los ciudadanos recogidos en la Constitución nigeriana”.

Según otro informe del día 30, los pastores musulmanes asesinaron a otros 36 cristianos –a menudo vociferando lemas distintivamente islámicos como “¡Alá es grande!”– en el curso de varios raids en el estado de Kadu.

En el funeral por 17 de esas víctimas, el reverendo Jacob Kwashi, obispo anglicano que ha celebrado muchos funerales de cirstianos asesinados en los últimos meses, se desató:

“Jamás hemos visto en este país un Gobierno tan malvado. El Gobierno secunda por completo el derramamiento de sangre. Estamos siendo asesinados simplemente por no ser musulmanes. Estos malvados yihadistas fulanis gozan del respaldo del Gobierno cuando matan a la gente, destruyen sus hogares y granjas; y cuando tratamos de defendernos, el Gobierno nos arresta. ¿Qué clase de justicia es esta?”.

En la noche del día 24, en Jos North, Plateau, “pastores yihadistas fulanis” entraron en otra aldea cristiana, donde, según se ha informado, “fueron casa por casa matando a los residentes”. Cuando terminaron, 37 cristianos habían sido asesinados.

Horas antes del amanecer del día 3, terroristas fulanis arrasaron cuatro aldeas de mayoría cristiana; mataron a entre 22 y 27 personas, incendiaron cientos de hogares y destruyeron sistemáticamente las cosechas de las granjas del lugar. A propósito de este ataque, Jonathan Asake, exmiembro de la Cámara de Representantes de Nigeria, afirmó:

“[S]e está cometiendo un genocidio contra los cristianos en el sur de Kaduna, el objetivo es intimidarnos o forzarnos a que renunciemos a nuestra fe o que abandonemos nuestras tierras ancestreales ante los pastores armados. Algunas de las aldeas atacadas (…) lo han sido en al menos tres ocasiones durante los últimos seis años, las fosas comunes son el testimonio de lo que estamos diciendo. Ni una iglesia o escuela está quedando en pie. No se ha detenido a un solo pastor. Es una desgracia que, mientras el Gobierno federal y el del estado de Kaduna se hacen los ciegos, el resto del mundo, especialmente los medios occidentales, crean que nuestras vidas no merecen atención informativa.

El día 5, las autoridades demolieron una iglesia en Maiduguri, capital del estado septentrional de Borno, de mayoría musulmana. El hijo del pastor, Ezekiel Bitrus Tumba, de 29 años, fue fatalmente tiroteado cuando intervino para tratar de impedirlo. El domingo día 8, los cristianos se reunieron en torno a las ruinas y celebraron un oficio. Uno de ellos escribió en Facebook: “Demolieron el edificio, creyendo que era la Iglesia. [Pero] la Iglesia es por siempre indestructible e imparable”.

Posiblemente en respuesta, otras cuatro iglesias fueron derribadas, con el pretexto de que no tenían los permisos debidos, que son prácticamente imposibles de obtener en Borno. Como apuntó un líder cristiano local:

“Si quieres construir una iglesia, no te darán el permiso, porque el Gobierno [despedirá] a cualquiera que presente/firme un documento para la construcción de una”.

Según otro informe del día 10:

“Pastores musulmanes suníes fulanis irrumpieron en un orfanato cristiano de Miango y prendieron fuego a las instalaciones. Los 147 niños y el personal fueron evacuados horas antes del ataque del día 2. Los niños se convirtieron en huérfanos en ataques perpetrados previamente por terroristas musulmanes suníes como los de Boko Haram”.

“Los pastores fulanis destruyeron 500 hogares y 5 iglesias y mataron a 68 cristianos en su avance por Miago y Jos. Los heridos fueron numerosos. La ley nigeriana proscribe la posesión de armas, pero curiosamente los fulanis tienen armas exactamente iguales a las del Ejército”.

Naturalmente, el Gobierno del presidente Muhamadu Buhari niega la mayor e insiste en que ninguno de estos asesinatos tiene que ver con la religión, con la condición islámica de los asesinos fulanis y la cristiana de sus víctimas. Según el Gobierno, la violencia y el derramamiento de sangre obedecen a disputas por la tierra, la pobreza y la desigualdad.

Aunque los medios occidentales de referencia –y los políticos– se muestran tan contentos de repetir esa narrativa y presentar lo que es de hecho un genocidio yihadista anticristiano como una cuestión econímica, sólo engañan a unos pocos nigerianos cristianos.

“Si el Gobierno y sus apologetas dicen que los asesinatos no tienen cariz religioso”, se preguntó la Asociación Cristiana de Nigeria (ACN), “¿por qué los pastores y los terroristas están atacando a las comunidades y a los líderes cristianos?”.

La ACN también se preguntó:

“¿Cómo puede ser un conflicto [económico o secular], cuando unos [los musulmanes] no cesan de atacar, matar, mutilar, destruir y los otros [los crostoamos] no cesan de ser asesinados y mutilados, y sus lugares de culto destruidos?”.

En palabras de la hermana Monica Chikwe, de las Hermanas de la Misericordia:

“Cuesta decirles a los nigerianos cristianos que esto no es un conflicto religioso, pues ven a los combatientes fulanis vestidos completamente de negro, cantar ‘¡Alá es grande!’ y gritar ‘¡Muerte a los cristianos!’”.

Raymond Ibrahim, cuyo libro más reciente es Sword and Scimitar (“La espada y la cimitarra”), es Distinguished Senior Fellow en el Gatestone Institute, Shillman Fellow en el David Horowitz Freedom Center y Judith Rosen Friedman Fellow en el Middle East Forum.

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