Esta resolución dejó atrás un largo proceso que se inició en 1904, cuando Pío X, el entonces Papa, se reunió con Teodoro Herzl, presidente de Israel, y luego de escucharlo rechazó la idea de un convenio y dijo que la Iglesia no podía reconocer al pueblo judío ni a sus aspiraciones en Palestina, ya que los judíos “no habían reconocido a Nuestro Señor”.
Varios años de complicadas negociaciones se culminaron con la firma del Acuerdo Fundamental entre la Santa Sede y el Estado de Israel, llevado a cabo el 30 de diciembre de 1993. Éste incluía también un Protocolo Adicional, mediante el cual se intercambiaron embajadores en mayo de 1994, y el primer embajador israelí fue Samuel Hada, nacido en la provincia de Chaco, Argentina. El Acuerdo Fundamental abrió el camino del establecimiento de subcomisiones jurídicas y fiscales para hacer frente a una serie de cuestiones de fondo que se dejaron pendientes apropósito. Añadiendo una dimensión inusual, el Acuerdo reconoce la naturaleza única de la relación entre la Iglesia y el pueblo judío, y reitera la condena de la Iglesia al antisemitismo en todas sus formas.
Luego de la primera guerra del Golfo, en 1991, se reanudó el proceso de paz árabe-israelí. La OLP (Organización para la Liberación de Palestina) reconoció a Israel y también varios estados árabes entablaron relaciones diplomáticas con el país en cuestión. A su vez, la Unión Soviética y varios otros estados reanudaron las relaciones con Israel, interrumpidas desde la guerra de los Seis Días. Sumado a que varios países importantes como India y China establecieron vínculos diplomáticos con Israel por primera vez para poder participar en las conversaciones de paz multilaterales. Todo esto permitió un cambio en la postura del Vaticano, lo que dio pie para que Juan Pablo II invite a una audiencia privada al embajador israelí en Italia, Avi Pazner, y diez días después se le informó que el Papa había dado instrucciones para comenzar las negociaciones con la intención de entablar relaciones diplomáticas plenas con el Estado de Israel.
El Acuerdo estableció que la Santa Sede y el Estado de Israel se comprometieron a cooperar en la lucha contra toda forma de antisemitismo y toda forma de racismo e intolerancia religiosa, y a promover el entendimiento mutuo entre las naciones, la tolerancia entre las comunidades y el respeto a la vida y dignidad humana. La Santa Sede también reiteró su condena al odio, a la persecución y a todas las manifestaciones de antisemitismo dirigidas contra el pueblo Judío y los mismos en todas partes, en cualquier momento y proveniente de cualquiera.
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