A propósito de este último evento, la UNRWA dijo que “condena la existencia y el uso potencial por parte de los grupos armados palestinos de dichos túneles bajo sus escuelas en los términos más enérgicos posibles. Es inaceptable que los estudiantes y el personal sean puestos en riesgo de esa manera”.
No es, ni mucho menos, que organizaciones terroristas palestinas en Gaza utilizan la cobertura de las escuelas de la agencia de la ONU o, también, de hospitales.
Con anterioridad, Schmale había afirmado, según el Jerusalem Post (2 de junio de 2021):
“Tengo la impresión de que hay una enorme sofisticación en la forma en que los militares israelíes atacaron durante los 11 días”.
“Sí, no atacaron, salvo algunas excepciones, objetivos civiles, pero violencia, la ferocidad de esos ataques se dejó sentir mucho”. Murieron más de 60 niños, 19 de los cuales iban a las escuelas de la UNRWA. Así que creo que hubo precisión, pero hubo una pérdida de vidas inaceptable e insoportable en el lado civil”.
Schmale se salía del guion, haciendo del “malvado”, una figura no tan “malvada”. Y, en el segundo caso, la agencia de la ONU lijaba algo de la pintura de “víctima” que promueven los líderes de las organizaciones palestinas (con la ayuda o connivencia de esta misma agencia y de tantos profesionales de la información) porque, como señalaba Ekin Ok, Yi Qian, Brendan Strejcek, y Karl Aquino (Signaling Virtuous Victimhood as Indicators of Dark Triad Personalities), la condición de víctima, entre otras cosas, también puede al conferir inmunidad moral a quien reclama. La inmunidad moral, apuntaban, protege a la supuesta víctima de las críticas sobre los medios que podría utilizar para satisfacer sus demandas.
Si se cae esta narrativa, ¿qué queda? La realidad… Cruda, sí, pero real. Así pues, hay que ceñirse a la misma, defenderla. Por eso mismo, declararon a Schmale persona non grata – algo que no se le pasó por alto a Europa Press.
María Constanza Mujica e Ingrid Bachmann explicaban en su artículo Melodramatic Profiles of Chilean Newscasts: The Case of Emotionalization, cómo los medios chilenos utilizan “personajes arquetípicos que representan la lucha del bien contra el mal…”.
Sin duda alguna puede decirse lo mismo de la cobertura del conflicto árabe-israelí realizada por parte de la mayoría de los medios en español (acaso, en este caso, de manera más clara): la representación de una “polarización y esquematización moral” en la que los personajes arquetípicos representan la realidad como una contienda entre el bien y el mal. En este caso, el palestino como individuo, pero, sobre todo, como grupo, se presenta como una víctima no responsable e inocente frente al poderoso Estado y ejército israelí, presentado como un ente malvado, una abstracción inhumana, más bien un paradigma del mal.
La división entre buenos y malos tiene que ser clara, absoluta: es decir, irreal. Y para ello, entre otras cosas, parece imperativo silenciar el terrorismo palestino (o su blanqueo), la incitación a la violencia y al odio promovida por sus líderes, la corrupción de sus organizaciones y la opresión que estas mismas ejercen sobre los suyos y los riesgos a que los exponen.
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