Sobreviviente de la Shoa realizó su Bar Mitzvá en Argentina: “Nunca es tarde”

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Detrás de los 84 años que marca su reloj biológico hay un hombre de espíritu joven. Recorrió campos de concentración, perdió a toda su familia, emigró y rearmó su vida.

“Cuando me liberé, juré transmitir lo que un loco llamado Hitler hizo a la humanidad. No tiene que haber guerras. Cuando transmito, no cuento ni el 10 por ciento de lo que pasó porque ni yo mismo puedo creerlo: inventar una industria de muerte”, reflexiona Moisés Borowicz, portavoz de una historia intensa y desgarradora, pero también un ejemplo de lucha y perseverancia.

Luego de publicar su libro “La profecía del mal”, donde cuenta cómo sobrevivió a la tragedia, se embarcó en un nuevo proyecto: la ceremonia de su Bar Mitzvá.


La sinagoga del Centro Hebreo Ioná fue el sitio elegido para hacerlo. Así, este padre y abuelo que se jacta con orgullo de ser un gran cocinero y lamenta que le hayan hackeado su correo electrónico logró cumplir aquel sueño que se vio truncado por el ascenso del nazismo.
Luego de mucho tiempo de dejar esta cuenta pendiente, Moisés encontró en Ioná una comunidad de la cual formar parte: no sólo presentó su libro, sino que se integró a ámbitos como el grupo para adultos de Mekorot y el taller de humor y se convirtió en fiel miembro del Minián de Shabat.

Lo acontecido el Shabat del 14 de Kislev (9 y de 10 de diciembre) demostró la valentía de quienes honran la vida a pesar de la adversidad.
La experiencia fue tan inspiradora y ejemplar que durante la misma ceremonia otros sobrevivientes se propusieron seguir su camino. Por eso Moisés fue declarado embajador, fiel a su nombre, de este proyecto para acompañar a concretar ese deseo a otras personas que se vieron imposibilitadas de hacerlo en el pasado por las mismas dificultades.

P- ¿Por qué no llegó a escaparse de la guerra con sus padres y hermanos?

MB- Mi padre había escrito para que nos hicieran los papeles para venir a la Argentina, pero había una orden secreta de no darles visas a los judíos. Cuando finalmente lo conseguimos, era demasiado tarde: ya había estallado la guerra. Entraron los nazis y empezaron los problemas. Primero estuvimos escondidos en un bosque, hasta que nos denunciaron. Después nos llevaron a la cárcel y nos metieron en un tren. Uno de mis hermanos saltó de ahí y nunca supe más de él. El otro murió por una epidemia de tifus. A mí me pasaron por varios campos hasta que al final, el 6 de mayo de 1945, me liberaron. Pesaba 36 kilos, era un esqueleto. Si la guerra hubiera durado tres semanas más, creo que hoy no estaría acá. Estuve un tiempo en Austria y finalmente me comuniqué con mis parientes en la Argentina. Compraron una visa de Paraguay y me vine el 3 de octubre de 1947. Estuve un año viviendo como paraguayo y en el ’48, cuando nació el Estado de Israel, me dieron la radicación y me hice ciudadano argentino. Cuando llegué tenía 20 años. Me quería ir a Israel, pero conocí a una chica y cambié de idea. A los 23 me casé y al año tuvimos a nuestro primer hijo. Cuando mi señora fue a dar luz al segundo, murió en el parto. Estuve dos años viudo y volví a casarme. Tengo un tercer hijo de mi segundo matrimonio y nueve nietos. Ésta es mi triste historia.

P- ¿Cree la gente es consciente de lo que pasó durante la Shoá?

MB- Hay mucha gente, inclusive muchos judíos, que nada saben de lo que pasó. No les interesa, no escuchan, no van a comunidades judías ni a ver películas. El otro día, una señora me preguntó si mi libro era triste. “Porque si es triste no lo quiero”, dijo. Le contesté: “Mirá, de humor no es”. Me dio una bronca terrible. Si es del Holocausto, no es una novela de amor. Los sobrevivientes tuvimos mucha voluntad, seguimos adelante, formamos familias. Estamos luchando para que se recuerde lo que le pasó a nuestro pueblo. Pasaron otras atrocidades, pero nunca se quiso eliminar a un pueblo entero, como deseó Hitler.

P- ¿Cuándo empezó a contar su historia?

MB- La mayoría de los sobrevivientes no hablamos durante 50 años. Lo llevábamos adentro por dos razones: había gente que no quería escuchar, y otros decían por qué nos salvamos y otros no. Eso fue lo más terrible que nos podrían haber dicho. Ni lo había hablado con mi esposa hasta que Spielberg mandó camarógrafos adonde hubiese sobrevivientes que quisieran dar testimonio para la película “Algunos que vivieron”. Hizo 53 mil en todos lados. Cuando di el testimonio, toda mi familia estaba en la cocina. Mi hijo me dijo: “Papá, ¿por qué nunca nos contaste?”. Porque no podía. Pero cuando empecé a contar ante la cámara me di cuenta de que mucha gente quiere saber. Es necesario, es una obligación. Se tiene que saber y no tiene que haber discriminación. Todos somos iguales y lo que pasó no se tiene que repetir.

P- ¿Qué es el judaísmo para usted?

MB- Lo llevo adentro. En realidad, no creo que sea religioso, pero soy muy tradicional. De joven sí porque el pueblo lo era. Mi padre se ponía los tefilín todas las mañanas, y yo lo acompañaba al templo los viernes y sábados. Es un pueblo que luchó por subsistir, y tenemos que estar unidos para seguir adelante. Como miembro de Museo del Holocausto di muchísimos testimonios, me convocaron de escuelas, viajé al Interior. Los jóvenes me agradecen siempre. Algunos ya me conocen y me convocan.

P- ¿Cómo surgió la idea de hacer el Bar Mitzvá en la sinagoga de Ioná?

MB- Yo tenía una deuda. Siempre pensé que me faltaba algo que no cumplí: cuando estalló la guerra tenía 12 años y ya estaba pensando en prepararme para hacerlo. No pude, pero siempre tuve esa idea. Lo había hablado con varias personas y no se hizo. Primero empecé a ir al grupo Mekorot, después a Shabat y le comenté a alguien que tenía ganas de hacer el Bar. Entonces, cuando me lo propusieron, yo encantado, aunque me decían: “¿Estás loco? ¿A esta edad?”. Bueno, nunca es tarde. En Ioná me quieren mucho, me aprecian. Es mi segunda casa.

P- ¿Cómo fue la preparación?

MB- Me resultó fácil porque sé bastante hebreo. El jazán me felicitó por la manera en que leí la Torá (foto). Tengo mucha memoria y facilidad hasta hoy. Vino mi familia y les gustó mucho. Después hice un lunch y estaban todos muy contentos por la preparación. La gente me dijo que nunca había visto un Bar Mitzvá tan lindo. Me gustó muchísimo, lo disfruté. Una sobreviviente me dijo que ella y su hija quieren hacerlo. Vieron que lo hice y les encantó.

P- ¿Qué cuentas tiene pendientes?

MB- Seguir adelante todo lo que pueda, seguir transmitiendo la historia para que se sepa, para que quede un recuerdo, para que sepan lo que nos pasó.

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