Tiene 42 años y, a través de una ceremonia vía Zoom, se convirtió en la primera rabina de los últimos cinco años en Argentina. Se trata de Deborah Rosenberg, que desde ahora se encargará principalmente de preparar a las y los adolescentes de la comunidad Lamroth HaKol para su bar y bat mitzvá. Esta es su historia.
Nieta de sobrevivientes del Holocausto judío, con 15 años Deborah comenzó a involucrartse en las tareas del templo, y estudió en Israel. A comienzos de agosto, el Seminario Rabínico Latinoamericano la nombró rabina, y Deborah se convirtió en la decimotercera argentina en recibir dicha designación en los últimos 60 años.
“Esto es algo que me llena el corazón y da fuerzas. Si pienso en cómo lo siento hoy, me emociona decirlo porque este es un camino que sigo pensando y luchando. Recibí la ordenación, pero este camino recién comienza”, dijo Rosenberg a Infobae.
Según contó al portal argentino, recién ahora siente que tiene la posibilidad de “compartir todo lo que me compartieron. Este camino se hace acompañado de la familia y de la comunidad, principalmente. No se hace solo”, aseguró.
Deborah explicó que estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires “por una motivación personal”, se adentró en el judaísmo, por pasión.
“Es muy importante que las mujeres que estamos apasionadas en nuestras tradiciones, nuestras fuentes, en el análisis de la Torá y del Talmud, que comencemos a participar activamente involucrándonos, revisando esas fuentes y viendo el lugar genuino de las mujeres que desde lo cultural fue corrido, no desde nuestros sabios”, reflexionó.
Rosenberg comenzó su preparación en 2015 en el Seminario, aunque desde niña había recibido la fe judía a través de la familia.
“Uno de los requisitos para llegar allí es la formación en el Profesorado en Hebreo, que finalicé en 2001 en la AMIA [la Asociación Mutual Israelita Argentina]”, contó a Infobae. En 2019 cursó el último semestre de su carrera en Israel, donde llegó con su hija de 3 años. Volvió a Argentina en marzo de 2020, donde rindió los exámenes que le faltaban para convertirse en rabina.
“La experiencia en Israel fue maravillosa. Todo lo que había estudiado a lo largo de mi vida y, particularmente, lo que hice en el Seminario, fue extraordinario y se potenció al transitarlo en Jerusalén, principalmente; en el mismo espacio de estudio que estaba situado en una zona montañosa, con una biblioteca exquisita, con compañeros con los que se hablaba en hebreo, con referentes académicos y rabinos reconocidos. Fue muy enriquecedor, dieron materias diversas que terminaron de complementar y sumar conocimientos. En mi caso fue intensivo por la situación familiar”, contó al portal argentino.
Durante los años que se preparó para ser rabina en Argentina, no tuvo a ninguna mujer compañera de estudio, pero sí en Israel.
Excelente informe